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“Hay momentos de Madama Butterfly que cuando canto no puedo evitar llorar”

El Liceu programa 15 funciones de la célebre la ópera de Puccini que se repone este lunes con la soprano Sonya Yoncheva

Un  momento de la ópera Madame Butterfly que se estrena hoy en el Liceu. / DAVID RUANO (Liceu).
Un momento de la ópera Madame Butterfly que se estrena hoy en el Liceu. / DAVID RUANO (Liceu).
Àngels Piñol

El Liceu corona este año 2024 con Madama Butterfly, la celebérrima ópera de Giacomo Puccini que narra la historia más triste y desgarradora de todas las posibles. Con una quincena de funciones y un reparto con tres sopranos y tres tenores, el teatro de La Rambla ha apostado por reponer por cuarta vez la producción de Moshe Leiser y Patrice Caurier, que dibuja una clásica escenografía elegante y minimalista que evoca al Japón de final del siglo XIX. La soprano búlgara Sonya Yoncheva abre este lunes el telón (el rol lo compartirá con Saioa Hernández y Ailyn Pérez) y con sinceridad admitió el día de la presentación que la historia de Cio-Cio-San es tan dolorosa que a veces no puede contener las lágrimas. “Como madre, puedo sentir sus emociones. La escena final con el niño es muy difícil y creerme en que hay momentos que no puedo controlar mis ojos y estoy llorando. Y llorar y cantar es una cosa muy difícil”, dice en alusión al momento en que Cio-Cio-San renuncia a su hijo antes de suicidarse.

Coproducida por el Liceu y el Covent Garden -se ha representado una decena de veces en Londres-, esta Madama Butterfly tiene, a juicio de Víctor García de Gomar, director artístico del Liceu, “aroma de éxito” por el título en si y el reparto (Matthew Polenzani, Fabio Sartori i Celso Albelo se reparten el papel de Pinkerton). La venta de entradas ha superado para la función inaugural el 90%. “La partitura es suculenta y nos cuenta un sueño roto, un honor dañado”, dice García de Gomar que apunta que además de la historia imposible entre la geisha de 15 años y el oficial americano se dan otros pequeños duelos: la pasion contra la contencion; la mezquindad contra la honestidad; dominador y dominada. “Es un choque de trenes auténtico que solo la pasión y la sabiduría pucciniana pudo hacer”, dijo sobre la ópera y esta historia que fascinó a Puccini y que no paró hasta conseguir sus derechos de autor desde que la vio en Nueva York.

El maestro chileno Paolo Bortolameolli dirigirá a la orquesta del Liceu y convino que todos los amantes de la ópera conocen y se conmueven cada vez que la vuelven a ver. “Lo que hace esta historia tan potente es que Puccini nos obliga a ser cómplices y testigos de lo desafortunada que va a ser Cio-Cio-San. A diferencia de Tosca y Mimi (sus otras heroínas), sabemos desde el minuto uno que esto va a acabar muy mal y nos atrapa porque nos gustaría subir al escenario y decirle: ‘No te lo creas, no va a terminar bien’”, describe el director sobre el trágico destino de la joven a quien Pinkerton olvida en cuanto vuelve a Estados Unidos. Abandonada por los suyos, Cio-Cio-San tiene un hijo de esa relación y le aguarda con ilusión tres años. Cuando Pinkerton regresa, casado con una americana, para llevarse al niño, Cio-Cio-San no ve más salida que hacerse el harakiri.

Un momento de la producción que se repone este lunes en el Liceu. / DAVID RUANO (Liceu).
Un momento de la producción que se repone este lunes en el Liceu. / DAVID RUANO (Liceu).

“Es muy doloroso y Puccini construye la música en torno a esa complicidad. Sabemos antes que ella como va a acabar. Y ahí está la maestría de un compositor consumado”, dice el director que añade que la partitura contiene grandes contrastes al arrancar Puccini con una fuga, elemento de la música occidental, para combinarlo después con elementos del folklore japonés incluidos compases del himno de ese país. Daisy Evans, repositora de la producción, sostiene que la escenografía narra el drama de forma “clara y sencilla” a través de una especie de cajas que muestran lo que es la realidad o una fantasía y en el segundo acto con un fondo negro, con el sueño ya desaparecido, para ilustrar el bloqueo y el aislamiento de la protagonista. “Puccini ofrece la belleza de la historia y de la música limpia y se puede ver lo que aportan los cantantes. Es una producción tan clásica, un caballo de fuerza”.

Sonya Yoncheva y Matthew Polenzani, que han compartido muchas veces ya escenario, coincidieron en que esta producción deja espacio a los cantantes para expresar las emociones y en que la tristisima historia de Madama Butterfly es producto de un doble error. “Ella es una geisha y su error es que se enamora de su cliente”, analiza la soprano. “Es facil pensar en que Pinketon como el malo. Para mí lo es: Tengo tres hijos y les he dicho que si actúan así tendrá consecuencias graves en en casa. Comportarse así solo tiene consecuencias trágicas. Pero mi trabajo es hacerlo humano: Me gustaria que la gente sintiera su humanidad, su remordimiento, comete un error, pero no espera que ella se mate”. “El final rompe los corazones: es una madre que decide no vivir más porque su hijo se va a vivir una nueva vida con otra madre y con su padre. Y ella cree que es lo mejor. A lui devo obbedir, dice. Esa es Butterfly. La respetuosa mujer que es”, la elogia Yoncheva. Adorada esta ópera en Japón, subraya el post del Liceu, en Nagasaki hay un monumento que evoca a Madama Butterfly: una escultura de Puccini con una mariposa en la mano y otra de la la soprano japonesa que la interpretó junto a un niño mirando al mar.

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