Taller de superhéroes
Ante una parada cardiorrespiratoria, si esperamos 10 minutos sin hacer nada, las posibilidades de supervivencia son cero. En España, solo el 10% de la población sabe hacer maniobras de reanimación
Un par de cuerpos aparentemente inertes yacen en el suelo de una escuela de negocios en la zona alta de Barcelona. A su alrededor, hay cerca de una decena de personas, pero ninguna sabemos muy bien qué hacer, cómo actuar ante esa escena. El tiempo corre. Y si esos cuerpos inconscientes han sufrido una muerte súbita a causa de una parada cardiorrespiratoria, cada segundo consumido juega en contra. “Si esperamos 10 minutos, las posibilidades de supervivencia son cero. El tiempo es vida. Cada minuto que pasa sin hacer nada, perdemos un 10% de posibilidades de supervivencia”, avisa Oriol Grasas, el instructor de la Sociedad Catalana de Resucitación que imparte este taller de reanimación cardiopulmonar. Porque esto es un cursillo y todo es ficticio: los cuerpos tendidos en el suelo son maniquís. Pero podrían no serlo. Podrías ser tú. O yo. Cualquiera.
La muerte súbita cardíaca, que consiste en una alteración o interrupción inesperada del ritmo del corazón, es muy frecuente: cada año se producen en España unos 30.000 casos y si acontece en la calle, las posibilidades de sobrevivir no superan el 10%. “La muerte súbita puede afectar a todo el mundo y es poco previsible: el 80% pasa fuera del hospital. Pero tenéis que saber que es potencialmente reversible si actuamos”, explica Grasas. El problema es que en España, apenas el 10% de la población sabe hacer las maniobras de reanimación.
Por eso este taller, organizado por la Asociación de Síndromes Arrítmicos relacionados con la muerte súbita (SAMS). Para aprender a reanimar. “Todos podemos ser héroes. Nosotros podemos salvar una vida”, alienta Ángel Quemada, vicepresidente de la entidad. Hace una década, su hijo, de 15 años, falleció de muerte súbita: una noche se fue a la cama y ya nunca despertó. Luego, supieron que el chaval sufría una miocardiopatía arritmogénica, una enfermedad hereditaria que puede causar muerte súbita. Desde entonces, él y su mujer, Ester Costafreda, gerente de SAMS, se vuelcan en concienciar sobre cómo actuar ante una muerte súbita.
Pum, pum. Pum, pum. Ese es el ritmo normal del corazón. Entre 60 y 100 pulsaciones por minuto. “Cuando hay una parada cardíaca, el corazón empieza a temblar, a fibrilar. Y a los pocos segundos, esa fibrilación se va apagando y avanza a asistolia”, expone Grasas ante un público ojiplático. Para el común de los mortales, cuando en una película cualquiera de médicos, hay un monitor que deja de esbozar una línea en sierra en la pantalla y el trazo se vuelve casi recto al son de un pitido agudo continuado, eso es asistolia. Y tampoco es bueno.
Es capital actuar cuanto antes. Grasas apela con vehemencia al “protocolo PAS”: “Proteger, avisar y socorrer”. Primero, dice, uno mismo tiene que protegerse y proteger a la víctima, asegurarse de que ninguno corre más peligros externos. Luego, llamar a los servicios de emergencia (112) para informar de la situación y activar la “cadena de supervivencia”, que son los pasos vitales necesarios para ejecutar una resucitación con éxito. Y cuando todo eso esté hecho, entonces sí, socorrer a la persona. Cada uno, matiza, “en función de sus conocimientos”. Porque se buscan héroes, no temerarios insensatos.
¿Y cómo se socorre a una persona inconsciente? Lo primero es reconocer lo que está pasando. “Si estás sufriendo una parada y el de al lado no sabe reconocerlo, te vas al tanatorio, tengas la edad que tengas”, zanja Grasas sin miramientos. Es importante valorar el nivel de conciencia, acercarse, gritar y zarandearlo si hace falta para ver si responde. “Si está consciente, me lo explicará y yo se lo diré al 112. Pero si no responde al estímulo verbal, al táctil o a la estimulación dolorosa, si está inconsciente, pido ayuda. ¡Grito ayuda, pero no me voy a buscarla!”, puntualiza el instructor.
En caso de inconsciencia, el siguiente paso es valorar la respiración. ¿Cómo? Si se escucha respirar, se siente el aliento o el pecho sube y baja, es buena señal. Pero la decisión de si respira o no, hay que tomarla rápido, “en 10 segundos”, resuelve Grasas, porque el tiempo sigue corriendo. Si respira, se le colocará en posición lateral de seguridad, para evitar, por ejemplo, que se atragante si vomita. Pero si está inconsciente y no respira con normalidad, ya uno puede asumir que esa persona está en parada cardíaca y hay que empezar inmediatamente la reanimación.
Suena Stayin’ alive, de los Bee Gees. O la intro de Bob Esponja. O la Macarena. Ya eso a gusto del superhéroe en prácticas, pero que el ritmo le sirva para marcar la frecuencia de las compresiones: 120 por minuto. “Con las compresiones estamos manteniendo la circulación, hacemos que siga saliendo sangre por las arterias y llegue a los órganos. Además, mantenemos durante más tiempo la fibrilación para que cuando llegue el desfibrilador automático (DEA) haga la descarga. Porque el DEA solo la hace si detecta que la persona está fibrilando. En asistolia no descarga”, explica Grasas. Las compresiones se hacen en el centro del pecho, con las manos entrecruzadas y los brazos estirados, para hacer una fuerza perpendicular de unos cinco centímetros. “Paramos las compresiones cuando llegue el Sistema de Emergencias Médicas (SEM); o cuando el paciente despierte, se mueva o hable; o cuando no puedas más y estés agotado”, ordena el instructor.
Los DEA, que ahora se pueden encontrar en el transporte público, centros comerciales u oficinas, por ejemplo, son más simples de utilizar de lo que pueda parecer: solo tienen dos botones (encender y descargar) y las instrucciones ya indican dónde colocar los electrodos que darán la descarga y cómo proceder. Al pegarlos en el pecho, la máquina ya analiza el corazón y, si detecta que fibrila, recomienda apretar el botón de descarga. Si no aconseja el chispazo es porque la víctima respira o porque está en asistolia, “que aunque no es desfibrilable, puede ser reversible, pero hay que seguir con las compresiones”, indica Grasas.
No hay que temer al DEA, avisa: “No le hace mal a nadie. Solo descarga si nota que está fibrilando. Es un aparato totalmente seguro. Y si no es efectiva la primera descarga, la persona seguirá en paro, sin respiración, ¡y habrá que seguir con las compresiones!”.
Las prácticas con los maniquís demuestran que el sentido común ayuda a memorizar los pasos de la cadena de supervivencia. Y revela también que las comprensiones, si están bien hechas, cansan. Mucho. Así que hay que centrar la mente y concentrar las fuerzas. De ello puede depender la vida de alguien. Palabra de superhéroe.
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