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La Ludwig Band: “El rock no es cosa de divorciados de 50 años que se compran una Fender para ensayar en el garaje”

El grupo barcelonés con ADN de Espolla publica ‘Gràcies per venir’, su tercer disco

Miembros del grupo musical catalán La Ludwig Band, fotografiados en Barcelona.
Miembros del grupo musical catalán La Ludwig Band, fotografiados en Barcelona.massiliano minocri

Cosa insólita, se presentan los seis músicos en la entrevista, y no sólo el líder y a lo más un comparsa. Visten sin darle mucha importancia a la ropa, menos Lluch Valverde (clarinete, saxo), que luce meticulosamente descuidado. Hacen música que no suena actual, ni moderna ni sofisticada, pero no se sienten en absoluto hippies, como alguno de sus inspiradores y precedentes musicales. Vuela sobre ellos un halo de aparente despreocupación y sentido del humor que comienza con el nombre, La Ludwig Band, con artículo, como se hacía antes, y han editado su tercer disco, Gràcies per venir, el que les habría de confirmar en la escena local. Y no hacen folk pedante, ni cancioncillas de pastorcillos, ni sólo riman en heptasílabos, ni son la segunda mejor banda de Espolla. “Pecamos de ingenuos al comienzo de la carrera y dijimos estas tonterías más bien fruto del nerviosismo que no de la intención de establecer alguna estrategia, y ya nos han acompañado para siempre. Lo de heptasílabos me lo inventé de pequeño para un concurso al que me presenté”, se sincera Quim Carandell, 27 años, media de edad del grupo, del que es compositor, letrista y cantante.

De Espolla sólo es Lluch, pero el resto de la banda, todos de Barcelona, casi todos educados en colegios cuidadosamente escogidos por sus padres (perfil Sunion o Costa i Llobera, este último colegio de los Manel, que han editado el disco de la Ludwig en su sello, “Cerámicas Guzmán”), han mantenido y mantienen relación con el pequeño municipio ampurdanés, donde alguno de ellos ha veraneado, vivido y trabajado o tienen familia. Andreu Galofré (bajo) puntualiza: “Es diferente el lugar de nacimiento de los miembros de un grupo de la identidad que pueda tener éste”. La idea la remacha Lluch, el único que reside todo el año allí: “Es como si fuésemos de Espolla, donde nos reconocen como algo propio del pueblo”.

Los que no nacieron allí estuvieron alguna vez bajo el influjo de la mitificación ruralista “el beatus ille me marcó al inicio, pero viviendo aquí y desarrollando la relación con el pueblo pierdes este punto de vista tan urbanita”, asegura Quim. Y es que la vida en el pueblo más allá del verano es dura. Entre Quim y Lluch lo desarrollan: “La flama del Canigó de Sant Joan la llevan el más joven y la persona más provecta, pues bien, nadie de los mayores quiere portarla, tienen la sensación de que ya les queda poco y que les persiguen las moscas. De igual manera, fue duro el reciente cierre de comercios de toda la vida, como una carnicería más que centenaria que resistió incluso la pandemia y cuya desaparición fue una cuestión de Estado porque los ancianos no pueden ir a comprar a Figueres”. En suma, la muerte, en cualquiera de sus formas, está muy presente en las pequeñas comunidades. Ellos ya lo reflejaron en S’ha mort l’home més vell d’Espolla, una pieza de su disco anterior.

La banda suena a rock y a folk de antes, clásico, y puede recordar a Dylan, Pau Riba, Umpah-Pah, Ia-Batiste y similares luminarias. Quim vuelve a tomar la palabra. “Lo que reivindicamos es que el rock no es para divorciados de 50 años que se compran una Fender y ensayan en el garaje. El rock es una cosa viva que aún tiene seguidores de todas las edades”. Lo indiscutible de la afirmación no niega que las formas del rock ya no inquietan ni molestan, dejando este factor clave de la música joven para otros denostados estilos. “Si somos un grupo complaciente para la generación de nuestros padres -matiza Lluch- es algo ajeno a nosotros. Si pasa, pasa. Nosotros hacemos la música que nos apetece hacer, no hemos creado un grupo para seguir un discurso sobre la relación ente generaciones. Nuestro trabajo es tocar y tocamos lo que nos gusta tocar”.

Pau Esteve (teclados) remata el tema: “Es lo que tiene la historia de la música, el rock no es tan viejo como para que hayan muerto quienes lo escuchaban de jóvenes”. Lo que queda claro es que ellos no desprecian ninguna música ni desean ser abanderados de las formas clásicas contra las más populares de la actualidad: “Cualquier música tocada con intención es buena música. Todos los que hacen música se supone que lo hacen de verdad, usen los instrumentos o máquinas que usen”, remacha Roger. Por cierto, casi todos los miembros del grupo, menos su líder, han pasado por conservatorio o han estudiado música, y los más críticos con la formación musical, que el líder defiende, son los que la han recibido. Lluch, el más beligerante, señala: “Estoy usando un porcentaje bajísimo de lo que he aprendido. Estoy enfadado y frustrado con los conservatorios. No es una pérdida de tiempo, pero sólo te explican una forma de hacer música. Te dan peces, no te enseñan a pescar”, opina.

El disco, con temas perfil E Street Band, algún blues, regusto folk y redondeo pop es el que más metales tiene de los tres que han editado. Toca reírse de sí mismos. “Todos los grupos catalanes involucionan hasta sentirse Txarango. Nosotros hemos comenzado metiendo más vientos” dice Quim. Sus compañeros de grupo ríen, aplauden la ocurrencia y aseguran que su liderazgo no es dictatorial. Gabriel Bosch (guitarra) lo explica: “Él trae los temas, los comenzamos a desarrollar y si vemos que no funcionan los descartamos y probamos con otros”. Parece fácil. Donde no hay tanta unanimidad es en la escuela de la banda, que unos, los menos, encabezados por Lluch, ven como continuidad del rock català y otros, con Quim a la cabeza, lo desmienten. “El rock català ha envejecido mal. No estamos en esta tradición y es difícil entender la razón por la que la Movida, que también ha envejecido mal, suena hoy rancia y el rock català a cacique convergente de comarcas. Suena a catalán resobao”.

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Hay excepciones, como en cualquier generalización: “Somos muy fans de El Pets y de Lluís Gavaldà, es el mejor”, afirma enfáticamente Quim con la aquiescencia del resto. A todo esto Quim canta con cierta desgana dylaniana, que en cierto modo sitúa como un elemento más de la propuesta de la banda, que para todos ellos se explica mejor en los conciertos. “Ofrecemos un espectáculo que, sin ser del todo transgresor, sí se quiere revelar contra las normas de la música actual, y no tanto por nostalgia irracional del rock y los años sesenta, sino por hacer una cosa que sea viva en medio de una forma de ofrecer música que es cada vez más encorsetada por lo metrónomos y los espectáculos luminosos”, resume Quim. ¿Y usar castellanadas en las letras? “Es para fastidiar a los ricos catalanistas de derechas que se preocupan por la pureza del idioma. Es una licencia del rock que me tomo, y en los conciertos digo “pues” y “buenu”. Genio y figura.

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