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La nueva huida de Puigdemont sume en el descrédito a los Mossos d’Esquadra

El operativo fallido para arrestar al expresidente cuestiona la autoridad de la policía catalana

El consejero del Interior en funciones, Joan Ignasi Elena, y el comisario jefe de los Mossos, Eduard Sallent. Foto: Quique Garcia (EFE) | Vídeo: EPV

El operativo fallido para detener a Carles Puigdemont después de que este jueves reapareciese en Barcelona conlleva una grave crisis en los Mossos d’Esquadra. La policía catalana, luchando por su prestigio desde su creación, sufrió una grave crisis en 2017 por el referéndum ilegal del 1-O, de la que les costó remontar y recuperar la confianza de jueces y fiscales. Que después de siete años huido de la acción de la justicia, Puigdemont haya dado un discurso en el centro de la ciudad, televisado, rodeado de miles de personas, y después haya logrado escapar, con un dispositivo policial de más de 300 agentes que no han logrado detenerle, abre una nueva y profunda brecha en el crédito de la policía catalana. “Desde la vergüenza y la estupefacción, qué humillación”, lamenta un mando policial. Un pesar compartido anónimamente por mossos de todas las escalas.

Desde que Puigdemont anunciase, en las pasadas elecciones catalanas, que regresaría el día del pleno de investidura, la comisaría general de información de la policía catalana empezó a trabajar en el arresto de líder de Junts. Puigdemont tiene vigente una orden de detención del Tribunal Supremo por malversación. Los planes del dirigente catalán no estaban claros aún, y el escenario era difícil de prever. El expresidente se planteó la posibilidad de volver a Cataluña, en una gran caravana de medios, incluidos los internacionales, para darle la altura que considera que merece el regreso de un expresidente “en el exilio”. En cualquier caso, la policía catalana transmitía la seguridad de que la detención sería relativamente sencilla.

Los mandos de los Mossos, incluso, contactaron el 12 de junio con el abogado Gonzalo Boye para acordar una entrega del dirigente, que este declinó. “No hay una búsqueda activa”, han repetido fuentes policiales, ante el temor de que Puigdemont pudiese presentarse en cualquier momento en Cataluña, sin que nadie le esperase. Pero la policía analizaba también la estrategia política detrás de cada uno de sus posibles pasos: si Puigdemont regresaba ―algo que estuvo en entredicho hasta el final― para ser detenido y probablemente encarcelado, era necesario al menos que lograse un objetivo: parar el pleno de investidura del candidato socialista, Salvador Illa. Y en esa misma lógica, debía propiciar su detención el mismo día, no antes.

El dispositivo definitivo no se cerró hasta el lunes, cuando el pacto entre el PSC y ERC aseguró el debate de investidura. En una reunión al más alto nivel, se puso negro sobre blanco que se detendría a Puigdemont de manera proporcional, evitando cualquier imagen violenta. La policía catalana tenía claro además que, si no se lo ordenaba directamente un juez, no lo arrestarían en el interior del Parlament. Con esos elementos, y con la sospecha de que Puigdemont llegó discretamente a Cataluña el martes, diseñaron un operativo en el que tácitamente los Mossos y el propio Puigdemont sabían que tenía margen para regresar entre vítores y directos televisivos. El plan pasaba por darle margen a que se dejase ver, un baño de masas en el paseo Lluís Companys, donde le aguardaba la militancia independentista, hasta encontrar el momento adecuado para arrestarle, a ser posible antes del pleno, al que daban por descontado que quería acudir, como él mismo había anunciado. Un dispositivo a manos completamente de los Mossos d’Esquadra, sin implicación de la Policía Nacional ni de la Guardia Civil. Por su parte, fuentes próximas al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) recuerdan que, al menos desde finales del año pasado, la investigación de los movimientos independentistas no forma parte de los objetivos operativos del servicio secreto, informa Miguel González.

La primera parte del plan giró a la perfección. Con un centro de coordinación montado en la calle de Bolivia de Barcelona, los Mossos siguieron la llegada de Puigdemont, poco antes de las nueve de la mañana, a Arc de Triomf. Un regreso triunfal, acompañado por Jordi Turull, y al menos dos personas más. Se subió a un escenario, formado por varios paneles, y se dirigió a sus seguidores: “Han convertido ser catalán en una cosa sospechosa”. El discurso duró apenas unos seis minutos, y Puigdemont se esfumó detrás de los paneles. Allí, según aseguran fuentes policiales, se puso una gorra, igual que Turull, y se subió a un Honda de color blanco, acompañado del secretario general de Junts, y dos personas más. Las numerosas cámaras no lograron captar ninguna imagen del expresidente entrando, pero sí del vehículo y del resto de acompañantes. Cuando los Mossos quisieron darse cuenta, Puigdemont ya no estaba.

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“Es un desastre de dispositivo, qué hacía ahí la circulación abierta”, lamenta un alto mando de los Mossos. Fuentes implicadas en el diseño admiten sin paliativos el error de creer que Puigdemont iba a acudir al Parlament. “Lo peor son las consecuencias para el cuerpo”, admiten otras fuentes policiales, que tratan a diario con jueces y fiscales. La imagen pública está maltrecha, opinan. A lo que, añaden, no ayuda que los únicos detenidos el jueves fuesen precisamente dos mossos por ayudar a escapar al expresidente. Uno de ellos es el titular del vehículo en el que huyó Puigdemont. Los Mossos además investigaban a todas las personas que pueden haber colaborado en la huida de Puigdemont, entre ellos el secretario general de Junts, Jordi Turull, y al menos un mosso más, indican fuentes policiales.

Al hecho de que Puigdemont se hubiese esfumado casi por arte de magia, se sumó el caos circulatorio por la respuesta posterior de los Mossos, con el dispositivo bautizado como Jaula. “Un descrédito más”, reprochan fuentes policiales, por el hecho de cortar carreteras, revisar trenes, reforzar fronteras, buscar en el puerto y hacer despegar el helicóptero para buscar al mismo Puigdemont al que habían podido rozar con la punta de los dedos solo un rato antes. Los sindicatos exigen explicaciones. “El cuerpo no merece esto, esta vergüenza. El comisario jefe, Eduard Sallent; el director general, Pere Ferrer; y el propio conseller, Joan Ignasi Elena, deben dar todas las explicaciones”, ha lamentado un portavoz de Sap Fepol, Toni Castejón. “Queremos explicaciones de la cúpula policial y política sobre el ridículo al que han obligado al cuerpo”, ha abundado el portavoz de Uspac, Albert Palacio, que ha añadido que el cuerpo está indignado.

El Ministerio del Interior, que ha trasladado en privado a los Mossos su malestar, se limita a apuntar que la competencia de policía judicial en Cataluña recae en el cuerpo catalán, sin valorar en modo alguno la detención fallida del expresidente de la Generalitat, según fuentes del Gobierno. Fuentes de la Policía Nacional critican la inacción del resto de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Consideran que aunque la policía catalana no les hayan pedido auxilio, habiendo una orden en vigor de detención por parte del Tribunal Supremo, deberían haber intentado detener a Puigdemont antes de que llegase al escenario.

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