Ya no tenemos padres
En materia de lengua, conviene conservar las buenas formas al tiempo que los hablantes nos abrimos a nuevos modos de trato
Tenemos personas progenitoras: para el legislador catalán que se nos viene encima, el uso de la expresión “pares”, entendida como colectivo dual (“pare i mare”), quedará proscrito, por políticamente incorrecto. Así, el futuro art. 211-10.1 del Codi civil de Catalunya dice “L’autoritat judicial pot concedir l´emancipació […] si hi ha causes que fan impossible la convivència amb les persones progenitores”. Otros artículos en proyecto hablan de “el progenitor”, o hasta de “pares i/o mares” (Projecte de llei d’actualització, incorporació i modificació de determinats articles del Codi civil de Catalunya, BOPC, 19 de diciembre de 2022). La exposición de motivos del proyecto originario explica cómo, a lo largo del proceso de codificación del derecho civil catalán, se han realizado esfuerzos para normalizar, de forma igualitaria, inclusiva y no sexista, el lenguaje que utilizan las normas para hacer real y efectiva la visibilidad de las mujeres y de los modelos familiares actuales, pero que, sin embargo, todavía predomina el androcentrismo. El disparate es tan bien intencionado como mayúsculo: “descendència” por “descendents”, “persona bona administradora” por “bon administrador”, “persona menor” por “menor”, “persona hereva” por “hereu” y así sucesivamente.
Bueno, señoras y señores, alguien había de dejar constancia escrita de que la erradicación del masculino genérico es un dislate y así lo estoy haciendo, mil disculpas. Escribir cosas tales como que “los maestros y las maestras serán recompensados y recompensadas” es hilarante y un delirio de la razón lingüística. Los coches de la policía catalana siguen llevando pintada en sus puertas la expresión “mossos d’esquadra” y a nadie se le ha ocurrido cambiarla por “mossos i mosses”. Por ahora.
En octubre de 2023, el Institut d’Estudis Catalans aprobó un documento sobre el lenguaje inclusivo en el cual reiteraba que, en catalán, como en otras lenguas románicas, el masculino es el género no marcado y puede incluir todos los elementos sin establecer distinciones de sexo. Por ello, añadía, en la oración “els gossos d’atura són molt intel·ligents” nos podemos referir a todos ellos sin diferenciar entre machos y hembras. En cambio, añadía, el femenino es un género marcado y no puede incluir individuos de género distinto. Concluía señalando estrategias para visibilizar a las mujeres en el discurso, como usar formas dobles, pero desaconsejaba su generalización absoluta. Y, por supuesto, rechazaba expresamente el uso de “-i” como marca flexiva de género (“totis” por “tots i totes”).
Parecidamente y, para el castellano, en 2020, la Real Academia de la Lengua ya había recalcado la obviedad de que el masculino genérico sirve a la economía lingüística, permite la variedad estilística y la flexibilidad comunicativa (RAE, “Informe sobre el lenguaje inclusivo y cuestiones conexas”). Los franceses, por poner un último ejemplo, también han rechazado oficialmente el lenguaje inclusivo.
En materia de lengua —catalana, castellana, francesa, etc.— conviene conservar las buenas formas al tiempo que los hablantes nos abrimos a nuevos modos de trato. Pero con parsimonia, por favor: la apoteosis del tuteo y la reducción consiguiente del “vostè” —y del “vós”— en el trato formal y educado a una persona se ha producido hasta en las comunicaciones escritas de mis bancos, pero ningún empleado de las dos o tres entidades financieras en las cuales mantengo abierta una cuenta me abordaría tuteándome de entrada. Tampoco hace falta prescindir de los padres.
Pablo Salvador Coderch es catedrático emérito de derecho civil en la Universitat Pompeu Fabra
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