Cataluña, tierra de bombas
Los artificieros de los Mossos d’Esquadra dibujan un mapa con una docena de hallazgos vinculados a conflictos bélicos
Cataluña es una tierra de bombas. Muchas las sufrió su población, y otras tantas aguardan enterradas, en el lodo del río Ebro, o bajo un falso techo de un monasterio de monjas de clausura a la espera de que una casualidad las saque a la luz. Los artificieros de los Mossos, los Tedax, han elaborado un mapa con una docena de episodios en los últimos 20 años que explican la historia de un país que ha sufrido las guerras de sucesión, la guerra de la independencia, las guerras carlistas y una guerra civil.
“Entre el 10 y el 20% de los artefactos sin explotar que se lanzaron en la Guerra Civil no funcionaron y algunos de ellos se encuentran repartidos por el territorio”, explica la policía catalana. En la última década, los Tedax han intervenido en total 8.273 artefactos. Entre estos, 100 bombas de aviación, 2.010 granadas de mano, 3.491 granadas de mortero, 26 granadas de fusil, 237 espoletas, 189 cohetes, 6 minas o 237 espoletas. “La mayoría de potencias que combatieron en la Segunda Guerra Mundial, probaron las armas y las técnicas durante la Guerra Civil española”, ha añadido el sargento subjefe de los Tedax, Gustau Aparisi.
Casi siempre, un tropiezo casual es lo que ha puesto a la policía detrás de los explosivos. Los más antiguos que constan en los ficheros de los Mossos datan de 2001, cuando un pescador en Roses (Alt Empordà) topó con una mina de orinque, submarina, de la Segunda Guerra Mundial. El hombre la arrastró en su red de pesca hasta el puerto. Y allí la dejó. Cuando regresó en moto para enseñársela a su novia, se encontró el lugar acordonado por los Mossos. En los últimos años, la policía catalana ha destruido una quincena de minas de orinque. “La corriente del Mediterráneo las lleva a la bahía de Roses y la zona de la Cala Montjoi”, ha detallado el sargento.
En otra ocasión, la policía encontró bombas en los cimientos de sus propias instalaciones. Ocurrió en 2006, cuando construían la comisaría de los Mossos en Cerdanyola del Vallès (Vallès Occidental). Se hallaron tres bombas de aviación de la Luftwaffe de Alemania. “La legión Cóndor operó en el bando franquista. Es un material que se testó aquí, como las técnicas de bombardeo de la población civil”, ha relatado en rueda de prensa el sargento. En los cimientos de la comisaría hallaron 250 kilos de artefactos, con una carga explosiva de 130.
“Estamos rodeados por la historia”, ha seguido el sargento, que ha destacado también el antiguo castillo de Sant Julià de Ramis (Gironès). En un escondite, que suponen que dejaron abandonado, hallaron 104 proyectiles de artillería, y más de 1.000 kilos de pólvora, que encontraron en 2012, cuando se rehabilitaba el lugar. Igual que en la rectoría de la antigua iglesia de Sallent, que fue tomada por la CNT y utilizada como local de la organización. En unas obras de 2017, encontraron bajo una pared falsa 445 granadas de mano, 7,6 kg de dinamita, y 2.000 cartuchos.
“Muchos soldados que se retiraban lanzaban el armamento en torrentes o bancos para liberar peso”, ha contado en la misma rueda de prensa el archivero de Sant Just Desvern (Baix Llobregat), Jordi Amigó. Y muchos lo hacían cerca de la frontera, antes de que los “gendarmes les encontrasen las armas”, lo que explica que no todos los hallazgos sean en antiguas zonas de combate. “Es muy conocido el caso de Camprodon, Coll d’Ares o el Molló”, ha indicado sobre las poblaciones del Ripollès.
O Agullana (Alt Empordà), donde los Tedax encontraron una masía destruida durante la guerra, en la que vivió un agente de aduanas, que en realidad trabajaba para la República, y poseía un polvorín que fue destruido. De aquella voladura, quedaron 1.000 artefactos “vivos”, que necesitaron una excavación arqueológica para dar con ellos. “Agullana fue la última sede del Gobierno de la República. Ahí vivía Lluís Companys, [Juan] Negrín, y el lehendakari [José Antonio] Aguirre”, ha recordado el sargento de la policía catalana.
El hallazgo subacuático más importante habla de la batalla del Ebro. En el lodo del río, buscando a un turista desaparecido en 2015, los agentes encontraron proyectiles lanzados por la aviación alemana e italiana. La tesis es que un camión cruzaba el río, fue derribado, y lograron recuperarlo, pero parte del material que cargaba se quedó allí, según han contado este martes.
De los casos más curiosos se encuentra el de unas monjas de clausura, en Vic (Osona), que además tuvieron que romper el voto de silencio. Al menos una de ellas, cuando en la reforma de su celda en 2017 hallaron 30 kilos de dinamita, 26 granadas de mano, 290 detonadores, dos fusiles y 2.232 cartuchos, entre otros. La monja pidió que, a ser posible, acudiesen al convento mujeres policía. El Monasterio de Santa Teresa fue ocupado por combatientes anarquistas durante la Guerra Civil, y posteriormente usado como cuartel de la Guardia Civil, antes de devolvérselo a la orden de las Carmelitas descalzas.
Uno de los últimos sustos con material explosivo se lo llevó una familia en Castellbisbal (Vallès Occidental), en el mes de enero. Escondido tras un falso techo, hallaron 12 granadas. El edificio tiene su propia historia, y durante la guerra estuvo en manos de la CNT, para luego pasar a ser de La Falange. La sospecha es que se quedó ahí escondido y no ha aparecido hasta que la familia que originalmente poseía la vivienda, la vendió.
Los Tedax, que en la actualidad lo conforman 57 agentes, también han participado en la investigación del hallazgo de cadáveres. Como ocurrió en La Pobla de Massaluca (Terra Alta), donde en 2021 dieron con restos humanos de un soldado caído durante la Guerra Civil, cerca de material explosivo. O en Camarasa (La Noguera), en 2009, donde también se localizaron cerca de un artefacto restos de combatientes. En ocasiones, han ayudado también a cartografiar terrenos, como los de un antiguo campo de tiro en Calbinyà (Alt Urgell), en 2014, donde se hacían prácticas con granadas de mortero.
Los Mossos también han intervenido en accidentes graves de coleccionistas debidos a “excesos de confianza”. Ocurrió en la comarca de La Noguera, en Balaguer, en 2009, y también en Térmens, en 2006. En ambos casos, las personas fueron heridas de gravedad. “La tenencia de estos artefactos está penada por el código penal, incluso las piezas desmontadas. Y también por el reglamento de armas y explosivos”, advierte el sargento, ante la tentación de acumular bombas, dinamita u otros explosivos que explican, además, la historia de un país.
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