Juicio por estafa a una vidente de televisión: “Pepita Vilallonga me dijo: ‘Llevas un mal de ojo, tus perros y tú vais a morir”
Una mujer relata cómo la tarotista televisiva y su equipo le estafaron miles de euros en un proceso que destapa los secretos del negocio esotérico
En el otoño de 2016, Rosalía P. estaba pasando “un momento personal y económico muy malo”. Diagnosticada de una hernia, necesitaba vender con urgencia la casa familiar para solventar los problemas con su exmarido. Una noche, en casa, topó con un canal de televisión en el que decenas de personas llamaban en directo a una mujer para darle las gracias por haber solucionado sus problemas: era la tarotista Pepita Vilallonga. “Yo nunca creí en esas cosas, pero estaba en un agujero; me dio por llamar y pedí una cita”, cuenta esta mujer, profesora jubilada y licenciada en Derecho, en el juicio por estafa contra la vidente y dos colaboradores que, este martes, ha destapado los secretos del negocio esotérico. Vilallonga ya fue detenida en 2017 acusada de estafar 300.000 euros a otra anciana ejerciendo control psicológico sobre ella mediante una serie de rituales. El caso acabó siendo archivado.
Rosalía acudió al Gabinete de Futurología de Vilallonga, en la calle Mallorca de Barcelona, y le pidió que le echara las cartas del tarot (100 euros) “para ver si podría vender pronto la casa”. Fue el inicio de su pesadilla. “Me dijo: ‘Tienes un mal de ojo, llevas un muerto en la espalda y tus perros y tú vais a morir, no llegáis al fin de semana”. Por suerte para ella, la tarotista tenía el remedio adecuado a tan fatal desenlace: David L., un colaborador “especializado en mal de ojo” que, mediante un ritual de oraciones conocido como “abrecaminos”, podía salvarla. “Entré llorando en una sala. Me hundieron más. El hombre me dijo que había ido muy tarde a la consulta, que quizá no llegaba viva al fin de semana”.
David L. y Fran B. —hijo de Pepita y también acusado— debían ponerse a trabajar de inmediato. Pero necesitaban 4.400 euros en efectivo, que Rosalía les entregó por miedo a morir. Los contactos siguieron en las semanas siguientes. Pero el mal que la mujer llevaba dentro era “muy fuerte” y los acusados necesitaban ayuda externa. Se la iba a proporcionar un tal “padre Giorgio”, un hombre que hablaba italiano y al que presentaron como “un capellán que venía del Vaticano”, ha contado la presunta víctima del engaño. Le pidieron 10.000 euros más por la intervención especial de Giorgio, que debía viajar a Jerusalén para enterrar allí unos collares de los perros y unos calcetines de Rosalía. “Me decían: ‘¿Qué vale más, tu vida y la de los perros o el dinero?”, narra. Metida de lleno en esa espiral delirante, Rosalía pagó los 10.000 euros. Y luego abonó otros 17.000 que le exigieron en diciembre para culminar el ritual y prolongar su vida, al menos, hasta Navidad.
El tormento tocó a su fin cuando Rosalía habló con su amiga Mercè (”¿Pero tú estás loca”, le dijo cuando supo la historia) y cuando vio, de nuevo en televisión, la aparición de denuncias por estafa contra Vilallonga. Comprendió que la habían engañado, pidió en vano facturas para justificar sus pagos, y hasta fue amenazada cuando la cazaron tratando de grabar una conversación en la consulta, según ha contado ante los magistrados de la Audiencia de Barcelona en un juicio en el que (algo inédito) ha renunciado de forma expresa a que le devuelvan las cantidades que pagó. “Solo quiero que nadie más pase este miedo y este pánico”.
La abogada de la mujer pide ocho años de cárcel (seis por estafa y dos por grupo criminal) para Vilallonga y sus dos colaboradores. La Fiscalía, en cambio, no acusa con el argumento de que no hay delito, de que quien acude a este tipo de servicios mágicos y no está en una situación de vulnerabilidad mental ya sabe a qué atenerse. “¿Y usted se lo creyó todo?”, le ha preguntado, escéptico, el fiscal. Rosalía ha dicho que sí. “En ese momento, si me hubiesen dicho que tenía que pagar 100.000 euros, los hubiera robado, hubiese hecho cualquier cosa”.
El ritual del “abrecaminos”
Los acusados han negado los hechos y han acusado a la mujer de mentir. Vilallonga, vestida de negro riguroso y con un habla pausada y firme, ha asegurado que no solo no le leyó el tarot o la amenazó, sino que no la vio nunca. Se mueve con dificultad y su hijo Fran la ayuda a sentarse en el banquillo, desde el que ha afirmado que denuncias como la de Rosalía, y los medios de comunicación, le han arruinado la vida. “Tuve una depresión muy grande por todo lo que salió y me tuve que jubilar. Fue la peor época de mi vida. Me destruyeron tanto… Tiraron mi nombre por el suelo”.
Vilallonga, que aprendió el oficio de su abuela (“una gran médium”), ha tratado de dar una pátina de prestigio a la que ha sido su ocupación durante 40 años. “No vendemos coches, vendemos un tema espiritual, solución a problemas, nada más”. A preguntas de la abogada de la víctima y de los magistrados, la tarotista ha desentrañado, de paso, las interioridades del negocio de la adivinación. La marca comercial Pepita Vilallonga la explotaban dos empresas: una para contratar la publicidad de los programas de televisión que grababa en la planta superior de la tienda de la calle Mallorca; la otra, de la que era empleada, para tirar el tarot y ofrecer otros servicios “espirituales” a los clientes.
Los tres acusados han coincidido en que nunca amenazaron a Rosalía y han asegurado que un tarotista nunca menciona temas de salud. “No se puede ni se debe, porque no somos médicos. Simplemente tratamos el alma”, ha dicho Vilallonga. “Creemos en los ángeles, en los espíritus, somos gente pacífica”. Aparte de los precios fijados para el tarot, los servicios extra se pactan entre el cliente y su tarotista. Al cliente se le hace firmar un contrato de consentimiento y una cláusula que indica que los servicios prestados no están sujetos a la obtención de resultados.
El hijo, Fran B., ha contado que se dedicaba a grabar a su madre para las televisiones y radios que emitían el espectáculo. Tanto él como David L. han insistido en que fue Rosalía la que “pidió un abrecaminos”, un proceso por el cual el tarotista reza por una persona durante varias horas al día para “que le vayan mejor las cosas”. “Nunca se mostró descontenta. Pactamos algo más de 4.000 euros y dejó algo a deber. Pero yo soy un profesional y acabé el abrecaminos”, ha dicho David. No parece que funcionara. Uno de los perros de Rosalía, ha contado la mujer, enfermó y murió a los pocos meses.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.