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MORAD
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo del Morad

El artista expresa su orgullo en poder pagar impuestos y pagarlos a lo grande, siendo 100% legal, siendo 100% leal, porque eso significa contribuir en sanidad y enseñanza públicas, de y para todos

Morad rapero
El cantante Morad durante la entrevista con Jordi Evole en la Sexta

«No tenía para entrar en las tiendas / Dudo que ese mundo tú ya lo entiendas / Me tenía que robar todas las prendas / Ahora pago todos los meses Hacienda» canta el Morad, un moro del barrio de La Florida de Hospitalet de Llobregat cuando se refieren a sus delitos, un español cuando se refieren a sus éxitos y récords de escuchas y views en Spotify y Youtube sin haber firmado con ninguna multinacional. En definitiva, el Morad es un rapero nacido en Cataluña de orígenes marroquíes que tiene muy claro que su país es Marruecos porque, entre otras cuestiones, “aquí”, nunca lo han querido ver español en ningún lao’. Así se lo cuenta al periodista Jordi Évole. Después de confesarle que ha llegado a ganar en un año más que un futbolista de Primera División, también le expresa su orgullo en poder pagar impuestos y pagarlos a lo grande, siendo 100% legal, siendo 100% leal, porque eso significa contribuir en sanidad y enseñanza públicas, de y para todos. Parece que Morad es más catalán que el mismísimo Pujol, quien, como afirmó Marc Giró en su sección Fem bones maneres en el programa Divendres de TV3, olvidó que catalán no solo es quien vive y trabaja en Cataluña, sino también quien tributa en Cataluña.

En la última década, hemos sido testigos de como una mal determinada “escena urbana” empezaba a visibilizar identidades de clase, género y raza que, hasta el momento, o eran ignoradas o eran, simplemente, menospreciadas hasta el punto de ser ridiculizadas y/o condenadas al ostracismo. Lo celebramos. Sin embargo, no fuimos previsores: la mercantilización de las experiencias convirtió la visibilización en visibilizar por visibilizar, en un exceso de representatividad que reducía la lucha de clases, la lucha feminista y la lucha antirracista en un anuncio publicitario de United Colors of Benetton. De hecho, en eso se han convertido la mayoría de festivales y propuestas culturales. La exotización de las discriminaciones ha vendido y sigue vendiendo. Y es vox pópuli que en los marcos capitalistas y neoliberales el espacio para la crítica y la reflexión, para la lucha, es inexistente. Muchos han sido los que, desde sus privilegios, se han apropiado de discursos que nunca les han pertenecido porque, sencillamente, nunca les han interesado. Muchos otros, desde sus intereses puramente faranduleros y económicos, se han lucrado de discursos que aunque los interpelaran, jamás hicieron ni han hecho nada por defenderlos. Y es que el esencialismo es contrarrevolucionario.

De golpe, aparece lo del Morad: lejos del moderneo, de sus fiestas y sus eventos, de sus redes sociales, de su instrumentalización de la injusticia, de su mediocridad artística en nombre del victimismo. Aparece el Morad con la calle y su clase. Y yo me paseo por el Hospi, cada día más gentrificado por el pijerío pseudoartista. Así que a expropiar las naves de la Carlota Guerrero & Co y todas para la crew de un moro con el que veo a vuestro grupo y sólo me sale: “Jajaja”.

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