El esquí catalán inaugura temporada con mucha nieve y el anhelo de enterrar la gran sequía: “Esto ya tiene otro color”
Todas las estaciones abren este fin de semana tras el adelanto de La Masella y las andorranas. “Estamos ante un escenario mucho mejor que el del año pasado”, explican desde la instalación gironina
En cuestión de 48 horas, el Pirineo mutó del verde y marrón otoñal a un brillante blanco invernal. El sector del esquí se frota las manos tras la cantidad de nieve caída el pasado fin de semana, en algunas zonas más de lo esperado, como en el Pirineo oriental, lo que garantiza un inicio de temporada muy distinto al anterior, cuando todas las miradas se posaban expectantes ante un cielo maldito por la sequía. La gran nevada desde Vall de Arán hasta el extremo oriental, en Vallter, ha garantizado la apertura progresiva de pistas para este fin de semana en las seis estaciones gestionadas por la Generalitat catalana (La Molina, Vall de Núria, Vallter, Espot Esquí, Port Ainé y Boí Taüll), que se unirán tanto a las andorranas como a La Masella [estas se adelantaron a principios de semana con aperturas parciales], y a Baqueira (Pirineo de Lleida), que lo hizo el jueves.
“Esto ya tiene otro color respecto al año pasado”, explicaba el miércoles a primera hora un monitor de esquí de La Masella (Girona) desde un telesilla mientras grababa con el móvil un extenso paisaje blanco. La imagen poco o nada tenía que ver con la del año pasado por estas mismas fechas, cuando en las pistas se acumulaba un espesor visiblemente inferior que sobrevivía a temperaturas en positivo. El calor se sumaba al tercer año de la peor sequía del último siglo, que se seguiría cebando con las montañas durante el resto del invierno, especialmente en el extremo oriental de la cordillera, donde se sitúan las estaciones del Pirineo de Girona: Vallter, La Molina, La Masella y la pequeña estación de Vall de Núria.
El inicio de temporada de esquí en los pirineos españoles lo suele marcar el puente de la Purísima, fecha señalada en el calendario por las estaciones y los negocios de los valles (hoteles, restaurantes, tiendas de esquí) que viven al frío de la nieve. Este año las condiciones meteorológicas no permitieron que ninguna estación española pudiera poder en marcha los telesillas durante esos días festivos. Pero paradójicamente las sensaciones que ha dejado el fin de semana son mejores que las de 2023, cuando sí se abrió. La gran nevada registrada, por extensión y acumulación, de los días 7 y 8 sí garantiza que los esquiadores puedan estar ahora menos pendiente del cielo de cara a las fiestas navideñas, claves para el sector. En algunos sectores se acumula más de un metro de espesor y el optimismo se extiende más allá de diciembre, porque los modelos meteorológicos a medio plazo (15 días) también son buenos en cuanto a frío y precipitación hasta final de año. Y, además, en general, en Cataluña se suelen alcanzar los mayores gruesos de nieve a finales de invierno y principios de primavera.
“Estamos ante un escenario meteorológico mucho mejor que el de la temporada 23-24″, confirma Ramón Boter, portavoz de La Masella, que fue la primera estación del Pirineo español en abrir temporada (el martes). “El año pasado las temperaturas fueron muy suaves durante el invierno, y la sequía también nos marcó. Ahora parece que nos mantendremos en condiciones invernales durante diciembre y que se mantendrán hasta navidad”, explicaba Boter el miércoles mientras la estación registraba otra nevada que se extendería hasta el jueves para sumar más centímetros a los ya acumulados el fin de semana.
Las aperturas de las estaciones están siendo progresivas, y se irán habilitando más sectores a medida que las máquinas pisanieves habiliten más pistas y las bajas temperaturas (de hasta menos 10 grados esta semana) permitan seguir produciendo nieve artificial. Espot, Port Ainé y Boí Taüll pondrán en marcha algunas pistas a partir de este viernes, mientras que La Molina, Vallter y Vall de Núria lo harán el sábado.
La inhibición ha sido clave para salvar la actividad del sector durante los últimos tres años de una extensa sequía, que si bien permanece (el 80% de la población catalana sigue en fase de alerta), la situación mejora: las reservas acumulan un 34% de agua embalsada, el doble que hace un año por estas fechas. Las pasadas dos temporadas también estuvieron marcadas por las imágenes de esquiadores en manga corta deslizándose en exiguas lenguas de nieve en un entorno seco. Las fotografías se viralizaron por las redes sociales y se convirtieron en el blanco de las críticas de los ecologistas, que piden poner freno a la producción de nieve artificial en tiempos de sequía. El sector se defendió con el argumento de que el agua usada para inhibir se saca de depósitos propios, que están llenos tras el deshielo, y que se acatarían las restricciones marcadas por el decreto antisequía, que imponían entonces un ahorro del 15%.
Según las proyecciones del Observatorio Pirenaico de Cambio Climático (OPCC) —una entidad científica de cooperación entre España, Francia y Andorra perteneciente al consorcio público de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos (CTP)—, en 2050 habrá un espesor de nieve un 50% menor al actual en cotas de 1.800 a 2.200 metros, franja que ocupan la mayoría de las estaciones. Para sortear los efectos del cambio climático sin perder músculo económico, el sector busca en la tecnología lo que la emergencia climática le arrebata por el cielo. Ferrocarrils de la Generalitat (FGC), la institución que gestiona las pistas de esquí públicas, anunció el año pasado la implantación de una nueva tecnología que reduce hasta un 40% el consumo energético e hídrico. Estaciones de gestión privada como Masella esperan que en 2027 toda la inhibición de sus pistas se produzca también a través de esta tecnología.
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