La sequía que no se resolverá con la lluvia
Es inconcebible que ante la gravedad de lo que estamos viviendo, el debate de la cumbre entre el Govern y la oposición no se centrara en medidas mucho más ambiciosas que las multas
Toda conversación sobre la sequía acaba con el buen deseo de que llueva pronto. Todavía vivimos con el imaginario de que la llegada de días de lluvia resolverá la situación. Pero la sequía que vivimos hoy tiene algunas características que no hemos conocido antes. La sequía de hoy está relacionada con el cambio climático que ya ha llegado hasta nuestras casas, aunque parece que nos resistimos a aceptarlo.
Hace pocos días sabíamos que entre el 23 de marzo de 2022 y el 22 de marzo de 2023 en Barcelona solo han llovido 273 litros de agua por metro cuadrados, es el registro de menos lluvia durante un año de toda la serie de datos del Observatorio Fabra. La media de precipitación entre 1914 y 2022 fue de 614,6 litros anuales. Se podría pensar que esta cifra es puntual y que hay años de todo en un clima mediterráneo, pero la situación se agrava al ser conscientes de que 2021 y 2022 han sido los años menos lluviosos de los más de cien que tiene registrado el observatorio. Esta situación se extiende al conjunto de Cataluñaa. La sequía que sufrimos no responde a un momento puntual, es una tendencia que se está agravando de manera alarmante en los últimos años.
Ante esta situación resulta muy difícil de entender lo que pudo ocurrir en la cumbre dedicada a la seguía que tuvo lugar en el Palau de la Generalitat el pasado viernes, entre el Ejecutivo y la oposición. Lo que nos ha llegado a partir de diferentes intervenciones públicas de representantes de los partidos participantes señala que el factor de tensión y bloqueo fue las diferentes posiciones sobre el cumplimiento de las restricciones por parte de los municipios y las posibles sanciones. Una parte relevante de las localidades no las están cumpliendo hoy.
Es posible que el escenario preelectoral municipalista no ayude, pero, más allá de todos los posibles factores explicativos de esta situación, no podemos aceptar ese argumento. Es inconcebible que, ante la gravedad de lo que estamos viviendo, el debate no se centrara en medidas mucho más ambiciosas que las multas y no se llegará a importantes acuerdos. Tenemos la necesidad de decisiones de gran dimensión que permitan hacer frente al cambio climático, lo que significa reducir emisiones contaminantes de efecto invernadero, y mitigar hoy sus graves efectos con medidas de aprovechamiento.
Se acaba de publicar Bla-bla-bla. El mito del capitalismo ecológico (en catalán y castellano por Raig Verd), libro de Miguel Pajares, especialista en ciencias biológicas y movimientos migratorios. Pajares recoge para su título la expresión que Greta Thunberg ha utilizado en diferentes ocasiones y que denuncia el ecologismo de las bonitas palabras que no se corresponde con las actuaciones. Pajares, cargado de datos e informes, nos presenta de manera muy accesible y necesaria la situación en la que nos encontramos: según estudios encargados por el Banco Mundial cuando el calentamiento global se acerque a los 4 grados se perderá el 50% del agua dulce disponible en muchas regiones de nuestro planeta. Las respuestas son urgentes.
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