Cuatro testigos de los 10 años de ‘procés’
La directora de instituto que se negó a entregar las llaves en la consulta del 9 de noviembre de 2014, el exletrado mayor del Parlament, un alcalde del PSC y un joven que perdió un ojo por una bala de goma durante el referéndum del 1-O relatan su testimonio
Dolores Agenjo era la directora del Instituto Pedraforca, de L’Hospitalet del Llobregat y fue la única que se negó a entregar las llaves de un centro para hacer la consulta del 9-N de 2014. Vocal responsable ahora de educación en Societat Civil Catalana, Agenjo declaró en el juicio contra el president Artur Mas y las consejeras Irene Rigau y Joana Ortega y cree que su condena fue benévola. Actualmente jubilada, afirma que se sintió “triste y decepcionada” y que se “quedó sola” cuando vio que el Gobierno del PP permitía la consulta tras haberles exhortado a plantar cara. Dice que volvería a hacerlo porque no estaba dispuesta a cometer ningún acto ilegal. Decepcionada con la no aplicación de la sentencia del 25% de castellano, Agenjo, decepcionada también con los indultos, cree que la única solución al conflicto soberanista es la recentralización de competencias.
El jurista Antoni Bayona (68 años) ha vivido una década de procés desde una tribuna tan privilegiada como complicada. Entre 2012 y 2018 fue el letrado mayor del Parlamento catalán, un cargo funcionarial cuyo principal rol es asesorar a la Mesa de la Cámara para que se garantice que su actuación no vulnera el marco legal vigente. Una tarea casi imposible si ya la mayoría independentista había puesto la directa en su camino a la unilateralidad. Tuvo un protagonismo inesperado en las jornadas del 6 y 7 de septiembre de 2017, cuando se votaron las leyes del Referéndum y de Transitoriedad Jurídica, que finalmente fueron declaradas ilegales por el Tribunal Constitucional (TC). Bayona, tras las bambalinas propias de su cargo, recordó a la Mesa del Parlament que si se seguía adelante se desobedecía el veto del TC a promover acciones que se refirieran a resoluciones soberanistas que anteriormente habían sido tumbadas y también criticó la manera como se hizo el trámite, que vulneró los derechos de la oposición. “Hay un desapego y desconexión no jurídica pero sí social del marco de convivencia”, diagnostica el jurista sobre la situación actual. “Hay que ser ambicioso ante la consideración de la identidad nacional de Cataluña y ofrecer un proyecto que permita reconectar, pero ahora veo muy difícil que se pueda concretar”, resume.
Roger Español fue uno de los protagonistas del 1-O pero, sin embargo, no pudo votar. Este músico de 48 años perdió un ojo a causa de una bala de goma que disparó la Policía Nacional, durante el dispositivo en el Instituto Ramon Llull de Barcelona para garantizar el veto legal y que topó con la resistencia de cientos de ciudadanos que habían decidido participar pese a la falta de garantías electorales. Su convicción de que la independencia es la mejor opción para Cataluña sigue intacta y critica que el Govern no cuente con la ciudadanía para presionar al Gobierno. Dice que le dolió escuchar afirmaciones como “íbamos de farol”, como dijo la exconsejera Clara Ponsatí en 2018. “Mas de tres millones de personas se lo creyeron, pusieron sus cuerpos ante la policía para proteger las escuelas y si la estrategia del 1-0 no la sigues hasta el final dejas a mucha gente tirada, como me pasa a mi”.
Fran Morancho es el alcalde de Mont-roig del Camp (Tarragona), un pueblo con dos almas: la interior, Mont-roig, y la costera, Miami Platja. El 1 de octubre de 2017 la Guardia Civil cargó con fuerza contra aquellos que trataban de votar en Mont-roig e impedir el cierre del centro de votación. “Yo estaba abajo, en Miami, y tuve muchas dudas sobre si debía acudir al puesto de votación, pero al final consideré que podría crispar más el ambiente”, recuerda. Alcalde por el PSC, se negó a facilitar un local para el 1-O. Sin embargo, en los días posteriores, cuando varios alcaldes independentistas organizaron una comparecencia en Mont-roig, Morancho acudió al acto, sin invitación: “Pedí la palabra y les dije que yo allí me sentía como un pez fuera del agua, pero que las cargas policiales habían sido inadmisibles”. Morancho dio luz verde a que una calle del pueblo se rebautizara en recuerdo del 1 de octubre.
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