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La Diada más discreta desde 2012 certifica la pérdida de la hegemonía política del independentismo

La Guardia Urbana cifra en 60.000 los asistentes a la manifestación de Barcelona, donde se ha pedido la unidad de los partidos

Vista de la manifestación por la avenida Marquès de l’Argentera de Barcelona. Foto: Gianluca Battista | Vídeo: EPV
Camilo S. Baquero

La crisis del independentismo ya se había certificado en las urnas, en el seno de los partidos y las entidades que lo reivindican, y este miércoles ha quedado retratado en la respuesta de la calle. La otrora muestra de poderío del secesionismo que implicaba la manifestación de la Diada, organizada por la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural, ha quedado reducida a unas 60.000 personas (según la Guardia Urbana) que han llenado el Passeig Lluís Companys de la capital catalana. La manifestación este año se descentralizó en cinco ciudades, lo cual también amortigua el pinchazo. Miles de personas han pedido unidad a los partidos para volver a ganar la hegemonía política y han cargado contra el Ejecutivo catalán del socialista Salvador Illa.

El independentismo llegaba muy aporreado a su día más grande y también habiéndose dado algún que otro tiro en el pie. Desde que Artur Mas puso el rumbo al procés independentista, la fiesta nacional de Cataluña se había convertido en el termómetro que medía la penetración de esa opción política en amplias capas de la sociedad catalana. Por un lado, es la primera vez en 14 años que la efeméride no se vivía con una mayoría independentista en el Parlament. En las últimas elecciones, los partidos secesionistas cosecharon 1,3 millones de votos, muy lejos de los dos millones que lograron en 2017.

Por otro, la llegada de Salvador Illa a la presidencia de la Generalitat terminó por enterrar cualquier tipo de complicidad con los organizadores de una manifestación que, según la propia Guardia Urbana, llegó a reunir 1,8 millones de personas en 2014 —la V de victoria en la Diagonal y Gran Vía— o 115.000 el año pasado en Barcelona. El president y su partido, el PSC, se han encargado de descafeinar la efeméride de cualquier lectura beligerante con el Gobierno central para poner el foco en que se trata de una fiesta “para todos”.

La portavoz Sílvia Paneque ha asegurado en una atención en la mañana, en la ofrenda a Rafael Casanova, que Cataluña es “un lugar de esperanza, futuro y oportunidades”, donde “cada uno, desde sus ideas, proyectos y aspiraciones” ha de trabajar para no dejar escapar “ninguna oportunidad” de progreso. Ninguna mención, por ejemplo, a la aplicación de la ley de amnistía o de la implementación del sistema de financiación singular.

Ya la distancia entre el independentismo institucional y el de la vertiente más activista se había enfriado hace un par de años, primero con la ANC cargando directamente con la estrategia de ERC de apoyar el Gobierno de Pedro Sánchez, aplaudida en su día por Junts per Catalunya —un pacto político que facilitó por ejemplo los indultos a los líderes del procés— y después con el aterrizaje en planteamientos directamente antipolíticos, donde también los de Carles Puigdemont se vieron atacados.

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“Salimos a las calles porque ni estamos pacificados ni nos han pacificado”, ha clamado el presidente de la ANC, el cantautor Lluís Llach, a los partidos políticos. “¡Dejemos de lamernos las heridas y organizaos”, ha pedido a unos partidos más enemistados que nunca y en pleno proceso de reorganización interna y que han estado en el centro de las críticas desde el escenario central. “Les hemos facilitado mayorías parlamentarias que unos y otros han malgastado en discusiones cainitas. La batalla permanente nos ha llevado a donde estamos: la Generalitat en manos de un gobierno españolista que hace poco se arrodillaba delante de Felipe VI”, ha lamentado el líder de Òmnium Cultural, Xavier Antich.

Llach, en la víspera del día nacional de Cataluña, había añadido polémica con sus declaraciones que le abrían la puerta al partido xenófobo secesionista Aliança Catalana a la manifestación. “Todo el mundo que sea independentista será bienvenido y no será juzgado”, aseguró el cantautor, que después se vio obligado a rectificar ante el rechazo airado de Esquerra y la CUP. El expresidente de los republicanos, Oriol Junqueras, de hecho, se excusó de no acudir a la manifestación recordando esas declaraciones.

Los partidos también han tenido una muy discreta participación en una marcha donde antes pugnaban por tener gran protagonismo. La decisión de la ANC de dividir la manifestación en cinco ciudades (Girona, por ejemplo, participaron 6.500 personas; en Tarragona, 2.800 y 1.200 en Tortosa) también ha ayudado a diluir ese divorcio. La líder interina de los republicanos, Marta Rovira, al igual que Junqueras, no participó ni en los actos convocados por su propio partido. El expresident Pere Aragonès solo asistió a la ofrenda floral, donde un puñado de personas les silbó a ellos y a la delegación del RCD Espanyol.

Manifestantes en la Diada de Girona, este miércoles.
Manifestantes en la Diada de Girona, este miércoles.Glòria Sánchez (Europa Press)

No fue el único sitio donde ERC se tuvo que enfrentar a muestras de rechazo. En el acto que la federación de Barcelona hizo en la calle de Bruc, los discursos fueron interrumpidos por un grupo antisistema que pedía la libertad de un joven preso en Brians y de una pareja que exhibió un cartel donde se leía “el pacto de la vergüenza”. Los republicanos intentan conciliar su mensaje de renovación interna con, como dijo el secretario del Parlament, Juli Fernández, la apuesta, por ejemplo, de investir a Illa. “Reafirmamos nuestro compromiso y convicción de que el camino es tener más espacios de poder político”, ha dicho en la ofrenda.

El Govern y el PSC se quedaron solos sin mencionar en todo el día la lenta aplicación de la amnistía o de avanzar en la implementación de la financiación singular pactada con ERC a cambio de los votos a Illa. Los líderes de CC. OO., UGT y hasta los comunes han entrado en el tema. “Que la Generalitat tenga lo que le toca no es una amenaza para nadie, sino una oportunidad para el resto”, ha dicho la diputada Jéssica Albiach.

Junts, por su parte, ha aprovechado para cargar también contra Illa, al que acusa de querer “aplastar la nación”. “No lo harán incluso aquellos que tienen más vocación de delegado del Gobierno que de presidente de Cataluña y que quieren dormir las instituciones propias”, ha dicho el secretario general de la formación, Jordi Turull, que sí participó en la manifestación.

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Sobre la firma

Camilo S. Baquero
Reportero de la sección de Nacional, con la política catalana en el punto de mira. Antes de aterrizar en Barcelona había trabajado en diario El Tiempo (Bogotá). Estudió Comunicación Social - Periodismo en la Universidad de Antioquia y es exalumno de la Escuela UAM-EL PAÍS.
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