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La reapertura de los bares en Valencia afianza el tardeo y evidencia la necesidad de relacionarse

La ampliación del horario hasta las 10 de la noche alivia a la hostelería y permite cenas con horario europeo que ni la lluvia impidió este lunes, primer día después de tres meses de restricción

Ferran Bono
Restricciones Valencia
Clientes de un restaurante en una terraza en el barrio de RussafaMònica Torres

Encontrarse, relacionarse, verse las caras, salir de casa, estar un rato juntos tras el trabajo, tras las clases, tras nada en particular. Si hay un denominador común entre los testimonios de la gente que sale a la calle tras una restricción impuesta en este largo año de pandemia es la necesidad de socializarse. Ayer volvió a suceder en Valencia. Hacía tres meses que no se permitía a los bares, restaurantes y cafeterías abrir hasta las 10 de la noche (toque de queda) y permitir servir cenas en horario europeo. Y los testimonios recogidos apuntaron de nuevo en ese dirección. No fueron muchos, porque al ser lunes y además lluvioso, había numerosos establecimientos cerrados y no mucha gente por la calle. Pero sí se vio movimiento y algunas terrazas llenas por la tarde-noche en los barrios del Carmen y sobre todo de Russafa en unas horas limitadas que afianzan la costumbre del tardeo.

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Las pantallas y los móviles no suplen el contacto humano. Los cinco jóvenes amigas que estaban tomando algo frente al marcado de Russafa coincidieron en destacar que necesitan “volver a verse”. Se las notaba contentas, relajadas, celebrando el reencuentro. Tres proceden de otras comunidades autónomas, por lo que están alejadas de sus familias. “¡Solo faltaba que no pudiéramos vernos las amigas de aquí!”, se lamentaba una de ellas. “No puede ser que la vida sea solo ir del trabajo a casa y de casa al trabajo”, decía otra. Y eso el que tenga trabajo. Ellas se conocieron en la universidad y han mantenido la amistad. “Si algo nos caracteriza a los españoles y a los mediterráneos es el contacto, ¿no?”, apuntaba una tercera. “Hay que recuperar a la gente”, añadía en la terraza de Ca Lucina. “La verdad es que no ha dejado de venir gente para ser lunes, aunque después de tantos meses me he hecho perezosa y me había acostumbrado al horario anterior”, señalaba sonriendo Mónica, la encargada.

Cinco amigas en una terraza frente al mercado de Russafa.
Cinco amigas en una terraza frente al mercado de Russafa.Mònica Torres

Las cinco amigas reconocían que el cenar sobre las 20 o 20.30 horas no supone ningún cambio de hábitos para ellas. Es más saludable y lo hacen desde hace tiempo, insistieron. Las dos chicas sentadas en una mesa del restaurante Masusa lo han hecho toda la vida. Para ellas no es ninguna novedad. “Es que somos italianas y en nuestro país siempre hemos cenado mucho más pronto que en España”, explicaba una de las jñovenes. A su lado, un grupo de alemanes también se disponía a cenar, mientras una chica del libro medía los dos metros de distancia a la terraza para ponerse a fumar. Casi todos los comensales eran extranjeros, salvo una madre y su hija, que salió corriendo del trabajo para llegar a la cena. “Es que teníamos unas ganas de salir, de estar en calle, en la terraza, con más gente. Somos del barrio, no podemos ir al casal fallero, y necesitamos relacionarnos”, indicaba la madre.

Cuatro amigos en una terraza de la calle de Conde Altea de Valencia.
Cuatro amigos en una terraza de la calle de Conde Altea de Valencia.Mònica Torres
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También tenían muchas ganas acumuladas los dos matrimonios que pudieron ayer bajar al Café Bally, en una esquina de la calle de Conde Altea para tomarse una copa o una cerveza antes de la cena, como en otras ocasiones. “¿Pero cómo vamos a cenar a las ocho u ocho y media si todavía hay sol y no es noche? No, no, no puede ser”, comentaba una mujer con humor. Reconocía que se había puesto unos zapatos nuevos para retomar la costumbre con sus amigos. Los comentarios sobre la dureza y aburrimiento del teletrabajo, sobre los problemas de depresión y ataques de ansiedad o la añoranza del esmorzaret con los compañeros de trabajo se sucedían. Solo uno se ha vacunado y los otros esperan que les toque su turno de una vez sin ninguna inquietud, en una comunidad autónoma que desde hace un mes tiene la incidencia del coronavirus más baja de España (42 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días), si bien hace dos alcanza las cifras más altas.

Los principales beneficiarios de la ampliación de los horarios son, no obstante, los hosteleros, uno de los sectores más afectados por el coronavirus. “Se ha animado la terraza a pesar del día lluvioso y esperemos que vaya a más conforme se acerca el fin de semana. En lo que no cambia la gente es venir y en pedir en el último momento, cierres a las seis o a las 10, a la hora que sea″, señalaba con resignación Ana, encargada del Café San Jaime, en el barrio del Carmen. Opinión compartida por Soledad, del vecino Café Infanta. “El día no acompaña, pero ha venido gente y esperamos que venga mucho más, claro”, comentaba Juan, del Cafetín, otro de los clásicos del Carmen.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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