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Crónica de siete horas agónicas en el Parlament

ERC ha ido asumiendo a medida que avanzaba el pleno la caída de los Presupuestos y la inevitable convocatoria electoral

Pere Aragonès mira a Jéssica Albiach, líder parlamentaria de los comunes, en un momento del pleno de este miércoles en el Parlamento catalán.Foto: ALBERT GARCIA | Vídeo: EPV
Àngels Piñol

Eran cerca de las 15.45 de este miércoles cuando el Parlament tumbó el proyecto de Presupuestos del Govern por un voto (68 a 67) y la presidenta de la Cámara, Anna Erra, de Junts, anunció el segundo punto del orden del día consistente en el debate de la ley de medidas fiscales y financieras que acompañan a los Presupuestos. El president Pere Aragonès tomó la palabra, se puso en pie y afirmó: “La voluntad del Govern, teniendo en cuenta el resultado, es retirar ese proyecto de ley. Le pido hacer un receso para hacer una reunión y adoptar formalmente esa decisión”. “Dada la petición, hacemos un receso de ¿10 minutos? ¿Un cuarto?”, le preguntó ella, impasible. No le contestó. “Ya me avisará, entonces”, zanjó Erra en medio de una carcajada general. El Ejecutivo ya anunciaba para entonces un Consell Executiu en el Palau de la Generalitat y que Aragonès comparecería después en la Galería Gótica, el escenario de las ocasiones solemnes. La máquina electoral del 12 de mayo estaba en marcha.

El final precipitado de esta legislatura, que coincide paradójicamente con la aprobación de la ley de amnistía, se empezó a intuir a primera hora de la mañana cuando Albert Batet, presidente del grupo de Junts, pidió un proyecto claro de Presupuestos o bien la convocatoria de elecciones. Su agrio discurso evocó al que pronunció en septiembre de 2022 cuando le reclamó a Aragonès que, pese a ser socios, se sometieran a una cuestión de confianza. Aquel episodio fue el preludio de la ruptura entre Junts y ERC y el nacimiento de un Govern de los republicanos en solitario que ha ido surfeando y aprobando cuentas con el apoyo del PSC y de los comunes, que esta vez han exigido para dar el sí la retirada del Hard Rock, el megacasino de Tarragona con sus 1.200 máquinas tragaperras. El PSC imponía para validar las cuentas la condición opuesta.

Junts hizo una propuesta de última hora de acercamiento, que ERC rechazó por sostener que no era nueva. El margen se empezaba a estrechar y solo quedaba insistir en la opción de los comunes que desde primera hora ya anticiparon por los salones del Parlament que su oposición al complejo recreativo era irrevocable. “Ni nos manda Madrid ni nos manda La Caixa. Somos una fuerza soberana”, afirmó Jéssica Albiach, líder de la coalición de izquierdas. Los corrillos en los salones de la cámara se fueron multiplicando y el día empezó a adquirir a pasos agigantados el rostro de jornada histórica, esa etiqueta tantas veces vivida durante el procés y ahora ya casi archivada. Miembros de ERC se resistían al mediodía a aceptar la convocatoria electoral a la espera de una pirueta final.

Con un tanteo tan ajustado y con agrios reproches electorales entre unos y otros, la mirada se posó entonces en los dos diputados del Grupo Mixto: Antonio Gallego, ex de Vox y Cristina Casol, ex de Junts. No se sabe si su voto fue sondeado. El primero dejó claro que rechazaba las cuentas, pero la segunda les dio su apoyo pese a que no hace tanto abominaba del Hard Rock. El resultado se quedaba en un empate a 67 porque un diputado de Vox no estaba en el hemiciclo y volvía por la tarde. Con un empate, las enmiendas a las cuentas habrían decaído. En ese momento, Erra renunció a adelantar la votación y respetó el horario a partir de las 15.30, como estaba previsto desde el principio, en medio de los aspavientos de Esquerra, que vio una última posibilidad en medio de la agonía. “La mesa ordena el debate”, le replicó Erra a Marta Vilalta (ERC) en medio de una profunda indignación de los republicanos que aseguran, dicen fuentes de ese partido, que Batet envío un mensaje a Erra para atrasar y no perder la votación.

El president Pere Aragonès, este miércoles, en el Parlament.
El president Pere Aragonès, este miércoles, en el Parlament.Albert Garcia (Albert Garcia)
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Quedaba la última carta: impugnar el voto de Lluís Puig, el diputado y exconsejero huido de la justicia española en Bélgica. Su voto siempre se contabiliza y ERC rápidamente desmintió la hipótesis de que quisiera esta vez impugnarlo. La sesión empezó por la tarde con un leve e hilarante parón del sistema informático y la petición de Carlos Carrizosa, de Ciudadanos, de que se rechazara el voto de Puig porque a su juicio podía vulnerar el resultado. La mesa suspendió el pleno, se reunió y lo desestimó. Y se votó: 68 a 67. Presupuestos rechazados y de vuelta a la plaza de Sant Jaume. Erra pidió a Aragonès cuánto tiempo debía durar el receso. Ya no volvió.

Sobre las 18.30, nueve horas después del inicio de un pleno tan abrupto y con la convocatoria del 12-M sobre la mesa, la sesión se reanudó. “La sede de la soberanía merece respeto y despreciarlo, es despreciar a todo el país. Hay que aprender los errores y hacer autocrítica. Hay que escuchar a la ciudadanía, tener generosidad y capacidad de llegar a acuerdos. No conseguiremos avanzar si pensamos que solo nosotros y solo nosotros representamos a la gran mayoría del país”, dijo Erra despidiendo así la legislatura con la ausencia total de los consejeros y la bancada del Govern vacía. Poco después, los diputados de ERC se hacían sonrientes, en el hemiciclo, una fotografía de familia.

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