Sílvia Munt mete a Napoleón en la bañera en una obra de teatro en Barcelona
En la comedia ‘Els Buonaparte’, escrita por Ramon Madaula, el emperador discute con su hermano José sobre la guerra en España, con el mameluco Rustam de testigo
Parece que Sílvia Munt y Ramon Madaula quieran enmendarle la plana a Ridley Scott, nada menos. Mientras el Napoleón del cineasta sigue cosechando reproches de historiadores, entre otras cosas por el hieratismo de Joaquin Phoenix y la total ausencia de España en el metraje, la directora y el dramaturgo proponen una obra de teatro sobre el personaje que se centra en la Guerra de Independencia y bucea en la naturaleza más humana e íntima del emperador. Hasta tal punto que lo presentan metido en una bañera (un poco a lo Marat), y en discusión familiar con su hermano José, el famoso Pepe Botella, ambos en ropa interior la mayor parte de la función. Sin embargo, la comedia Els Buonaparte, que se estrena el próximo día 20 (hasta el 14 de enero) en el Teatre Akadèmia de Barcelona, la escribió Madaula, puntualizan, mucho antes de que llegaran el Napoleón de Scott y todo su revuelo.
Munt cree que la película no les hace daño, pues “son dos versiones de Napoleón muy distintas”, mientras que Madaula bromea que en todo caso le ha copiado Scott, pues él fue primero. Y con respecto a Phoenix opina: “Es un gran actor, pero lo más alejado a Napoleón en su interpretación ensimismada que pueda imaginarse. Napoleón era un tipo con charme, con encanto, gran sentido del humor, vital, un mediterráneo”. Y alguien muy inteligente que no paraba de leer, reflexionar e innovar, incluso siendo un soldado, añade la directora, que resalta que el corso más famoso tenía una idea de la familia como mafia”.
En la pieza de los dos creadores catalanes (que son pareja), Napoleón (interpretado por Pau Roca) y José (David Bagés), Napoleone y Giuseppe, se citan en un caserío en Vitoria para debatir en privado sobre la situación en España y lo hacen ellos dos solos con la única presencia del famoso guardaespaldas y criado mameluco del emperador, Rustam (encarnado por Oriol Guinart). Madaula recalca que la reunión de los dos hermanos es histórica. “Se encontraron ahí el 5 de noviembre de 1808. José, nombrado en junio rey de España por Napoleón, se había rajado del tono y huido de Madrid tras la derrota de las tropas francesas en Bailén. Al saber de su deserción, el emperador vino enfadado a reñirlo y a hacer que regresara inmediatamente a su puesto. No hay testimonios de lo que se dijeron exactamente en ese encuentro, pero lo hemos reconstruido en base a las muchas cartas que se cruzaron los dos hermanos a lo largo de su vida”. Apunta que el 50 % de lo que dice en la obra Napoleón es histórico, y el 30 % de lo de José, mientras que el texto de Rustam es bastante inventado. El dramaturgo, que también es director y actor (precisamente en la actualidad encarna al fantasma del rey Jaume I en la comedia Conqueridors en el Teatro Goya de Barcelona), subraya que la estancia de Napoleón en España está muy poco explicada —no digamos por Ridley Scott— pese a la importancia que el país y su guerra tuvieron para el emperador, que consideraba la península su talón de Aquiles. “España le salió rana a Napoleón, se les va de las manos y los dos hermanos tienen ideas contrapuestas sobre cómo actuar”. Para Madaula, Napoleón (“de todos los tiranos de la historia, el mejor tirano”) quería imponer la Ilustración por la fuerza y José por la razón.
Me interesa todo lo que surge cuando Napoleón se queda en calzoncillos”
Sílvia Munt, que se declara fan del Napoleón de Ludwig en lo literario y del de Abel Gance en lo cinematográfico, destaca que a los hermanos Bonaparte los ponen literalmente en calzoncillos con un texto que permite entender a dos personajes muy complicados, y de los más poderosos del mundo entonces, en una noche de disputas, llena de detalles íntimos, confesiones, celos y desconfianzas. “Me interesa todo lo que surge cuando Napoleón se quita el uniforme. No llevamos a escena a Napoleón para que explique batallas, sino para presenciar el debate dialéctico entre dos hermanos, uno más fuerte, testosterona pura en principio, el otro más débil, ante los ojos de alguien que podemos definir como un superviviente, Rustam”. Munt cree que si Napoleón hubiera escuchado a los otros dos, “igual no habría acabado como acabó”. La directora bromea con el hecho de que al autor de la obra “lo tengo cerca muy a menudo” aunque “nos damos una distancia respetuosa en nuestras carreras para no saturarnos”.
Para Madaula, su obra se centra en el “hueso” de los Bonaparte que es la relación familiar, la de unos hermanos muy malos a la hora de quererse. “Se quieren, pero no saben quererse”, señala y reflexiona: “De las relaciones entre hermanos en general se habla muy poco, y resulta que son más complejas que las relaciones de los padres con los hijos o las de pareja. Hay mucho ahí detrás”. Más allá de ese tema, “a mí Napoleón me fascina como a mucha gente”. Avanza que Napoleón acaba mostrando su “vulnerabilidad” (no en balde está en una bañera y valga la frase) y “se rompe”
La inclusión de Rustam ha sido para tener un contrapunto. “Rustam es escolta y mascota de Napoleón y quizá medio amante, siempre estaba a su lado y dormían juntos”, dice Madaula. Munt señala que Rustam pone la parte práctica y “femenina” en la obra, y que el mameluco fue precedente de muchas cosas, como el mestizaje cultural (georgiano de padres armenios fue esclavizado por los turcos, vendido en El Cairo y luego regalado a Napoleón cuando este invadió Egipto).
Hacer de Napoleón, considera por su parte Pau Roca, “requiere mucha humildad, nunca llegarás a hacerlo completo”. Añade que hay que tratar de mostrarlo “terrenal, con sus traumas y afectos”. Afortunadamente, “Ramon lo ha escrito con mucho sentido del humor; a veces a mí mismo me cuesta contener la risa como Napoleón”.
José, es un personaje muy complejo, recalca David Bagés, que recuerda que si no hubiera existido Napoleón su hermano mayor (le llevaba un año) “estaría igual en los libros de historia, pues ya se paseaba por los escenarios políticos cuando su hermano era un simple militar que no había desplegado aún sus talentos. Bagés, con algo de síndrome de Estocolmo actoral, considera que se le debe a José darlo a conocer más allá del mote de Pepe Botella. “Se le ha vilipendiado tanto en el Estado español”, deplora, “cuando en realidad los Borbones tampoco son de aquí y están reinando”. Y deja caer: “Francés por francés, igual mejor el corso”. Metiendo baza, Madaula sentencia: “Pepe Botella es el único rey bueno que hemos tenido”. Abunda Bagés que además “era abstemio”, y que “muchos historiadores creen que el reinado de José habría sido muy bueno para España, pero no se supo aprovechar”. Recuerda que hizo grandes cosas, “era ilustrado, erudito y sensible, y en Nápoles estaban encantados con él”. Pero “no había nacido para ser un héroe, en la familia estaba claro quién tenía ese papel”.
Oriol Guinart (Rustam) destaca que desde la primera lectura se ha reído mucho. “Es una comedia muy divertida y de la que te llevas mucha información histórica en una hora y media. Hemos trabajado mucho la humanidad y verdad de estos personajes. No quedarnos en el estereotipo”. Dice que en su vida nunca había hecho tantas cosas en un escenario como haciendo del mameluco. Lo que sin duda es una frase.
La escenografía del espectáculo en el Akadèmia está centrada en la bañera (“el diazepam de Napoleón”, Munt dixit) y se proyectan algunas imágenes “que están en la cabeza del personaje”, mientras que es un elemento importante el mapa de las conquistas de Bonaparte. “Cuando piensas en Napoleón, piensas en un mapa”, dice la directora. La obra, que Madaula escribió originalmente en castellano con la idea de hacerla en Madrid, donde está proyectado que pueda verse luego, tiene previsto girar por Cataluña.
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