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Una apuesta de máximo riesgo llamada Hard Rock

El incierto futuro del macrocasino en Tarragona condiciona los presupuestos de la Generalitat

Terrenos entre Vila-Seca y Pineda de Mar ( Tarragona ) donde surgirá el Hard Rock. Massimiliano Minocri
En el centro, los terrenos entre Vila-Seca y Pineda de Mar (Tarragona) donde surgirá el Hard Rock.massimiliano minocri
Dani Cordero

Cuando Artur Mas lo presentó en sociedad en 2012, el recinto de macrocasinos BCN World era una fuente de prosperidad a la salida de una gran recesión y una victoria ante Madrid, que meses antes le había birlado Eurovegas. Ha pasado el tiempo y la ruleta sigue girando. El proyecto ha menguado, ha cambiado de nombre (ahora es Hard Rock Entertainment World) y de aquella foto apenas queda Criteria Caixa entre los protagonistas. La aprobación del plan urbanístico divide a la sociedad catalana y ha abierto una batalla en la izquierda de la que difícilmente nadie saldrá incólume a menos de un año de las elecciones autonómicas. ERC se juega aprobar los presupuestos de 2024, su último balón de oxígeno para completar la legislatura, y el PSC le exige autorizarlo con la misma fuerza con la que los comunes le reclaman paralizarlo.

Los republicanos han tratado sin suerte de sacar de la ecuación presupuestaria a Hard Rock, subrayando que las cuentas que llevó esta semana al Parlament no incluyen ni un euro para el recinto. “No me entusiasma”, dijo sobre el proyecto Pere Aragonès el jueves en una entrevista en televisión, aunque sin llegar al “tengo la esperanza de que los promotores de Hard Rock den marcha atrás” que lanzó en verano el consejero de Salud, Manel Balcells. Entre uno y otro parecen estar los sentimientos del Govern.

Pero el president no se ve capaz de hacer descarrilar una inversión a la que dio vía libre en 2016 desde el Departamento de Economía. Hacerlo supondría entrar en zona de riesgo: la petición de una indemnización millonaria por parte del grupo estadounidense, que ha aportado fianzas y ha inmovilizado recursos para mantener la licencia que ganó en 2018, y que tendría impacto sobre quien firmara ese acto de defunción del proyecto. Hard Rock tiene derecho a operar un casino que se situaría entre los de mayores dimensiones de Europa y se aproximaría a las grandes casas de juego existentes en Las Vegas y Macao. Un hotel de 75 metros de altura (similar a la que tiene la montaña rusa Shambala del cercano parque temático PortAventura) ubicado en lo que hoy son campos albergará 7.600 metros cuadrados dedicados al juego, con 1.200 máquinas tragaperras y 100 mesas de apuestas.

La polémica en torno a Hard Rock ha surgido con fuerza en los últimos meses por la inminencia con la que se espera el informe ambiental que dé luz verde al plan director urbanístico (PDU), que tuvo que ser reformulado tras una sentencia contraria del TSJC que divisaba riesgo químico por la proximidad de la industria Ercros. Esa aprobación es una línea roja, porque activaría el calendario para que Hard Rock tuviera que adquirir los terrenos donde levantará el complejo.

Hay también ahí un embrollo jurídico. La Generalitat asegura que debe haber un acuerdo “entre los privados”, que son Hard Rock y Criteria Caixa, propietaria de los terrenos. Desde el brazo inversor de La Caixa aseguran, sin embargo, que quien debe acordar la operación es Hard Rock con Incasòl, porque Criteria no puede vender directamente a una empresa vinculada al juego y transferirá la pastilla de terreno al organismo de la Generalitat (previo pago). Y Hard Rock, a través de un correo electrónico, asegura que no hay novedad alguna en el proceso. A falta de concretar el precio, la compañía de la tribu seminola tendría que pagar en torno a 130 millones por los terrenos, en una inversión conjunta que inicialmente tendría que ser de 700 millones, según las referencias facilitadas en 2018.

Si Hard Rock no cumpliera con sus compromisos y plazos, también tendría que pagar una indemnización a la Generalitat, por lo que pensar en un cierre consensuado de la operación, sin impacto económico para ninguna de las partes, es incluso plausible. Fuentes del Govern han señalado que el grupo está buscando financiación para pagar su plan, pero es una cuestión no confirmada.

Uno de los interrogantes es si la coyuntura ha cambiado. La última instalación europea de unas dimensiones similares a la que planea Hard Rock en Tarragona se ha levantado en Chipre. La controla Melco, uno de los grupos que pujaron por estar en Tarragona cuando había en juego diversas licencias y que acabó renunciando en 2017 para centrarse en la isla mediterránea. Y dio portazo pese a que se había asegurado ya en Cataluña una reducción del impuesto a los casinos en 2014 (aprobada por PSC y CiU) del 55% al 10%, una de las grandes barreras que tiene el negocio del juego en Europa. En el país chipriota han invertido más de 600 millones de euros en un recinto de las dimensiones de un estadio de futbol, donde trabajan unas 2.000 personas y cuyo establecimiento incluye 100 mesas de juego y 1.000 máquinas tragaperras. Su implantación cuenta con el apoyo del Gobierno local, que ha señalado el negocio del juego como uno de los pilares de su economía: espera que el nuevo recinto de Limassol atraiga a 300.000 turistas al año, sobre todo de Israel, Oriente Próximo y África.

Entre los comunes y el PSC

Los comunes argumentan que justamente la sequía que asola Cataluña es un buen argumento para acabar con el proyecto o, al menos, generar una moratoria que lo retrase. El PSC reclama, y lo exigió en la negociación prespuestaria de hace un año, que simplemente se mantenga la tramitación administrativa del PDU como sucedería en cualquier estado de Derecho. Aunque la presión territorial es fuerte para los socialistas, que en 2014 fueron muy activos para sacar adelante las normas necesarias para sacar adelante el complejo. Hoy esa presión tiene un nombre, Pere Granados, alcalde de Salou ahora bajo el paraguas del PSC, pero que también lo fue con Junts.

Ese era el objetivo cuando se presentó originalmente BCN World, el embrión del proyecto de Hard Rock. Entonces, en plena salida de la recesión y cuando se preveían seis y no solo un macrocasino, el Govern vio con buenos ojos la propuesta que le ofrecían. Cuando se puso en marcha la elaboración del Plan Director Urbanístico, en 2016, la idea era la misma. Las presentaciones de la Generalitat destacaban el proyecto por su capacidad de desestacionalizar la llegada de turistas a la Costa Dorada y de ampliar el rango de visitantes a Estados Unidos y Asia, los dos grandes mercados del juego. Pero ahora, Las Vegas, referencia histórica del juego, busca una refundación reduciendo el protagonismo de los casinos para dárselo a los eventos deportivos, como la Fórmula 1, y al espectáculo. Mientras tanto, Macao intenta fortalecer su espíritu de Las Vegas asiática.

Empresarios del sector del juego consultados por EL PAÍS dudan sobre la posibilidad de que el proyecto pueda salir adelante sin mayores facilidades legales que las vistas hasta ahora. “En España, el modelo es más callejero, en todos los barrios hay salas o hay tragaperras en los bares, y, en cambio, los casinos en general pierden dinero”, explica un actor del sector bajo la condición del anonimato, que duda de la rentabilidad de un casino integrado como el que proyectó en su día Hard Rock en Tarragona. “Podría funcionar en Londres o París, incluso en Barcelona, pero dudo que un turista americano que quiera jugar vaya a Tarragona”. Es posible que esa rentabilidad de la que habla esté más vinculada a la explotación del hotel y a los espectáculos que pueda ofrecer, siempre y cuando sea capaz de atraer público.

Hay otro análisis, el estadístico. Y entonces Hard Rock tiene muchos números de quedarse en nada, como sucedió con otros proyectos similares y fallidos en España: Gran Scala (Huesca), Reino Don Quijote (Ciudad Real) o Eurovegas (Madrid). O incluso el que el grupo americano planteó en Hungría y nunca vio la luz.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Es integrante de la redacción de EL PAÍS en Barcelona, donde ha desempeñado diferentes roles durante más de diez años. Licenciado en Periodismo por la Universidad Ramon Llull, ha cursado el programa de desarrollo directivo del IESE y ha pasado por las redacciones de 'Ara', 'Público', 'El Mundo' y 'Expansión'. 
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