La ultraderecha se instala en casa de Torras i Bages
El obispo de Vic puebla su diócesis con un instituto eclesial de origen argentino, intervenido por el Vaticano y cuyo fundador está acusado de varios casos de pedofilia
La Iglesia catalana se caracterizaba, con altibajos, por su flexibilidad para adaptarse a una de las sociedades más laicistas al sur de los Pirineos. En Cataluña, los creyentes históricamente han hecho gala de una mentalidad tolerante que les ha permitido una convivencia razonable no solo con un exterior incrédulo sino con un interior ampliamente diverso, donde cabían desde Cristianos por el Socialismo de Alfonso Carlos Comín a Jordi Pujol o el desaparecido Joan Rigol.
El pontificado de Juan Pablo II dinamitó casi todos los puentes de diálogo entre una sociedad cada día más descreída y una jerarquía vaticana enrocada en sus verdades. Y eso también hizo saltar por los aires el diálogo intraeclesial. Karol Wojtyla (ahora santo) sancionó con mano de hierro a la izquierda cristiana y fueron numerosos los obispos y teólogos castigados por el ex Santo Oficio. En su empeño, el Papa polaco desdeñó y arrinconó hasta la insignificancia, por liberales, incluso a los moderados seguidores de Pablo VI. El propio Jordi Pujol —tras tropezar una y otra vez con el pedernal Wojtyla— reconoció en sus memorias: “Formo parte del ejército derrotado de Montini [Pablo VI]”. Mientras esto sucedía, crecieron las prebendas a movimientos como Comunión y Liberación o Camino Neocatecumenal. La ceguera vaticana incluso entronizó a colectivos como los Legionarios de Cristo, con un fundador pederasta, Marcial Maciel, acusado de más de 60 casos de abusos sexuales.
Tras el interregno de Benedicto XVI llegó el respiro del Papa Francisco, que ha intentado abrir las ventanas de la Iglesia y acercarse a la sociedad. La tarea no es fácil. Hay sacerdotes que rezan para que muera el Pontífice y buena parte de la jerarquía eclesiástica se opone abiertamente a él.
También a casa nostra hay datos más que inquietantes. Y nada menos que parten de la diócesis de Vic, la histórica del prelado Torras i Bages. Su actual sucesor, el obispo Romà Casanova, ha decidido dar el cuidado de parroquias y conventos a un grupo que tiene su origen en Argentina: el Instituto del Verbo Encarnado (IVE), nacido con el apoyo del obispo León Kruk , entusiasta de una dictadura militar que asesinó a unas 30.000 personas.
Casanova ha permitido desde 2007 los cuidados de la catedral de Vic a la sección femenina del IVE —llamado Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará— que ahora está intervenida, al igual que la rama masculina, por el Vaticano. También ha instalado en el convento de Valldaura, en Manresa, a la sección masculina de esa institución. El decreto del dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada ha prohibido también los nuevos ingresos en la rama femenina del IVE y ha ordenado además que se deje de venerar como “sacerdote intachable” a Carlos Buela, fundador del polémico instituto, fallecido en 2023 en Génova y sobre el que pesaban, al menos, una docena de casos de abusos sexuales y pedofilia. Según un artículo de Federico Mare para la Agencia Latinoamericana de Comunicación, el IVE puso su energía en luchar contra el matrimonio igualitario, oponerse a la enseñanza de la teoría de la evolución o en ocultar a militares argentinos represores, prófugos de la justicia
Buela, a pesar de que desde 2016 tenía prohibido por el Vaticano tener contacto con los seminaristas de su movimiento, encontró protección tras la capa cardenalicia del poderoso Angelo Sodano, secretario de Estado Vaticano entre 1991 y 2006. Sodano, asegura el investigador Frédéric Martel, siempre fue transparente sobre su principio fundamental, tomado del famoso epígrafe que aparece en las estancias de Rafael en el Vaticano: Dei non hominum est episcopos iudicare (juzgar a los obispos corresponde a Dios, no a los hombres). El obispo de Vic es un fiel seguidor de esa máxima. Y hace lo que parece.
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