Uiso Alemany: “La realidad no me interesa”
El pintor impregna el Muvim de surrealismo mágico con la exposición ‘Saca los ojos de la pintura’
Cuando la pandemia empezó a envolver el mundo con su sudario, el artista plástico valenciano Uiso Alemany (80 años) embaló las últimas realizaciones en su estudio de São Paulo y regresó como pudo a su útero creativo en la huerta de Alboraia. Una buena muestra de ese rescate artístico se expone desde hace unos días en el Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (Muvim), en Valencia, y con la peculiaridad de que es posible visitarla sin límites de horarios, puesto que se ubica en un espacio acristalado e iluminado durante la noche. Se trata de 14 piezas de gran formato y otras 28 de menor tamaño, reunidas bajo el epígrafe Saca los ojos de la pintura, realizadas entre los años 20 y 21. “Era tan grave lo que estaba pasando, que no sabía si regresaría a Brasil. Hice un rollo y me lo traje. Han dormido un año el sueño de los justos hasta que el Muvim me pidió exponerlas. Me hizo gracia la cristalera y que estuviera iluminada durante todo el día. Fue el motivo que me decidió”, señala ahora en su taller. Es su primera muestra desde 2018, cuando colgó en la Fundación Bancaja El suicidio de la pintura.
Saca tus ojos de la pintura es un compendio de las más recientes explosiones del cosmos sugestivo de Alemany. Con recientes obsesiones y ecos primordiales. Sin conexiones, aunque con el ensamblaje de la materia oscura que expande su universo desde que abandonó España en 1958 y se convirtió en un creador nómada con estudios en diferentes países. Varias de las obras expuestas se expresan sobre un formato ondulante, como reproduciendo la marea interior que le agita. Fernando Castro, en el libro que documenta la muestra, alude a los relieves de las grutas del arte rupestre. El concepto que maneja el artista es más encriptado. “El arte es un misterio. Y si lo desvelas, arruinas su magia. Lo peor que puede hacer un autor es explicar y justificar su obra. He sido muy poco pintor de la realidad. La realidad no me interesa. La magia del arte se produce cuando no explica nada, cuando deja todas las puertas abiertas al espectador. El título Saca los ojos de la pintura ya es una invitación a que sea la emoción la que te lleve”, disuade.
El argumento también sirve para otra constante de su obra, como la reja que insinúa un supuesto encarcelamiento interior, la cancela de un preso que trata de ver más allá. O el novedoso recurso de huevos fritos como ojos que miran hacia dentro de los procesos biológicos interrumpidos. “No sé qué pasa, pero sale. Esta mano con la que pinto tiene inteligencia, sabe y hace lo que le da gana. No la he dominado nunca: ella me domina a mí”, zanja. Lo compara con el jazz por lo que tiene de improvisación. “Coge una melodía y a su alrededor va improvisando una obra que no se va a poder repetir. Eso es lo maravilloso. Cuando te pones ante una tela, puede que tengas una ligera idea de lo que quieres expresar, pero no sirve. El cuadro se va haciendo a sí mismo. La mano es un vehículo extraordinario de esa improvisación. Es emocionante no saber cómo va a acabar ni cuándo hay que parar”, relata. “Esta exposición tiene un componente surrealista que no se puede explicar ni se debe explicar”, se atrinchera. Alemany considera penoso ver a un pintor explicando un cuadro. Él no pone títulos a sus obras para no condicionar al espectador. “Es ridículo que los hiperrealistas que pintan una manzana y un vaso de agua titulen el cuadro Manzana con vaso de agua”, sacude.
No hay otro combustible que mueva al artista que sorprenderse a sí mismo en lo que hace. “Si me sorprende a mí es posible que sorprenda al espectador. Tengo que ser el primer sorprendido, de lo contrario será una obra aburrida. El realismo es aburridísimo. ¿Cómo vas a igualar la realidad? La realidad es inaprensible”. Esa actitud llevó hace muchos años a Alemany hacia la orilla del surrealismo. “El surrealismo es lo que más se aproxima a la improvisación del jazz. Porque no explica nada. Está hablando de unas emociones que cada uno interpreta de una forma”. Esas emociones se han materializado en miles de realizaciones, una gran parte en colecciones privadas, y muchas de ellas, pintadas en diferentes países, han colgado en galerías de varios continentes (ahora está tratando de poner en marcha una fundación para dar continuidad a las más de 5.000 obras que ha acumulado desde 1957). En todas ellas, más allá de los formatos y los colores, hay una misma sustancia: “Vivencias que van saliendo a borbotones”. Todas sus inquietudes, reivindica, están incardinadas de forma impulsiva en esos trazos. De una forma visceral.
Pero Alemany no es un ser encapsulado en sí mismo. Se muestra muy concernido por todo lo que ocurre más allá de su taller, incluso conserva la fe en la humanidad. “Me involucro, pero no lo pinto. El arte no está para explicar nada. Es mágico”, insiste. Ve magia incluso en la situación que vive la ciudadanía de la isla de La Palma tras las erupciones del volcán. “Lo que está ocurriendo allí con el comportamiento humano es mágico. La gente tiene un comportamiento cívico que no se ha visto en la vida. No hay una pelea ni una crítica. Lo han perdido todo y lo aceptan. Esta gente y todos los cuerpos del Estado que están ayudando se merecen el Premio Nobel de la Paz. Pediría un Nobel colectivo. Me gustaría que se pudiera materializar y que su dotación económica sirviera para rehacer lo que se está destruyendo”, propone. También él trata de reconstruir la serie que estaba produciendo en São Paulo, de la que ahora el Muvim expone una muestra, cuando la pandemia frenó su ritmo creativo: “Me ha bloqueado. Si no hubiese sido por la pandemia esta colección se hubiera multiplicado. Estaba en muy buen momento”.
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