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¿Por qué las reservas de agua no mejoran en Cataluña pese a las lluvias de las últimas semanas?

Las precipitaciones han roto la tendencia negativa de los últimos 30 meses pero se han concentrado en puntos muy concretos y han sido irregulares

Varias personas con paraguas pasean por Barcelona este viernes.
Varias personas con paraguas pasean por Barcelona este viernes.David Zorrakino (Europa Press)

Parecía imposible hace apenas dos semanas, pero llueve. Y lo hace casi cada día en Cataluña desde finales de abril. Este viernes los truenos, el granizo y hasta algún aguacero ha sorprendido a más de uno en las zonas más pobladas de la comunidad. Ha vuelto la lluvia después de meses excepcionalmente secos. Pero no basta para espantar los fantasmas de la gran sequía, advierten los expertos.

Pese a las lluvias recientes en el norte catalán desde principios de mayo, las precipitaciones intensas que han caído en Barcelona este viernes y las que el Servicio Meteorológico prevé especialmente en la mitad sur los próximos días, todavía se alumbra lejano el fin de la peor sequía que ha sufrido la comunidad desde que existen registros (1905). Las predicciones para lo que resta de mayo han mejorado y ahora se espera que el mes, tal y como empezó, se prolongue lluvioso: “La siguiente semana se puede registrar más precipitación respecto a la media”, explican desde el Meteocat.

El organismo ya predijo a finales de abril un cambio de dinámica para este mes, sobre todo en el noreste, que llevaría a un cambio de masas de aire con posibles nuevos episodios de precipitación “a medio plazo”. Se cumplió. Aún así, fuentes de la Agencia Catalana del Agua recuerdan que las lluvias recientes han sido “concentradas, intensas y de corta duración”, provocando que se quede retenida en la mayoría del terreno “en estado muy seco por la falta de lluvias durante meses”. El territorio lleva tantos meses sediento que necesita mucha agua para que esta finalmente se termine filtrando hacia los ríos. Es decir, debe llover sobre mojado y que la tierra se llene de agua para que la curva de los embalses ascienda.

Unas lluvias “efectivas” para recuperar las reservas de los embalses tendrían que ser “en todo el mapa y constantes, durante varias horas, para acumular litros de forma persistente que pasen de los terrenos colmados a ríos y embalses”, apuntan desde la entidad que gestiona los recursos hídricos catalanes. En sus cálculos internos, estiman que serían necesarios unos 300 litros por metro cuadrado durante un mes “de forma general” para recuperar los niveles de los embalses “por encima del 40%”. Y seguirían sin encontrarse en una situación de normalidad. Concretamente, deben caer también sobre las comarcas del Ripollès, Osona (donde se encuentra el embalse de Sau) y la Selva (donde se encuentra el de Susqueda). Para alimentar al río Llobregat se necesita que llueva en Berguedà, con los que alimentar los embalses de Llosa del Cavall y Sant Ponç.

Pese a que las tormentas de las últimas semanas han regado buena parte de este territorio, el porcentaje de agua almacenada en los embalses se ha mantenido prácticamente inmóvil. El sistema del Ter-Llobregat, que abastece Girona, Barcelona y toda su área metropolitana, se encuentra en la fase de excepcionalidad desde hace meses. La media de los embalses de las cuencas internas sigue aproximadamente a la mitad que hace un año. Actualmente se encuentra al 25%.

Salvo en algunos puntos de la Cataluña central, la mayoría del territorio se encuentra en niveles de precipitación por debajo de la media climática de los últimos 30 años según el último balance del servicio meteorológico catalán. La sequía no terminará este mes, advierten los expertos. Pero sí es alentador que se estén registrando mayores volúmenes de lluvia precisamente en el territorio donde más hace falta (en las cabeceras de los ríos), como los más de 60 litros caídos por metro cuadrado durante el puente de mayo en Ulldeter, donde nace el Ter, el río con más capacidad y que junto al Llobregat abastece a Barcelona y Girona.

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Mayo fue el mes en el que se revirtió la última gran sequía, la de 2008. Este mismo mes en el año 2023, por lo pronto, ha empezado a romper la tendencia que la comunidad acumulaba desde hace más de 30 meses y que ha colocado al sector agrícola contra las cuerdas. El modelo europeo ECMWF, que se actualiza cada cuatro días, prevé que las dos semanas que quedan de mayor serán más lluviosas que la media histórica. “Sobre todo la última”, puntualizaba este viernes el meteorólogo Àlex Van der Laan en su cuenta de Twitter. El experto también apuntaba que se registrarán temperaturas más bajas de lo habitual, lo que favorece que haya menos evaporación en plena temporada de riego. Del cielo vuelve a caer agua pero la tierra pide más.

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