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La Crónica
Crónica
Texto informativo con interpretación

Dos actores porno en la mesa

A veces, la suerte, el azar o los terremotos emocionales te regalan a una persona bombilla: gente que te ilumina con lo que pasa más allá de tu mundo

Kyle y André, dos actores porno en Barcelona.
Kyle y André, dos actores porno en Barcelona.
Rebeca Carranco

Si una no va con cuidado, la vida puede convertirse en su lista En bucle de Spotify. Una y otra vez lo mismo, con ligeras variaciones según el entorno laboral, familiar, de pareja y amigos. El oficio de periodista ayuda a conocer realidades distintas, sin dos días iguales, pero la distribución clásica del trabajo, por áreas temáticas, también condena, con el paso de los años, a informar de todas las variantes de asuntos casi idénticos. Viajar, los libros, el cine, la música, las series son el placebo para vivir otras vidas. Hasta que a veces, la suerte, el azar o los terremotos emocionales propios y ajenos te regalan a una persona bombilla: gente que te ilumina con lo que pasa más allá de tu mundo. El miércoles cené con dos actores porno.

Mi persona bombilla, Álvaro, organizó una de esas cenas entre semana que aceptas ilusionada y a las que acabas yendo arrastrándote. El plan consiste en una quedada a tres: él, Enric, y yo. Hablar de amistad, amor, trabajo… (¿qué más hay?) e irse a dormir. Llego tarde por parar a comprar unos dulces (los picos de glucosa, el otro tema del momento), y me encuentro con una mesa a cuatro: un joven alemán, de facciones armoniosas, con la gorra del revés, un brasileño cuarentón con unos brazos como mis cuádriceps, y mis dos citas previstas.

Entre inglés, español y brasileño, Álvaro entra sin rodeos: “Son dos actores porno, están pasando unos días en Barcelona”. La primera reacción ante la novedad casi nunca es buena: ¿Qué pintan estos dos intrusos aquí? Cuenta que los conoció en los Grabby, unos premios de la industria del cine pornográfico gay, a finales de abril, en Torremolinos (Málaga), una ciudad de peregrinaje obligado una vez en la vida (y si no es posible, al menos hay que leer Torremolinos Gran Hotel, de Ángel Palomino). Los tres fueron de los pocos que coincidieron en el desayuno de las nueve de la mañana del día siguiente, hubo flechazo y quedaron en verse en Barcelona.

La conversación arranca con los problemas de salud mental, otra cuestión nuclear de las cenas bombilla. Lo que más une a los dos actores es su trastorno de atención. “Pensamos lo mismo, decimos lo mismo. Hasta da un poco de miedo”, explican los dos amigos. Solo hace unas horas que están en Barcelona, una ciudad que les encanta pero se quejan de que se ha puesto por las nubes: “Menos de 200 euros por noche en un hotel es imposible”. Y ahí llega la primera pregunta directa de la velada: “¿Pero no se gana mucho dinero con esto del porno?”. Antes, sí; ahora la cosa da para vivir pero no para hacerse rico. Además, llevan relativamente poco en la industria: dos años Kyle, el brasileño, siete meses André, el alemán. Ambos lo compaginan con Only Fans, una plataforma donde la gente paga por ver sus canales, donde también ofrecen contenido pornográfico.

El siguiente debate es el de los patrones sexuales. A la cena se ha sumado una comensal más: Ana, decoradora, en sus sesenta, que detalla sin complejos cómo de feliz y plena es su vida amorosa y sexual. Un rayo de luz y esperanza para un mundo en el que la mujer de más de 50 no es mujer ni es nada. ¿El porno enseña el mal follar? Curiosamente, los que menos se posicionan son los dos actores. Enric defiende que el porno impone unas conductas sexuales terribles e imposibles. Álvaro opina todo lo contrario: viva el porno en la ficción y en la vida real. Si te excita en la pantalla, razona, cumple su función.

La evolución es inevitable: ¿Y la prostitución? ¿Hay que prohibirla? En eso, Enric de nuevo es claro y rotundo: sí. “Nada que pueda derivar en un delito se puede permitir”, arguye. André cuenta que él ha ejercido de escort y que le gusta. Y relacionado, sin tener nada que ver, sale otra cuestión: ¿Un actor porno tiene ganas de mantener relaciones sexuales por placer? Claro, responde Kyle. No tras un rodaje, del que pueden acabar exhaustos. “Pero no se graba a diario”, añade. La semana pasada, por ejemplo, solo trabajó un día. Seguimos por los derroteros del amor. Los dos actores confiesan que no tienen pareja. ¿Es por su trabajo? André admite que aunque digan que no, los novios sienten celos de escenas con otros actores atractivos. “Por eso paso, no quiero ninguna relación sentimental tóxica”, cuenta.

¿Y las relaciones en el set son de verdad? “Somos actores”, se ríen. Las erecciones a veces son un milagro de su mente, y en otras realmente hay química con quien trabajan. “Pero profesionalidad ante todo”, repite Kyle. Nada de toqueteos entre escenas. “Si luego hay que quedar para lo que sea, lo vemos. Pero en el trabajo, profesionalidad”, insiste. La misma seriedad que piden con la higiene. “Por respeto al otro, ¿no?”, argumenta André. A veces a alguien le huele la boca, o las axilas, u otras partes… Pero dicen que son la excepción. Ninguno de ellos se plantea dejarlo por ahora. Y aseguran que la profesión no tiene un límite de edad: “Hay público para todo”. Y cuanto más único, más raro, más distinto, sin extenderme en ejemplos poco decorosos, mejor.

A las once y poco, un amable camarero pone fin a nuestra cena. Se sopesa alargar el encuentro un poco más. Demasiado tarde para mis ganas de vivir otras vidas. Cerramos la noche con una foto de familia y una promesa de futuro: volvernos a ver en otra cena bombilla. Que así sea.

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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