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Cataluña entra en la era del deshielo político

El pacto entre el PSC y la coalición independentista de la Generalitat para renovar órganos en funciones confirma una nueva etapa de diálogo

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (izquierda), y el líder de la oposición, Salvador Illa, en un momento del pleno del Parlamento catalán del pasado jueves.
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (izquierda), y el líder de la oposición, Salvador Illa, en un momento del pleno del Parlamento catalán del pasado jueves.David Zorrakino (Europa Press)
Cristian Segura

En 2021 se han acumulado señales de un cambio de clima político en Cataluña. Esquerra Republicana (ERC) y Junts, la coalición de poder en la Generalitat, y la principal fuerza de la oposición, el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), han sellado esta semana un acuerdo de renovación en las instituciones que apuntala una nueva era en la que se impone el diálogo entre bloques hasta hace poco inamovibles.

La frustrada carrera unilateral por la independencia polarizó el sistema político catalán y generó una cronificación de problemas en el funcionamiento de las instituciones. Una consecuencia tangible son los 25 organismos públicos que llevan desde hace años, en algunos casos desde 2015, con un centenar de cargos en funciones, pendientes de ser renovados por mayorías parlamentarias cualificadas. PSC, ERC y Junts se pusieron manos a la obra este mes para solventar esta anomalía.

Los tres mayores partidos de Cataluña, que suman el 72% de los escaños del Parlamento autónomo, han acordado la renovación de siete instituciones, las más significativas, el Consejo de Gobierno de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA), la Síndica de Greuges —la Defensora del Pueblo—, el Consejo de Garantías Estatutarias y la Sindicatura de Cuentas. En el caso de la CCMA, el ente que gestiona TV-3 y Catalunya Ràdio, la coalición independentista ha asumido un plan de reformulación de los medios públicos catalanes impulsado por el PSC y en el que se hace hincapié en la necesidad de mejorar la pluralidad de estos medios. “Lo que ha conseguido el PSC con este pacto es más que lo que consiguió Ciudadanos (Cs) en la anterior legislatura”, afirmó el diputado socialista David Pérez.

Cs fue el principal partido de la oposición en la pasada legislatura. Con el intento de separación unilateral de España todavía muy reciente, tanto el partido que lidera Inés Arrimadas como ERC y Junts se mantuvieron en sus trincheras y con las espadas en alto. Las heridas que dejó el procés ya están cicatrizando pese a que el nacionalismo catalán sigue argumentando que España está en manos de poderes autoritarios. La democracia llegará, según la tesis de ERC y Junts, cuando Cataluña pueda celebrar un referéndum de autodeterminación y cuando se apruebe una ley de amnistía que exculpe a los condenados por causas vinculadas a la independencia, además de permitir el retorno a España del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont y sus consejeros residentes en el extranjero para evitar ser juzgados por el Tribunal Supremo.

“Nuevo paradigma político”

Lo cierto es que cuanto más tiempo pasa tras la frustrada independencia unilateral de 2017, más fácil es el acercamiento. Jessica Albiach, líder de En Comú Podem, apuntaba el pasado jueves a EL PAÍS que Cataluña ha “estrenado una nueva etapa”: “Por un lado, tenemos un nuevo paradigma económico con presupuestos expansivos; ahora tenemos que cambiar a un nuevo paradigma político”. Los comunes pactaron con la Generalitat la aprobación el pasado jueves de los Presupuestos de 2022. ERC, por su parte reaccionaba dando apoyo este viernes a las cuentas del Ayuntamiento de Barcelona, gobernado por los Comunes y el PSC. Todavía más relevante es el apoyo que aportan los republicanos al Gobierno central, permitiendo la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado a cambio de la promoción de producciones en catalán en las plataformas digitales.

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Los derrotados de la nueva situación, señalaba Albiach, son “las fuerzas menos proclives a romper bloques”. En el caso de la aprobación de los Presupuestos autonómicos con los comunes, se rompía la mayoría independentista que aupó a Aragonès como presidente de la Generalitat: la CUP rechazaba dar apoyo a las cuentas públicas. El pasado fin de semana, los anticapitalistas respondieron a “la deriva autonomista” de ERC y Junts con un documento en el que amenazaban con “desestabilizar” el Ejecutivo.

La dirigente de la CUP Eulàlia Reguant lamentaba en el pleno del Parlament del pasado jueves el giro pragmático de Aragonès: “Hemos escuchado que la CUP es el socio preferente. ¿Socio preferente para qué? Desde el pacto de legislatura no nos hemos puesto de acuerdo en nada trascendental. Se han acomodado en la política de siempre, la autonómica, para repartirse el país con el PSC y con la patronal”.

Reguant también hizo mención crítica a los pactos suscritos por el Gobierno y la Generalitat el pasado agosto para impulsar la ampliación del aeropuerto de El Prat y la candidatura de los Juegos Olímpicos de Invierno del Pirineo. ERC ha acabado desmarcándose del proyecto aeroportuario, también los Comunes, pero el ritmo de la música es el mismo que se estrenó el pasado septiembre con la recuperación de la mesa de diálogo entre gobiernos para encontrar una solución política a las demandas del independentismo.

El deshielo empezó tras las elecciones autonómicas del pasado febrero. Por entonces, los dos bloques seguían negándose el pan y la sal, pero un colectivo de intelectuales, el grupo Pròleg, en el que se incluyen referentes del socialismo catalán como Raimon Obiols o Laia Bonet, ya vaticinaban en un artículo en EL PAÍS que se producirían los primeros pasos de “un viaje incómodo, por etapas y de larga duración”. El viaje, según concluía aquel texto, debía llevar a la plena reconciliación de ERC y del PSC.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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