De un grupo de culto, al cultivo de la espiritualidad
Pedro Burruezo, exlíder de Claustrofobia, publica ‘al-Manjún’, disco de fusión actualizada de la tradición de la España de las tres culturas
En los años ochenta encabezó un grupo, hoy de culto, junto con su entonces mujer, María José Peña, y Antoni Baltar. Eran Claustrofobia, un trío inclasificable con apegos a una tradición entonces no manifestada en toda su plenitud. Llegaron a grabar con Nuevos Medios antes de disolverse en los noventa. Desde entonces, Pedro Burruezo (Barcelona, 57 años) ha seguido una carrera musical en la que espiritualidad y tradición se alimentan hundiendo sus raíces en aquella España de árabes, judíos y cristianos que palpita en su último disco, al-Majnún, donde una sardana arabizada convive con una habanera sufí y jarchas mozárabes interpretadas junto a su grupo Nur Camerata. “Nuestras raíces y cultura han estado 500 años congeladas y ahora se descongelan alentadas por nuestro ADN y porque el perfume de Al-Ándalus permanece”, asegura desde su casa en Sant Feliu de Guíxols tras una nueva gira internacional. Porque Pedro y su grupo, Nur Camerata, actúan tanto en el extranjero como entre nosotros, en un circuito propio que va desde conciertos convencionales a ferias alimentarias y fiestas sacras pasando por rutas musicadas por lugares patrimoniales. Su música se abre paso.
Pedro Burruezo, además periodista medioambiental en The Ecologist, era un agnóstico hasta que en los años 90 descubrió el Islam “y me di cuenta de que no hace falta barba para ser creyente”, manifiesta mientras sonríe. Habla pausado: “Me llamó la atención que, como otras grandes religiones, suponía acabar con los apegos y vivir lo más libremente posible. Jesús, Buda y muchos sabios han tenido en común vidas frugales, justo lo contrario de lo que hacen políticos y estrellas del rock. La búsqueda de una vida sencilla que respete el planeta y sus recursos está en la esencia de la tradición”. Los pensamientos de Burruezo no están dictados por ninguna clase de intransigencia ascética, como reconoce sin problemas: “Tengo un huerto y un gallinero que produce buena parte de lo que comemos en casa, pero vivo dentro del sistema, del mundo moderno, y también cojo aviones con prisas y tengo una familia que mantener. Hago cosas que no me gustan, pero no vivo de espaldas a la sociedad, tengo los problemas de todo el mundo”.
“La música es una forma de transmitir un mensaje espiritual”
Esta vinculación entre respeto a la naturaleza y espiritualidad se traduce en una música que vive en el cruce de diversas tradiciones que acepta como propias, partiendo de las tesis del historiador Emilio González Ferrín, expuestas en su texto Historia General de Al-Ándalus. Así, Burruezo sostiene que “en realidad no hubo ni conquista ni reconquista, estas ideas son propias de historiadores con ciertas ideas políticas, lo que hubo fue una paulatina conversión de los arrianos al islam. El arrianismo godo no aceptaba la Santísima Trinidad y el Islam la rechazaba al proponer un monoteísmo tradicional. Encima, el Islam estaba descentralizado, las mujeres tenían más libertades, la sociedad era más justa y los impuestos menos abusivos”, asegura.
Esta aceptación de “lo moro” como algo propio y no ajeno a nuestra cultura, sostenida también por la filóloga e historiadora Dolors Bramón en el tráiler del documental en proceso de grabación Sufisme BCN: espiritualitat, música, ecologia con su frase “Cataluña fue antes mora que catalana”, está en la base del proyecto musical de Burruezo, que considera a Teresa de Jesús, Fray Luis de León o Nicolás de Cusa como herederos de Al-Àndalus. “Uno de sus místicos, Ibn Arabí, era murciano, como mi tía”, bromea, nada en broma. Así la búsqueda de la espiritualidad, un concepto arrinconado en una sociedad en busca de bienes contantes y sonantes, es otro de sus cimientos: “La música es una forma de transmitir un mensaje espiritual. Y espiritual veo la música de Franco Battiato, Arvo Pärt u Omar Faruk”. Estas convicciones le han llevado a cantar también en árabe, idioma del que conoce algunas palabras pero que no habla, “bueno”, precisa entre risas, “lo hablo en plan Gipsy Kings, que no sabes ni lo que dicen, así que aunque yo no pronuncie bien el árabe, en Marruecos y en Sudán me entienden y eso me basta”, concluye.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.