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A los 73 años y casi ciego: explotado en Barcelona, pidiendo limosna de sol a sol, sin comer y durmiendo al raso

Los Mossos y la Guardia Urbana detienen a dos personas acusadas de obligar a mendigar a dos hombres

Rebeca Carranco

Un anciano de 73 años, casi ciego y con un problema de cojera, ha estado siendo explotado en las calles de Barcelona para pedir dinero al menos medio año. El hombre ahora está acogido por una entidad especializada en víctimas de trata de seres humanos. En breve, será operado de cataratas y poco a poco se va reponiendo. Al menos desde noviembre del año pasado, ha pedido dinero, “desde las ocho de la mañana hasta que se ponía el sol”. Daba igual que lloviese, hiciese frío o calor. Y sin comer. “Solo alcohol, como mucho un trozo de pan”, describe el sargento de la Guardia Urbana, Josep Forca. La policía local de Barcelona y los Mossos detuvieron el pasado 7 de junio a sus dos presuntos explotadores, un hombre y una mujer que forman parte de un clan más amplio. Desde entonces, estos se recorren las comisarías de la ciudad. “¿Dónde está mi abuelo? Ha desaparecido”, preguntan. Entre ellos, insisten los investigadores, no existe ningún tipo de parentesco. Solo la voluntad de seguir sometiendo al hombre para sacar al día entre 100 y 200 euros.

Las imágenes grabadas por la policía hablan por sí solas: el hombre, sentado en una silla, y una mujer vaciándole los bolsillos. En otras, se le puede ver entre los coches, en plena circulación, renqueando, e incluso vestido de Papá Noel. “Les daban bastante alcohol para poder registrarlos y quitarles sin problema el dinero. No podían esconderse nada, ni una moneda, si no, les agredían”, explica el cabo de los Mossos David Anera, en rueda de prensa sobre la investigación conjunta de los dos cuerpos.

A la otra víctima, un hombre algo más joven, no han logrado rescatarla. Ambos, explican los policías, sufren una situación de dependencia de las personas que les han traído a España desde su país de origen para explotarlos. La policía ya había intentado “dos o tres veces” antes rescatar a los hombres. Los llevaban a un centro de atención municipal, pero se escapaban y regresaban con sus presuntos explotadores.

El anciano se encuentra ahora en un lugar seguro, desconectado del clan, donde espera que los presuntos explotadores, que quedaron en libertad, no puedan localizarlo. Su degradación en la calle era evidente, y eso es lo que hizo que los propios vecinos de Sants avisaran a la policía de que algo raro pasaba. Las vigilancias policiales han demostrado una situación de “vulneración flagrante de los derechos humanos” de las dos víctimas, indica Forca. Incluso pudieron ver cómo los detenidos trasladaban en ocasiones en el maletero del coche, desde el asentamiento de la Magòria, donde vivían, hasta la plaza de Ildefons Cerdà y los alrededores, al anciano. “Tratan a la persona como una mercancía más”, lamentan los dos policías.

En el asentamiento, las dos víctimas dormían al margen del grupo, en unos colchones “completamente al raso”, independientemente de las condiciones meteorológicas. Tras las detenciones, la policía desmanteló la zona chabolista y asegura que ahora el clan vive en un piso ocupado. Y niegan que los explotadores sean a su vez personas en situación de vulnerabilidad. “Al ser detenidos, llevaban 2.000 euros en efectivo en el bolsillo”, ponen a modo de ejemplo, y destacan que “marcaban mucho la diferencia” con los dos hombres en su trato diario. Los detenidos tenían denuncias en su país también por trata de seres humanos, pero habían sido posteriormente retiradas, cuenta la policía.

La denuncia de las víctimas es ahora otro de los retos legales a los que deben hacer frente los investigadores. Es un elemento esencial, una prueba de cargo, contra los detenidos. El anciano cuenta con un periodo de reflexión antes de denunciar, mientras que la otra víctima no ha querido ser atendida por los servicios sociales. Los agentes lamentan que el peso acusatorio, como pasa también en muchas ocasiones con las víctimas de explotación sexual, recaiga sobre ellos.

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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