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pactos de gobierno
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nogueras y el tufo a motín

Con sus argumentos y descalificaciones, Junts refuerza a sus adversarios y a esa peste golpista alimentada por Vox

La diputada de Junts, Míriam Nogueras, llega al Congreso antes de la investidura de Pedro Sánchez.
La diputada de Junts, Míriam Nogueras, llega al Congreso antes de la investidura de Pedro Sánchez.Samuel Sánchez
Enric Company

Hay un tufillo a motín en la agitación de las derechas para evitar la reelección de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. En un vídeo de EL PAIS sobre las manifestaciones de estos días en Madrid ante la sede central del PSOE aparece un hombre con ese aire de vecino del barrio de Salamanca, bien vestido, bien peinado, digno, con aspecto de alto funcionario jubilado o militar retirado, que lo dice muy claro: “Estamos esperando a ver qué hacen las fuerzas armadas y el Rey”. Eso sucedía al mismo tiempo que centenares de jueces, magistrados, fiscales y abogados se concentraban ante los edificios de los juzgados en varias capitales de provincia para pronunciarse contra la anunciada amnistía de los condenados o encausados por la revuelta catalana de octubre de 2017.

Este tufo golpista ha sido alimentado descaradamente por Vox y sus terminales ultraderechistas, por la prensa reaccionaria y por los llamamientos de Aznar a la movilización general de sus seguidores. A todo ello se ha sumado el manifiesto de 50 militares retirados que reclaman a las Fuerzas Armadas que destituyan a Sánchez, a menos de 24 horas de ser investido como presidente por el Congreso de los Diputados y la misma mañana en que prestaba juramento del cargo ante el Rey. Piden un golpe de Estado. Este es el clima del 20 de noviembre de 2023.

Las fuerzas conservadoras viven en España inmersas desde hace más de un siglo en una placenta ideológica empeñada en presentar al catalanismo como la causa de los males de España. Si, por resumir, alguien lleva años leyendo cada mañana el diario Abc, oyendo a Jiménez Losantos por la radio o la televisión, votando al partido de Fraga o Aznar, y está acostumbrado a ver como la cosa más normal que en el centro de Madrid, por ejemplo, se reparta propaganda falangista entre los tranquilos paseantes domingueros, ese alguien tiene por fuerza que considerar a Carles Puigdemont como la encarnación del mal.

Este no es el clima general de España, pero sí de partes de ella muy importantes y muy influyentes, porque están incrustadas en los órganos del poder. La votación de la investidura de Sánchez lo indica sin maquillaje. Hay 11,2 millones de electores detrás de los 171 escaños que votaron contra esta investidura. Los que votaron a favor son más, 12,6 millones, y tienen más escaños, 179, cierto. Pero la diferencia es relativamente corta.

Esta es la razón que convierte en incomprensible la actitud con la que Junts, por boca de su portavoz, Míriam Nogueras, se ha enfrentado a la situación en el Congreso de los Diputados en esta legislatura y la anterior. Nogueras y su partido han alimentado sistemáticamente la tesis de que, respecto a Cataluña y el catalanismo, el progresismo español es lo mismo que el conservadurismo nacionalista heredero del franquismo. No han dejado de descalificar rotundamente a quienes han apostado por el diálogo, tanto desde Cataluña como desde el Gobierno de Sánchez. Ahora se empeñan en la impostura de desmerecer insensatamente su propia renuncia al unilateralismo presentando la amnistía pactada como una gran victoria del independentismo. Como si en vez de una rendición fuera el inicio de una nueva etapa en pos del objetivo al que en realidad están renunciando. Desmienten con su actitud lo que a la hora de la verdad han votado. Aportan argumentos que refuerzan a sus adversarios y ni siquiera se dan cuenta de que lo hacen.

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