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UNIÓN EUROPEA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

PP: El partido del no

El Partido Popular se ha instalado en una actitud de hostilidad abierta contra la protección de las lenguas españolas diferentes del castellano

Albert Branchadell

El pasado 16 de septiembre el Consejo de Asuntos Generales de la Unión Europea celebró su primera reunión mensual después del verano. Es inútil buscar en las actas los términos del debate sobre la oficialidad del catalán, el gallego y el euskera en las instituciones europeas; la cuestión ni siquiera estaba en el orden del día. Por si había dudas al respecto, el canciller federal alemán, Friedrich Merz, se encargó de disiparlas en su reciente visita a Madrid: preguntado al respecto por los periodistas, Merz no tuvo reparos en anunciar que a corto plazo el catalán, el gallego y el euskera no van a ser oficiales. Merz se escudó en las dificultades que supone la adición de nuevas lenguas oficiales para el servicio de interpretación simultánea en el Parlamento Europeo (si con las 23 lenguas oficiales actuales el servicio gestiona 506 combinaciones lingüísticas, con 26 lenguas oficiales tendría lidiar con 650).

El pasado 16 de septiembre el Consejo de Asuntos Generales sí que debatió sobre el Estado de derecho en los países candidatos a ingresar en la Unión, a saber, Albania, Macedonia del Norte, Montenegro y Serbia. La pena es que a ninguno de los periodistas acreditados en la rueda de prensa de Merz en Madrid se le ocurriera preguntarle por la futura oficialidad del albanés, el macedonio, el montenegrino y el serbio. ¿El plan de Alemania será rechazar esas cuatro nuevas lenguas oficiales por las dificultades técnicas que supondrán? ¿O el problema del catalán, el gallego y el euskera es de otra índole? Durante su visita al País Vasco, el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, verbalizó por primera vez en público lo que es de sobras conocido: el factor que juega en contra del catalán, el gallego y el euskera no es la interpretación simultánea, sino las llamadas del Partido Popular a sus socios europeos. (Sea como fuere, el presidente Sánchez tendrá de admitir que una de las promesas que facilitaron su investidura en 2023 resulta irrealizable, y el presidente Illa, que incluir esa cuestión en el Pacto Nacional por la Lengua resultó innecesariamente arriesgado)

El Partido Popular se ha instalado en una actitud de hostilidad abierta contra la protección de las lenguas españolas diferentes del castellano. El incidente de la moción de Badalona es la muestra más reciente de ello: el PP desautorizó de mala manera la simbólica iniciativa del alcalde García Albiol de promover una moción no vinculante a favor del catalán que logró la unanimidad de todos los grupos políticos representados en el Ayuntamiento badalonés. La tajante desautorización se puede leer como un episodio más de la competición entre el PP y el VOX en España por el electorado más recalcitrante. Pero si el PP cree que la llave de la Moncloa pasa por crecer en Cataluña, su aversión al consenso, su no a todo en el plano lingüístico –no a la oficialidad en Europa, no a la inmersión, no a la protección del catalán ni como idea filosófica– no parece la estrategia más productiva.

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