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CRÓNICA PARLAMENTARIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Aragonès, Borràs y el puro estilo Delacroix

El Parlament ya puede estar hablando de sequía, de covid o de plantar molinos eólicos en la terminal 1 del aeropuerto; lo que va a captar sin duda la máxima atención de todo el mundo es la última pelea entre independentistas

Manel Lucas Giralt
Diputados aplauden durante un pleno en el Parlament de Cataluña el diciembre pasado.
Diputados aplauden durante un pleno en el Parlament de Cataluña el diciembre pasado.David Zorrakino (Europa Press)

El Parlament ya puede estar hablando de sequía, de covid o de plantar molinos eólicos en la terminal 1 del aeropuerto; lo que va a captar sin duda la máxima atención de todo el mundo es la última pelea entre independentistas. Para desesperación del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, que se esfuerza en vano por reconducir los debates a la gestión política. Este miércoles lo decía sin disimulo, en un tono casi de súplica: “Los movimientos políticos avanzan cuando, sobre todo, hablan más del país que de sí mismos.” El subtexto estaba claro: por favor, haced más caso de los acuerdos de Govern, por piedad. El ruego tenía más enjundia por cuanto se dirigía al portavoz de Junts per Catalunya, Albert Batet…su socio en el Gobierno.

Pues fue en vano. Por encima de los escaños del hemiciclo sobrevolaba la pelea desencadenada por la inhabilitación del diputado de la CUP Pau Juvillà, condenado por desobediencia sin sentencia firme por no haber descolgado unos lazos amarillos en la ventana de su despacho: así de profundas son las desobediencias de unos que ofenden tanto a otros. La presidenta del Parlament, Laura Borràs, tras un amago retórico de plantarse frente a la justicia española, ha acatado la inhabilitación.

Lo curioso es que Borrás asumió el cargo en su día prometiendo actuar como Rigoberta Bandini: sacando un pecho fuera al puro estilo Delacroix. A su compañero de partido Jaume Alonso-Cuevillas, el escepticismo ante el despechugamiento -una firmeza de lienzo- le costó el cargo en la mesa del Parlament. Se trataba de marcar distancia con la etapa anterior, cuando Roger Torrent, de ERC, había acatado la inhabilitación de Quim Torra como diputado y se había ganado la crucifixión digital. Este edificio de resistencialismo se ha venido abajo con el caso de Juvillà, aunque la presidenta del Parlament reparta culpas a diestro y siniestro, desde la CUP hasta el mismo Aragonés.

Ha sido Jessica Albiach, de En Comú Podem, quien ha sacado a relucir el asunto. Los comunes son quienes más se pueden beneficiar de una fractura del bloque independentista y una reestructuración de las alianzas: siguen recordando con nostalgia los años del tripartito y la brecha nacionalista les suele pillar a contrapié. El president ha tratado de sortear la pregunta apelando a la separación de poderes y con una defensa global del diputado inhabilitado, pero es evidente la incomodidad que le provoca la situación, a cinco días vista de la conferencia en que hará balance de un año desde las elecciones. Esas elecciones en que el independentismo logró por primera vez más de la mitad de los votos válidos y Esquerra la presidencia que no tenía desde 1980, antes de que naciera Aragonès. Paradójicamente, con todo este viento a favor, ha sido el año de mayor desacuerdo independentista desde 2010.

Al margen de esto, la sesión pasará a la historia porque por primera vez se escuchó en el hemiciclo un insulto Premium -vaya, la versión patria del “son of a bitch” que se le escapó hace unos días a Joe Biden-. Lo masculló el diputado de Vox Antonio Gallego al oír al presidente de la Generalitat comparar extremas derechas y citar, entre ellas, al partido nazi alemán, algo que siempre agita los ánimos.

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