Los embaladores pirata de maletas monopolizan la T1 del aeropuerto de Barcelona
La inexistencia de máquinas plastificadoras para proteger los equipajes dispara la oferta clandestina de empaquetados de urgencia
El aeropuerto de Barcelona-El Prat afronta la temporada de verano con el objetivo de recuperar las cifras de tráfico que tenía antes del frenazo que causó la pandemia del coronavirus. El pasado mes de marzo se registraron 3,76 millones de pasajeros, lo que supone el 94,8 % de los usuarios que tuvo el mismo mes de 2019, y un 39,3 % más que en 2022. Las compañías van reprogramando rutas y en las colas que se forman frente a mostradores y filtros de seguridad apenas hay presencia de mascarillas. Sin embargo, el rastro de la covid se resiste a desaparecer de la terminal T1. La pandemia cortó la concesión del servicio de embalaje de equipaje y las máquinas que sirven para enfundar las maletas en capas de plástico transparente no han regresado. En su ausencia, decenas de embaladores piratas están diseminados por los pasillos para ofrecer una rudimentaria envoltura de emergencia. No hay un precio estandarizado por el servicio, pero son tantos los embaladores que campan por la terminal que la competencia estruja la oferta y sitúa las tarifas en la horquilla que va de los 5 a los 10 euros. “Por la tarde somos un montón de gente por aquí, a veces hay discusiones por quedarse con las zonas buenas”, revelaba a EL PAIS uno de los empaquetadores, este jueves por la mañana. Aena mantiene que está al tanto de la situación y pone de relieve que no es fácil controlar quien accede a las terminales y qué se hace una vez dentro. La compañía afirma que la concesión para reponer las máquinas de embalaje se restituirá a lo largo de este año.
Cristopher dice pasar entre tres y cuatro horas diarias junto a una de las puertas giratorias que da acceso a la zona de salidas de la T1. Va en manga corta, pero lleva guantes. Carga con un rulo de plástico de talla grande y, con visible timidez, se lo muestra a los viajeros que arrastran maletas para ofrecerles un improvisado servicio de embalaje rápido, antes de que carguen el equipaje en las cintas de facturación. “Normalmente son 5 o 7 euros por maleta, 10 si es una maleta muy grande y unos 20 euros si se trata de embalar el equipaje de toda una familia”. Tiene 26 años, es padre de un niño de cinco y cuenta que su mujer está a punto de parir a un bebé. Llegó hace menos de un año de Perú y se desplaza cada día al aeropuerto en metro desde Santa Coloma de Gramenet. Cuenta que su ubicación, junto a la puerta, no responde solo a un intento por ser el primero en ofrecer sus servicios. “Suelo embalar las maletas en la calle, para evitarme problemas con el personal de seguridad”.
Aparentemente, los vigilantes privados del aeropuerto no parecen prestar atención a los embaladores. No son los únicos. “Los Mossos lo saben y no acostumbran a decirles nada”, detalla una empleada de Aena que ofrece atención a los viajeros desde un punto de información junto a las pantallas donde aparecen los vuelos. “No es un servicio oficial del aeropuerto, pero con la pandemia se perdieron las máquinas plastificadoras”, añade. Uno de los embaladores, se identifica como Ali y dice ser natural del Pakistan, replica que los empaquetadores furtivos sí se exponen a ser sancionados. “Los Mossos nos ponen multas de hasta 200 euros y nos quitan los rollos de plástico, y cada uno cuesta 15 euros”, revela.
Un portavoz del aeropuerto de Barcelona pone de relieve que “no es fácil impedir lo que pueda hacer una persona dentro de las terminales”. El embalador Ali lleva su par de rollos de plástico en uno de los carros metálicos que, normalmente, se usan para cargar maletas. El portavoz aeroportuario señala que el déficit del servicio de embalaje se resolverá en los próximos meses al licitarse una nueva concesión, pero apunta que no es garantía de finiquitar el pirateo. “Incluso en los aeropuertos donde hay máquinas plastificadoras, aparecen personas que se ofrecen para empaquetar maletas a un precio más barato”.
Según información de Aena, en el aeropuerto de Madrid hay activas ocho máquinas plastificadoras. Atendiendo a los datos del operador aeroportuario, Barcelona es el único de los cinco aeropuertos españoles con más volumen de tráfico que no dispone de máquinas plastificadoras. Sí las hay, además de en Barajas, en las terminales de Palma, Málaga y Gran Canaria. Además, también se pueden encontrar en los aeropouertos de Sevilla, Bilbao o Tenerife Sur.
El aeropuerto de Barcelona ha informado que, de los 3,7 millones de los pasajeros que en marzo se montaron en vuelos comerciales, 2,6 millones realizaron viajes internacionales. Aena defiende que su apuesta por potenciar el crecimiento del Josep Tarradellas pasa por potenciar los vuelos de largo radio intercontinental.
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