El dúo Tarta Relena evoca en El Pumarejo un mundo escrito con pulso de mujer
Helena Ros y Marta Torrella presentan su segundo disco en un concierto en el centro cultural alternativo barcelonés en el que cantaron a Safo, a las pastunes y a la Virgen María
Es sabido que las fronteras, otrora muros de piedra, son hoy, pese a quien pese, esponjas porosas por las que se filtra y se ponen mundos en contacto. Si parte de la prensa internacional ha hablado de identidades líquidas para circunscribir el último disco de Rosalía, es también evidente que la mezcla pauta buena parte de nuestra vida, sea en forma de cocina, literatura o música. Corren malos tiempos para las purezas, que en realidad casi nunca han existido, para las identidades monolíticas de Rh y para verdades escritas con una sola caligrafía. Bien, todo esto resulta evidente, pero ¿cantos a la Virgen María en un centro cultural, El Pumarejo, para movimientos emergentes y aire de izquierda alternativa en un barrio de naves industriales en Hospitalet de Llobregat? Lo mejor de este nuevo mundo es que la sorpresa aguarda en cualquier rincón. Nada es intocable.
Pero antes de la actuación del dúo femenino, Carmen Zapata, responsable de ASACC, organizadora del ciclo Curtcircuit que albergó el concierto, hablaba de los nuevos tiempos para las salas que agrupan la organización. Y hablaba de cambio de hábitos “antes de la pandemia la venta anticipada orientaba sobre la asistencia final a los conciertos, hoy no, puedes haber vendido muy poco y llenar”. Asumiendo que la post pandemia ha provocado una oferta excesiva de música en directo, Zapata, cuyo ciclo se prolonga hasta julio por diversas salas de Cataluña, concluía “lo que resulta más claro es que en estos días la gente tiene más ganas de bailar que de asistir a conciertos”. El baile como terapia para olvidar la inmovilidad. Pero El Pumarejo estaba lleno, unas 200 personas caben en esta sala deliciosamente destartalada en que la que hay hasta teclados al alcance del público, una iluminación que permitiría a un adúltero besar al pecado sin temor a ser reconocido y un ambiente de familia que lo es sin lazos sanguíneos. De hecho, Tarta Relena deben parte de su identidad, dijeron, al Pumarejo que antes de Hospitalet estuvo en Vallcarca, un barrio barcelonés que lucha con denuedo para mantener su identidad.
La identidad de Tarta Relena es de mujer, mujeres dos, Helena Ros y Marta Torrella, con voces maravillosas que cantan a mujeres que han usado su voz para reflejar su existencia. Por ejemplo mujeres pastunes que sólo se pueden soltar cuando trabajan juntas y entonces dan rienda suelta a su sensualidad en forma de canto poético: “Mi boca es tuya, puedes devorarla sin miedo, pero déjame la lengua libre para seguir hablándote de amor” (El suïcidi i el cant). También evocaron a Safo lamentando la pérdida de un amor recordado por la fragancia de los perfumes que obsequiaban su nariz desde el amado cuello que ya se fue y ¡cómo no! a la Virgen María en varios temas que se cerraron con la oración Tota pulchra est ya en los bises. Devoción más que mariana femenina, laica, espiritual aunque no divina. Belleza sin fronteras, sensibilidad sin dictados, una anécdota en un Cash Converters para explicar el llanto de una canción titulada Infants qui nascitur.
Presentaron su segundo disco, Fiat lux, cantaron en griego, latín, castellano, catalán y cualquiera otra lengua que las aproxime a la raíz de lo que querían evocar. Se acompañaron eventualmente de unos ritmos esquemáticos electrónicos, nada complejos, minimalistas, meros acentos, y también de un cántaro microfonado cuyo hondo retumbar filtraban digitalmente. Y por encima de todo su instrumento central fueron, son, dos voces que a capella invitan a ciertos sentimientos que, quizás cursis, permitían cerrar los ojos y pensar en levitar sin acabar de dejar el mundo. Qué cosas, junto a una bici que estaba en un lateral del escenario recordando que la vida antes que cursi es vida. Cerraron con un tema popular catalán erótico, So de pastera, que ya grabara Maria del Mar Bonet, y al salir de la nave el mundo pareció mucho más pequeño, hermoso y permeable. La verdadera sorpresa es su ausencia.
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