Cataluña busca la forma de acabar con la jornada intensiva en los colegios
Educación no es partidaria de esta fórmula, pero sabe que eliminarla abrirá una guerra con sindicatos y algunas familias
El fin de la jornada continua en Cataluña se ha convertido en un quiero y no puedo para el Departamento de Educación. Desde que tomó las riendas del Departamento, ERC no ha escondido su rechazo a este modelo, generalizado en secundaria, ya que los alumnos no comen antes de las tres de la tarde. Educación sabe que ponerle fin, algo que ha empezado a hacer Navarra, abrirá una nueva guerra con los sindicatos de profesores y con parte de las familias. Por eso, de momento se escuda asegurando que va a encargar una evaluación completa de la intensiva antes de tomar una decisión. Pero Educación ya ha empezado a hacer los primeros pasos para reducirla, obligando a los institutos escuela a habilitar al menos tres tardes.
La jornada intensiva se implantó en 2012 -de la mano de Irene Rigau y en plena oleada de recortes- de forma progresiva en secundaria, principalmente como medida de ahorro, tanto en becas comedor como en factura energética. De hecho, solo el primer año Educación redujo nueve millones en estas ayudas sociales. Pero también se inició un plan piloto en siete centros primaria, que en 2015 se amplió a los 25 actuales. El consejero Josep Bargalló ya admitió hace unos años que quería “racionalizar” los horarios en secundaria y recuperar los comedores escolares -que desparecieron de los institutos- para asegurar al menos una comida adecuada a los alumnos más vulnerables.
La pandemia lo paró todo, pero hizo reavivar las peticiones de algunas familias a favor del horario continuo. Poco después estalló el conflicto por el avance del calendario escolar, así que replantear la jornada escolar suponía echar más leña al fuego. La nueva consejera, Anna Simó, ha venido a apaciguar las aguas y aunque se mantiene el objetivo de eliminarla, no será en esta legislatura, que ya entra en la recta final. Mientras tanto, Educación quiere ganar tiempo y argumentos con una evaluación de la jornada intensiva, tanto en secundaria como primaria (aunque en 2019 ya se hizo una del plan piloto).
No obstante, el Departamento ya ha empezado a dar los primeros pasos en esta dirección. La orden que regula el calendario escolar de este curso ya indica que en la ESO no se pueden tener más de tres tardes libres. Y en el caso de los institutos escuela, la idea es que los alumnos de secundaria se adapten a los horarios de primaria. “Se procurará que el horario de salida al final de la jornada escolar sea el mismo para todo el alumnado”, establece la orden, y se les da un año para que tiendan hacia la partida.
El instituto escuela Pi del Burgar de Reus ya está viviendo este cambio de tendencia. Hace una década que tenían horario compactado de 8.30 a 15 horas. “Pero el pasado 2 de agosto recibimos un correo del Departamento diciendo que debíamos hacer tres tardes. Y eso cuando los horarios ya se habían aprobado por el consejo escolar y las familias se habían ido de vacaciones con los horarios del nuevo curso”, critica el director Eduard Montané. Desde septiembre hacen partida hasta las 16 horas, con una hora de comedor (de 14 a 15 horas).
El director de este centro pide volver a la compactada porque tiene el apoyo mayoritario -el 98%- de docentes y familias. De hecho, las familias han organizado actos de protesta contra la decisión del Departamento. Montané explica que han tenido poco tiempo para adaptarse al cambio, especialmente en el comedor, que no tiene capacidad para todos los alumnos. “Hacemos cuatro turnos en dos horas, así que los alumnos tienen que comer muy rápido”. El docente también asegura que el cambio ya está teniendo efectos negativos. “De un total de 250 alumnos, unos 50 no vienen por la tarde por diferentes motivos: porque no les da tiempo ir a casa y volver, porque no quieren o porque tienen extraescolares por la tarde que ya tenían previstas antes del cambio”. Incluso hay profesores que han amagado con dejar el centro porque “no quieren trabajar por las tardes”, remacha.
Aunque la jornada continua se instauró en los institutos públicos -la concertada mantiene la partida-, en primaria las experiencias son escasas, a diferencia de la mayoría de Comunidades Autónomas. Actualmente, solo hay 25 que la aplican, muchas de ellas en zonas turísticas de Girona. En Platja d’Aro, las tres escuelas del municipio se unieron con el Ayuntamiento para pedir el horario intensivo por cuestiones de conciliación: “Así coincide con el horario de los padres y se reduce el absentismo, ya que es un núcleo muy disperso y las familias tienen que hacer largos desplazamientos, así que al mediodía no tenían tiempo de ir y volver”, comenta el alcalde Maurici Jiménez. Las escuelas imparten clase hasta las 14 horas, el comedor se alarga hasta las 16 horas y después se ofrecen extraescolares. El alcalde asegura que el hecho de que los alumnos de infantil (de tres a seis años) almuercen a las 14 horas “no ha supuesto grandes complicaciones”. El edil comenta que cada año se pasa una encuesta de satisfacción sobre el modelo, que obtiene un 92% de apoyo, por eso pide que se acabe el plan piloto y pase a ser un modelo fijo. “Cada año vivimos con la amenaza de si nos lo quitarán o no. Si lo hacen, lucharemos”, cierra Jiménez.
Además de las escuelas ubicadas en zonas turísticas como Plata d’Aro, en el plan piloto también hay escuelas rurales o algunas de muy alta complejidad, como la Eduard Marquina, en el barrio del Besòs de Barcelona. Aquí el horario lectivo va de 8.30 a 14.30; tienen una hora más por la alta vulnerabilidad, aunque la sexta hora la dedican al comedor, que consideran un espacio educativo, y por ello los maestros comen con los alumnos. Hasta las 16 horas hacen actividades que entran dentro del precio del comedor y, a partir de esa hora, extraescolares a precio muy reducido, financiadas con el Plan de barrios.
El director de esta escuela, David Martín, asegura que el absentismo ha pasado del 18 al menos del 5% y que al reducir la hora del comedor también han menguado la conflictividad. “El sistema funciona bien, los resultados están mejorando y las familias están contentas. Pero para el profesorado es muy intenso porque no tienen la pausa del mediodía”, asevera. Martín defiende el modelo, pero con matices. “A no nosotros nos funciona, no sabemos si a otros colegios también pasaría. No se puede extrapolar este horario a todas las escuelas”, añade.
En 2019, el Departamento evaluó el plan piloto en primaria “para ver qué mejoras están vinculadas con la jornada continua”, aseguró ese año en el Parlament Josep Gonzàlez-Cambray, entonces director general de centros públicos, durante la presentación de las conclusiones. Según la evaluación, el índice de absentismo baja en los centros con jornada continua, pero en una proporción similar al de escuelas con jornada partida. También son similares las cifras en otros aspectos analizados, como la preinscripción o los resultados académicos. “No es necesario tener la jornada continua para implementar mejoras organizativas y pedagógicas, porque hay centros que lo han hecho sin tener este tipo de jornada. La jornada continua en sí misma no condiciona una mejora académica”, concluyó Cambray. A pesar de ello, se prorrogó el plan porque se quería conocer el apoyo de la medida entre las familias.
El Departamento asegura que, en estos momentos, “no se puede afirmar si las escuelas del plan piloto seguirán o cambiarán su organización”.
Defensores y detractores de la intensiva
Los horarios escolares hace tiempo que generan debate y polémica y cuenta con defensores y detractores. Entre los primeros están los docentes, que defienden que se disminuye el absentismo y la conflictividad. “La continua es más racional y beneficiosa para los alumnos porque se reduce el cansancio y mejora la concentración”, defiende Iolanda Segura, del sindicato Ustec. El portavoz del sindicato de Profesores de Secundaria Aspepc rechaza la idea de que con este modelo los docentes trabajan menos porque las horas lectivas son las mismas y muchas tardes se destinan a reuniones. Joan Cumeras, miembro de la junta central de directores, apuesta por un cambio social más profundo de horarios. “Hay que avanzar horarios y así las extraescolares no acaban tan tarde. Lo fácil es alargar el horario de los centros y que hagamos de guardería. Además, tenemos la manía de pensar que cuantas más horas mejor, tanto en la escuela como en el trabajo, pero ello no significa tener mejor resultados”.
Entre los critican la continua está la Affac, la federación de asociaciones de familias. De la secundaria critican el hecho de que los alumnos no tengan un descanso al mediodía, que comiencen tan pronto las clases y almuercen tarde, y que los alumnos más vulnerables se queden solos en casa porque las familias no pueden permitirse extraescolares. Y de la primaria, consideran que la prueba piloto debía haber finalizado ya y que una evaluación no será fiable. “La muestra está sesgada porque son escuelas que lo habían pedido, pero eso no significa que la intensiva funcione con todas”, tercia la directora de la entidad, Lidón Gasull.
La Affac y la Fundación Bofill coinciden en romper con la dicotomía partida o continua y en que es necesario buscar el mejor horario según la etapa educativa. Una propuesta es que se hiciera una pausa corta al mediodía para comer (ahora en primaria es de dos horas y media), de manera que la jornada finalizara entre 15 y 16 horas, y se ofrecieran extraescolares para facilitar la conciliación.
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