Fallece a los 73 años el pianista Jordi Sabatés, pilar de la música catalana
Fue una figura clave del jazz y de la canción de autor y compañero de virtuosos como Pau Riba, Maria del Mar Bonet o Toti Soler
Hace tres semanas, Jordi Sabatés se disculpaba en su cuenta de Facebook por llevar algún tiempo sin contestar las misivas de amigos y seguidores: “El motivo es muy simple: hace ya más de un mes, sufrí un infarto. No se sabe ni cuándo ni cómo fue. He estado 30 días en las UCI de dos hospitales y 10 días en planta. El problema es que en 2008 tuve un infarto muy severo y mi corazón quedó dañado en un 50%”. Sabatés seguía explicando que, a pesar de aquel primer fallo cardíaco, había continuado trabajando con normalidad en contra de la opinión de su cardiólogo, pero todo había cambiado tras una segunda recaída: “La situación deviene francamente difícil de superar. Tengo un corazón gastado de tanto usarlo y los recursos quirúrgicos son limitados. Voy recuperándome muy lentamente, pero el resultado final del tratamiento está en el aire”.
Desgraciadamente, el corazón del pianista barcelonés, compañero de virtuosos de la música catalana como Pau Riba, Maria del Mar Bonet y Toti Soler, entre tantos otros, no ha llegado a recuperarse y la madrugada del martes, a los 73 años, dejó definitivamente de latir. Su esposa, Anna, lo comunicó el mismo martes por la tarde con un emotivo mensaje en las redes: “La pasada noche, Jordi ha sufrido una fatal, definitiva e irreversible arritmia de corazón. Guardar, preservar, difundir y disfrutar de su música será el mejor homenaje que le podamos rendir”.
Rápidamente, desde todas las instituciones llovieron las condolencias. La consejería de Cultura de la Generalitat lamentó el fallecimiento calificando a Sabatés, con toda razón, de “leyenda de la música catalana”. En un tuit, el ministro de Cultura, Miquel Iceta, afirmaba: “El mundo de la música está de luto. Que la tierra le sea leve”.
Jordi Sabatés había nacido en Barcelona el 23 de octubre de 1948 y compaginó los estudios universitarios de Física con los de música en el Conservatorio del Liceo, convirtiéndose inmediatamente en uno de los pilares del panorama musical barcelonés que buscaba una identidad propia más allá del folk, del rock, del jazz o de la música contemporánea y destacando, además, en todos esos campos con luz propia.
Solo por alguno de sus trabajos en las décadas de 1960 y 1970 Sabatés ya habría ingresado en el Olimpo de la música hispana, pero su actividad se mantuvo firme, continuada y siempre abierta a los campos creativos más dispares durante más de medio siglo.
Además, a su indiscutible pericia como pianista y compositor, Sabatés unía una bonhomía entrañable que le había convertido en una persona apreciada y respetada por todo el panorama cultural sin excepción, desde los viejos roqueros a los más recalcitrantes defensores del clasicismo, desde los aficionados al jazz (incluso esos que nunca le llegaron a perdonar que convenciera a Tete Montoliu para que tocara el piano eléctrico) a los entusiastas del cine mudo.
Enumerar los aciertos musicales de Sabatés en estos casi sesenta años de actividad frenética sería interminable. Baste recordar sus inicios en el grupo Picnic, que marcó a toda una generación. O su dignificación de la música progresiva layetana al frente de Om o de Jarka, grupo éste con hitos como Ortodòxia (1971) y Morgue o Berenice (1972); o su recomposición de la cançó en el seminal Dioptria de Pau Riba (1970).
Trovadores y jazz
También llegaron, posteriormente, sus visiones/revisiones de los trovadores provenzales junto a Maria del Mar Bonet o del lieder catalán con Carme Bustamante. La creación de un jazz mediterráneo (cuando no se hablaba de jazz mediterráneo) junto a Tete Montoliu (Vampyria, para la historia) o simplemente de música mediterránea (cuando todavía tampoco existía ese término) junto a Toti Soler.
Destaca, asimismo, su recuperación de la música de Scott Joplin cuando pocos se acordaban de él, así como su eterna reivindicación de Frederic Mompou o, más recientemente, del incombustible Bola de Nieve. Por no citar sus trabajos a partir del cine mudo: de Segundo de Chomón al Nosferatu de Murnau pasando por Méliès y Buster Keaton.
Todas ellas son obras que perdurarán para que el recuerdo de Sabatés como pianista y creador multidisciplinario siga vivo en nuestra sociedad. Pero, por encima de todos esos trabajos quedará en el corazón de todos los que lo conocieron su tremenda cercanía, su insaciable pasión por la música, por toda la música sin compartimentos ni divisiones, y su siempre emotivo calor humano.
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