La traición del hotel de Lombok donde Matilde Muñoz se sentía “en casa”
Las amigas de la viajera de 72 años, asesinada en su habitación por 156 euros, piden ampliar la causa a otros empleados del alojamiento indonesio donde pasaba largas temporadas


A Matilde Muñoz Cazorla, de 72 años, la asesinaron en un hotel. Pero también podría decirse que la mataron en su domicilio. Porque el Bumi Aditya, un modestísimo alojamiento de dos estrellas en una zona playera de la isla de Lombok (Indonesia) era ya su hogar, tras haber pasado allí largas temporadas. “Cuando me escribió, me dijo que ya estaba en casa, en su casa de Lombok”, cuenta Aarti Fernández, compañera de aventuras de una mujer que había hecho del viaje no una forma de ocio sino un estilo de vida. Su ciudad de nacimiento (Ferrol) y su ciudad de residencia (Palma de Mallorca) eran paradas para repostar, descansar y saludar a familia y amigos. Matilde, Mati para todos los que la trataron, tenía alquilado su piso en Palma para complementar la jubilación (había sido azafata de vuelo) y seguir recorriendo Asia a su antojo.
No era Mati amiga de enclaves masificados, paradoja que en estos tiempos asalta lo mismo al turista ocasional que al viajero empedernido como ella. Por eso halló acomodo no en la Bali hinduista sino en la Lombok musulmana, en un hotel sin oropeles (con piscina, sí, pero habitaciones espartanas) al que se llega por un sendero flanqueado de palmeras y frondosa vegetación. El Bumi Aditya no es un complejo fortificado ni un todo incluido con pulsera: se levanta tímido en mitad de una aldea, entre casas bajas, a pocos metros de la mezquita local y a menos de un kilómetro de la playa Alberto, en la zona costera de Senggigi. Allí, bajo la arena, la encontró la policía, dos meses después de su muerte, el mismo tiempo que hacía que la buscaba su familia de mujeres viajeras, preocupadas porque había dejado de publicar en redes sociales y no daba señales de vida.
Aunque su cuerpo inerte fue movido a la playa, el asesinato se cometió en el lugar más íntimo de un hotel que el espíritu nómada de Mati percibía como casa, lugar seguro, refugio: la habitación 107. La madrugada del 2 de julio, según la investigación, dos hombres entraron al bungalow por la ventana mientras la mujer dormía. Le robaron 156 euros y la asfixiaron con una toalla, según ha declarado el jefe policial de West Lombok, Yasmara Harahap. La autopsia, practicada el jueves tras varios retrasos por los problemas para dar con un forense, debería revelar más detalles sobre su muerte. La familia contempla la posibilidad de que sea incinerada en Lombok y sus cenizas, llevadas a España.

Robos en el hotel
El crimen suscita dudas en torno a la actuación de los responsables del Bumi Aditya. ¿Cómo es que ningún empleado vio entrar a los ladrones en la habitación? ¿Por qué los asaltantes sabían (o intuían) que la mujer guardaba consigo dinero en efectivo, el equivalente a tres millones de rupias? Si el cadáver estuvo en las instalaciones un mes y tres semanas (la policía dice que no lo trasladaron a playa Alberto hasta el 24 de agosto), ¿nadie notó el hedor? Y, sobre todo, ¿ningún trabajador se preguntó qué había pasado con una clienta que, según sus amigas, llevaba instalada allí un mes y había pagado otros veinte días por adelantado?
Las respuestas llegaron, en parte, cuando la policía indonesia reveló las identidades de los dos detenidos por el crimen: S. U., de 34 años y empleado del establecimiento, y H. R., de 30, que también lo había sido años antes hasta que fue despedido por un supuesto robo a otro trabajador. Aquel robo fue captado por las cámaras de vigilancia, que dejaron de funcionar después y ya nunca se repararon. Aunque han cambiado de versión varias veces, según la policía, los dos detenidos acabaron confesando el crimen y su motivación: el dinero.
En los últimos meses, el hotel acumulaba reseñas negativas en las plataformas de reservas, algunas de ellas por robos que los clientes atribuyen a la escasa vigilancia de los empleados o directamente a su connivencia. La mujer o no vio esas opiniones o las ignoró. Tampoco cogió la mochila y se marchó cuando, un mes antes de su asesinato, “a su amiga Ana también le robaron en el hotel”, cuenta Aarti. “Ella estaba la mar de a gusto y se iba a acostar a su cama feliz. Si hubiera sospechado algo, se habría ido”, agrega la mujer, una de las portavoces del grupo de apoyo.

Las maniobras de la contable
Las amigas y la familia creen que la implicación del hotel va más allá de la conducta de un solo empleado. Y apuntan a la contable, N. H., alias Mala, por comportamientos que consideran sospechosos. El primero es que, cuando Mati quiso pagar en efectivo y por adelantado las noches de hotel, la contable le sugirió que lo hiciera por transferencia y se guardara el dinero: son, precisamente, los 156 euros que le acabaron robando. El segundo es que Mala envió a las amigas, cuando éstas empezaron a impacientarse por la falta de noticias, un supuesto mensaje escrito por la víctima el 6 de julio (ya llevaba cuatro días muerta) en el que, en un inglés impropio de Mati porque estaba lleno de faltas de ortografía, indicaba que se había marchado precipitadamente a Laos. Las autoridades confirmaron más tarde que la mujer nunca salió de Indonesia.
Los ladrones vendieron el teléfono móvil que también se llevaron de la habitación de Mati y esa fue su perdición: la policía lo encontró en manos del comprador y acabó dando con ellos. El empleado fue detenido en el pueblo de Dusun Loco, y el extrabajador, mientras visitaba a un familiar en el hospital de Mataram City, la capital de la isla. La contable no ha sido arrestada ni está investigada.
Según el periodista de ABC Joaquín Campos, desplazado a Lombok (donde ejerce también como representante de la familia), Mala mantiene vínculos familiares con un miembro de la comisaría de policía. Ese parentesco explicaría, siempre según esa hipótesis, que la contable haya quedado al margen, por ahora, de una investigación abierta por asesinato con premeditación y robo con violencia. La policía de Lombok no ha atendido a la petición de información de este diario.
Mientras el hotel permanece sin clientes y la web, inactiva, el entorno de Mati exige respuestas. Quieren que la investigación profundice en el supuesto complot urdido contra la víctima y quieren que la Embajada de España en Yakarta, a la que acusan de inacción, se implique y envíe a alguien a Senggigi. Fuentes de Exteriores explican a este diario que han trabajado en el caso desde el primer minuto cuando, el 26 de julio, fueron informados de la “desaparición” de la mujer. La embajada ha estado “en contacto con la familia”, a la que indicó que debía presentar una denuncia, y ha realizado un sinfín de acciones para gestionar lo que, en principio y hasta que se halló el cadáver el 30 de agosto, era una desaparición. “La embajada ha estado en contacto diario con todas las instituciones competentes para facilitar la cooperación policial internacional y hacer seguimiento del caso”, agregan.
Muy crítica con el papel de las autoridades, Aarti se emociona al pensar en Mati, a la que conoció hace cuatro años en India, donde compartieron habitación. “Fue su primer país, le volvía loca. Pero los lugares a los que iba empezaron a ponerse más turísticos, más feos… Y como le gustaba el rollo local, cuando llegó a Senggigi se sintió genial", dice sobre una mujer que fue una precoz animalista, vegetariana y practicante de yoga. Este jueves, 11 de septiembre, habría cumplido 73 años.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
