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La Barcelona pobre se convierte en campo de batalla electoral

La pobreza y los problemas de seguridad atraen la atención de los partidos de la oposición en la ciudad de Barcelona

Barcelona
Antiguo Cine Pere IV que se tenia que derribar y convertir en equipamientos para el barrio en 2017.Carles Ribas
Clara Blanchar

La Barcelona pobre, cualquier barrio pobre de una gran ciudad, es candidato a convertirse en escenario de campaña y batalla electoral. En la capital catalana, lo saben bien en Nou Barris por la experiencia de elecciones municipales del pasado. Ahora es el Besòs-Maresme, tocando a Sant Adrià, donde han puesto el foco los partidos de la oposición, con denuncias cruzadas con el gobierno de Ada Colau y el PSC.

Se acusan mutuamente de inacción ante los problemas de vulnerabilidad, seguridad, incivismo y ocupación de viviendas, a veces por parte de mafias, en un barrio donde la renta disponible por persona es de 12.484 euros (la media de la ciudad es de 21.484). En la zona también hay plantaciones de marihuana. El teniente de alcalde de Seguridad del Ayuntamiento, Albert Batlle, admite que el barrio es una de las zonas “críticas” de la ciudad, pero pide “sacar del debate político algo tan oportunista como la seguridad”. El concejal asegura que se ha reforzado la presencia policial, aunque señala “que la solución debe ser también social”. Históricamente, en el Besòs-Maresme ha ganado las municipales el PSC, excepto en 2015, el año en el que los comunes ganaron la alcaldía.

La situación del barrio llegó a finales de enero al pleno municipal tras una proposición de ERC pidiendo un plan de choque de seguridad, mediación y un censo de pisos vacíos. Fue dos semanas después de que un hombre disparara a otros dos que defendían la casa ocupada en la que vivían. Las entidades asisten a la disputa entre resignados, molestos y expectantes, acostumbrados a un abandono de décadas que, a un año y poco de las municipales, despierta un interés inusitado. “La oposición hace su trabajo”, dice Teresa Pardo, de la asociación de vecinos del Maresme.

ERC, además de la iniciativa del pleno, ha visitado recientemente el barrio. Los concejales tenían previsto hacerlo con el consejero de Interior, Joan Ignasi Elena, pero el paseo se ha pospuesto dos veces. Junts celebró en aquel pleno que los republicanos se hayan sumado a una denuncia que, aseguran, llevan años haciendo. Ciutadans también sacó pecho de haberse preocupado anteriormente por el barrio. Y, como Valents, acusó a ERC de “oportunista” por hablar de seguridad cuando en el Govern es una cartera suya.

Desde el Gobierno municipal, donde el distrito de Sant Martí está en manos del PSC, el concejal David Escudé reaccionó airado. “¿A qué viene esta proposición si no es para sacar cuatro votos a cambio de un peaje que veremos en forma de un autocar circulando por el barrio?”, espetó. Se refería a Vox, el partido que días antes participó (lo hizo su diputado y portavoz en Cataluña Joan Garriga acompañado de otras dos personas, de forma discreta y luego subieron imágenes a Twitter) en la manifestación vecinal contra la inseguridad y que pedía la dimisión de Escudé.

La teniente de alcalde Janet Sanz, de los comunes, defendió actuaciones en el barrio “que no se habían visto en décadas” y también acusó a ERC de partidismo por no aceptar enmiendas al texto: “Su propuesta no es de ciudad, es de partido y oportunista”.

Desde el Besòs-Maresme de Barcelona, la instrumentalización política de la compleja situación de estos barrios tiene visos de extenderse al resto de zonas a los dos lados del río en Sant Adrià del Besòs, Badalona, Santa Coloma de Gramenet y Montcada i Reixac. Vox también ha visitado la Mina o el asentamiento de barracas de Montcada.

El martes pasado se presentó la Coordinadora vecinal de barrios del Baix Besòs, creada para presionar a las administraciones y clamar que están hartos de escuchar desde 2016 que “es la hora del Besòs” y nunca llegue. Alertan de la situación socioeconómica de los barrios, con núcleos de pobreza extrema; pero también de la expectativa del plan urbanístico de las Tres Chimeneas, donde más pronto que tarde aterrizará una millonada en inversiones económicas e inmobiliarias.

Interés inusual

De repente, hay un interés inusual por formar parte del Consorcio del Besòs, históricamente infradotado. Tras el ingreso en el consorcio del Govern y el Área Metropolitana de Barcelona, la nueva coordinadora vecinal también ha pedido ingresar, aunque sea con voz (y orejas), pero sin voto. “Tenemos miedo a que el eje del Baix Besòs, sea ahora una novedad puesta en el horizonte de las fuerzas políticas para las elecciones”, avisó Camilo Ramos, vicepresidente de la coordinadora. “Queremos dejar de ser el patio trasero de Barcelona”, dijo Pepe Sánchez, el presidente.

Ramos lamentó que cuando se habla del Besòs se hable solo de pobreza. “La mayoría de indicadores a los que acuden las ciencias sociales aumentan su estigmatización. No existen indicadores sobre la amistad, la ayuda mutua, los diálogos o acompañamientos al médico. Somos barrios ricos en esos indicadores que no tienen valor económico. Queremos seguir siendo eso, pero en condiciones dignas”, dijo.

En el barrio del Besòs-Maresme hay dos asociaciones de vecinos: Besòs y Maresme. La relación entre ellas no es buena. La del Besòs no es partidaria de organizar manifestaciones contra la inseguridad ni pedir la dimisión del concejal. “Estas cuestiones se tratan en las mesas técnicas”, defiende su presidente, Francisco Abad. La asociación del Maresme sí es muy crítica con David Escudé, por su gestión e “incumplimientos”, lamenta Pardo. La activista habla de “maltrato al barrio en cuestiones muy necesarias que no requieren grandes inversiones, como abrir la biblioteca o los patios escolares en verano”. “Acumulamos déficits y te dicen que eres su prioridad, pero no se ve por ningún lado”, lamenta. Sí celebra el plan de inspecciones puesto en marcha por el Ayuntamiento para detectar aluminosis en los edificios de la zona del barrio más cercana a Sant Adrià.

Escudé, por su parte, explica que en abril presentarán un “compromiso por el Besòs que ha sido ampliamente debatido”. Sobre el papel de la oposición, el concejal del distrito apunta: si se habla del barrio para estigmatizar, es caldo de cultivo para la extrema derecha; si es para mejorar, bienvenido sea”.

Proyectos pendientes desde 2016

Las asociaciones de vecinos del Besòs y del Maresme son muy críticas con el Plan de Barrios que arrancó con el primer mandato de la alcaldesa Ada Colau. Con inversiones millonarias, el plan busca reducir la brecha entre barrios. En el Besòs está la sección censal con menor renta disponible por persona de la ciudad: no llega a 8.000 euros, apenas un 37% sobre la media de Barcelona (21.484).

En el caso del Besòs-Maresme, los dos proyectos estrella eran la rehabilitación del antiguo cine Pere IV, en la calle de Alfons el Magnànim, y el comedor comunitario Gregal. Han pasado seis años y ninguno de los dos está acabado. El cine no está ni derribado, su entorno está muy degradado y —con el cambio de manos en el distrito, de comunes a PSC— se modificó el proyecto: tenía que ser una mezcla entre edificio de oficinas municipales por la mañana y equipamiento vecinal de tarde, y evolucionó a ampliación del centro de salud y la biblioteca. El comedor Gregal acumula retrasos por cuestiones que cuestan tanto de creer como el suministro del gas.

Una mujer que vive en un piso apuntalado de la calle Alfons el Magnànim coloca una pancarta en su fachada.
Una mujer que vive en un piso apuntalado de la calle Alfons el Magnànim coloca una pancarta en su fachada.Carles Ribas

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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