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MÚSICA
Columna
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El emocionante y tierno concierto de Alizzz en Razzmatazz con Rigoberta Bandini y Amaia

Cristian Quirante, tres Grammys y productor de C. Tangana, se estrenó como solista en una sala que devolvió la impresión de las grandes noches

Alizzz
El músico, compositor y productor musical Alizzz en los estudios de grabación de Mapa Música en Madrid.Jaime Villanueva (EL PAÍS)

La primera proximidad, la primera mirada, el primer roce, la primera vez. Ese dulce vértigo que estremece, esa primera emoción, esa primera sensación de lo que luego se recuerda como la felicidad plena. Esas primeras veces pasaron en la noche del miércoles por Razzmattaz que lleno, devolvía la impresión de las grandes noches tras meses de espera. Era el primer concierto que en esta normalidad casi recuperada promovía la propia sala, cuyos trabajadores tenían cara de cumpleaños mientras se les llenaban los ojos de público. Y era también la primera vez que Cristian Quirante, Alizzz, tres Grammys a sus espaldas, productor de C. Tangana entre otros, se estrenaba entre su gente como solista luego de aplazamientos pandémicos. Fue, sí, una noche de primeras veces, una noche si cabe virginal.

Se notó en todo. Ya al inicio Cristian declaró sentirse emocionado y nervioso, y tal y como lo decía se sabía que era verdad, que aquella primera vez le pasaba factura. No era pose, estaba nervioso, estaba emocionado. Él, soso en escena como una dieta, parco, poco acostumbrado a sobrellevar el foco del estrellato, apenas moviéndose en torno al micro como un insecto alrededor de una bombilla, cantaba “me has escrito y después lo has borrado/ te arrepientes, también me ha pasado” y el público, corazón en la garganta, se apretujaba contra la valla del escenario como hormigas sobre una fresa. Todo el mundo, literalmente todo el mundo, sonreía, proyectaba sus anhelos mediante su mirada y ésta descansaba, cuando ello era posible, en su pareja o en esa persona que se deseaba lo fuese. Esos momentos que sólo se viven cuando la música hace de todos uno, de todas una, de una sala llena una sola persona que enloquece de felicidad.

Sus canciones, genéricamente pop independiente bañado por la electrónica con aire y acento en los noventa, fueron defendidas con soltura por Alizzz, un cantante con más intención que decibelios. Lo que ha hecho de su primer disco como solista un éxito ha sido saber captar ese momento emocional de las primeras veces, de las primeras dudas, de los primeros sinsabores de una relación. Sus letras, su tono, sus arreglos, resumen en estrofas esos momentos tan socorridos por la literatura, esos instantes de fragilidad emocional en los que el mundo vale un gesto y lo demás no cuenta. Por añadidura, la aparición de Rigoberta Bandini en la mitad de Disimulao, fiel a su falda uniformada como un heavy a su melena, derramó decenas de cerveza, incontenible en vasos súbitamente agitados. Se quedó en el siguiente tema, Amanecer y no podía imaginarse más paroxismo. Pero sí, llegó. Con las canciones facturadas con más crudeza que en el disco, como toca en la mayoría de los directos salvo que seas Portishead, el momento de acercarse a una pared para evitar un nuevo baño de cerveza ajena se repitió con Ya no vales, cuando olvidando la dureza de la letra, el fracaso tras el éxito, el público giraba sobre sí mismo allí donde había espacio y el vaso era el extremo de un brazo giratorio.

Y habría más. La dupla de invitadas se cerró con Amaia, que canta con Alizzz en el disco una de las canciones que reflejan su espíritu, El encuentro, un medio tiempo que narra la coincidencia entre dos personas que tras una noche loca tiempo ha, de nuevo se reencuentran inopinadamente para preguntarse “¿qué vamos a hacer?” Y más locura, si eso fuera posible, precisamente allí, lugar en el que estas situaciones se han producido mientras se baila una noche cualquiera. Historias de discotecas que de nuevo han vuelto a hacerse posible tras meses de apagón. A todo esto ya había sonado Antes de morirme, la canción que popularizaron C.Tangana y Rosalía ahora en una versión que podrían haber firmado The Cure o una banda post-punk cualquiera.

Recta final. Alizzz no tiene aún repertorio ni para una hora, así que en los bises sorpresa por medio de Lobo hombre en París, si La Unión. Y lo asombroso es que se tarareó, sí, por personas que apenas eran zigotos cuando en 1984 el tema hizo furor. Adiós con Ya no siento nada y confirmación que Alizzz está en ese momento dulce de una carrera, cuando todo comienza, cuando todo es novedoso, cuando todo se hace con arrebato, cuando las primeras veces no son evocación de la primera vez, sino que se trata de primeras veces que ya nunca más se repetirán. Fue hasta tierno.

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