Arriesgada subasta en ERC
Es difícil imaginar qué beneficios iba a obtener Esquerra de abrir una etapa de inestabilidad gubernamental en España y Cataluña
La segunda vuelta de la elección del presidente de Esquerra Republicana (ERC) ha subido varios decibelios la retórica de los aspirantes sobre sus respectivas exigencias al principal aliado de los republicanos, los socialistas. Hasta convertirla en un riesgo para la estabilidad parlamentaria.
Este incremento se debe a que tanto Oriol Junqueras como Xavier Godàs intentan atraer ahora el apoyo de los afiliados que en la primera vuelta votaron a la candidatura que resultó eliminada, Foc Nou, de Helena Solà, que era la más crítica con los pactos con los socialistas y había propuesto someterlos a un referéndum de los militantes.
Así es como la lucha por el poder en ERC ha tomado la política de pactos con los socialistas como baremo para medir el patriotismo de partido que los candidatos reivindican para sí. Parece que no haya en sus programas otros asuntos susceptibles de marcar diferencias entre Junqueras y Godàs y sus respectivos equipos.
Ambos contendientes expresan abiertamente su desconfianza respecto al partido socialista, del que dan por cierto que a poco que se complique el panorama político general incumplirá los acuerdos firmados con ERC. Junqueras y Godás se expresan en términos igualmente rotundos: no habrá presupuestos generales del Estado ni de la Generalitat si el PSOE y el PSC no cumplen a rajatabla todos los compromisos adquiridos para la investidura parlamentaria de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España y de Salvador Illa como presidente de la Generalitat.
Estas elecciones internas en ERC se han convertido en una arriesgada subasta. La candidatura que encabezaba Helena Solà recibió solo el 12% de los votos en la primera vuelta, pero aunque quedó eliminada ha obtenido después el premio de ver como una de sus más significativas propuestas, el rechazo a mantener la alianza de las izquierdas, era asumida por lo menos retóricamente por sus rivales.
De momento, esta batalla ha dejado en suspenso el acuerdo que la organización barcelonesa del partido alcanzó con el PSC para incorporarse al equipo de gobierno del Ayuntamiento de Barcelona. El alcalde Jaume Collboni ha sido el primero en sufrir las consecuencias de la indefinición que se ha instalado en ERC.
Dejar de apoyar a los gobiernos de Pedro Sánchez y de Salvador Illa en asuntos tan significativos y trascendentes como los presupuestos del Estado y de la Generalitat significaría, aunque Junqueras y Godàs no lo digan en estos términos, romper las mayorías parlamentarias en que se sustentan, para las que no hay alternativa en la actual composición de las Cortes y el Parlament, y dar otro argumento a los partidos de la derecha que atacan a los socialistas por someter la gobernación de España a las exigencias de los independentistas catalanes.
Es difícil imaginar qué beneficios iba a obtener ERC de abrir una etapa de inestabilidad gubernamental en España. El griterío de las derechas que le niegan legitimidad al Gobierno de Pedro Sánchez y no paran de exigirle la dimisión y la convocatoria adelantada de elecciones generales subiría también muchos decibelios. La fragilidad de las alianzas parlamentarias del PSOE y el PSC con los independentistas catalanes son en la práctica el único punto de apoyo real que Núñez Feijóo y Santiago Abascal tienen para pensar que puedan cumplirse sus deseos de derribar al Gobierno del PSOE y Sumar.
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