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DRONES
Crónica
Texto informativo con interpretación

El vuelo imparable de los drones

Las aplicaciones de estas aeronaves van más allá del simple juguete

Tomàs Delclós
Un dron en el barrio de Gràcia de Barcelona.
Un dron en el barrio de Gràcia de Barcelona.Carles Ribas (EL PAÍS)

Las enciclopedias que más explicaciones dan a la hora de definir un dron hablan de una aeronave no tripulada dirigida remotamente o que obedece a un programa informático. Hay una mayoritaria coincidencia en fijar el bombardeo de Venecia, el agosto de 1849 por parte de las tropas austro-húngaras que asediaban la ciudad, como la fecha inaugural de su historia a pesar de que se trató del lanzamiento de un par de centenares de globos cargados con explosivos. No todos llegaron a su destino. Un repentino cambio en la dirección del viento hizo que más de uno de estos ingenios... volviera a casa. Un regreso muy preocupante (para los austro-húngaros). En todo caso, se trata de una historia fundamentalmente militar con máquinas voladoras, parecidas a los aviones y los torpedos, que, de manera principal, se dedican al espionaje y al bombardeo.

Pero la idea popular sobre qué es un dron es mucho más joven. La palabra entró en el diccionario de la Real Academia Española en la edición de 2014. Y el 2015, “dron” era proclamado neologismo catalán del año en la encuesta que organizan la Universitat Pompeu Fabra y el Institut d’Estudis Catalans. Para muchos de nosotros, un dron es un bicho mecánico que puede recordar a una gran araña, ligero, ágil, pilotado de lejos. La primera aproximación es lúdica. De hecho, se encuentran en tiendas de juguetes, de aeromodelismo, de fotografía... Incluso ignoramos su nomenclatura: quadcopter, hexacopter, octocopter, según tenga cuatro, seis u ocho rotores. Pero topamos cada vez más con ellos y con trabajos de más envergadura.

Cada día tenemos la escena de las bocas del volcán de La Palma, de una impensable proximidad. En las series y las películas ya resultan banales las imágenes cenitales de ciudades y carreteras. Hace poco, los diarios traían que en Toronto se habían usado por primera vez en el transporte de unos pulmones para un trasplante. El viaje entre los dos hospitales tardó seis minutos, pero la preparación de un contenedor ligero capaz de proteger el paquete de cualquier agresión costó 18 meses. Este verano, Aerocámaras ofreció un servicio de delivery gastronómico en el puerto de Ibiza. Sus drones llevaban el pedido del restaurante a la embarcación. No ha habido manera de que la empresa me explicara el resultado de la experiencia. Lo intenté durante tres semanas hasta que los vi muy atareados explicando a toda la prensa que iban a salvar con drones unos perros rodeados de lava en La Palma. Finalmente, no lo hicieron ellos. ¡Se anticiparon unos clandestinos caminantes sobre la colada volcánica!

Open Arms ha usado drones en sus operaciones de rescate marítimo. Cada vez más se usan en la agricultura para la fumigación, control de cultivos, combates de plagas. En una inédita modalidad de pirotecnia, este año, un enjambre de 3.281 drones con bombillas led construyeron en el cielo de Shanghái una espectacular coreografía de luz... La lista de aplicaciones y usos es interminable.

Una de las personas que me ha puesto al día sobre el mundo de los drones ha sido Jordi López (40 años, Maçanet de Cabrenys). Es piloto y trabaja la filmación. Puede hacer desde una boda a un anuncio turístico o un documental sobre una industria. Una de sus especialidades son los interiores. Las inmobiliarias que quieren mostrar en su web los rincones de una casa, los museos que desean una presentación virtual de su colección... tienen una nueva herramienta para hacerlo sin que haga falta un operador cargando una steadycam. “Son cámaras pequeñas de unos 37 gramos, pero que dan una resolución de 4K y 60 frames por segundo”.

Todo empezó, cuando tenía 32 años, como una afición. “Los amigos que nos interesábamos por los drones éramos como una comunidad. Hacíamos quedadas, picnics y montábamos una carrera con aros de poliespán”. López llegó a participar en carreras más formales y organizadas, pero no persistió. “Es un mundo muy técnico que pide mucha dedicación. Los drones de carreras son balas con motores que pueden ir a 35.000 revoluciones por minuto. Los jugadores practican en simuladores, preparan su máquina, sueldan las piezas, programan en el ordenador sus parámetros. Son configuraciones que se pueden copiar en Internet. Si quieres competir, tienes que dedicar muchas horas”.

A 290 kilómetros por hora

Uno de los episodios más explicados cuando se quiere dar una idea del crecimiento acelerado, supersónico, de las carreras tiene un nombre: Luke Bannister, un chaval que en 2016 ganó el World Drone Prix en Dubái con un primer premio de 235.000 euros. De todos modos, también hay debilidades en esta historia. No parece que las carreras tengan un gran atractivo televisivo. He visto alguna retransmisión y contemplar, desde la cámara del dron, a la máquina comiéndose el circuito a una velocidad increíble... fatiga después de unos cuantos minutos y unas cuantas vueltas. Hay monotonía. López admite el rápido crecimiento de las carreras, “pero puede resultar una burbuja que estalle. No veo el futuro deportivo”.

López tiene muy claro que los drones no son un juguete y es favorable a una regulación exigente en función de factores como la envergadura de la nave, el riesgo de las maniobras (por encima de los 120 metros de altura o volando sobre aglomeraciones de personas) o si se tiene, o no, visión directa de la nave durante el vuelo. Son máquinas, recuerda, que pueden ir a 290 kilómetros por hora. De hecho, la Unión Europea empieza este año a aplicar un renovado reglamento de seguridad que contempla desde la instrucción de los pilotos, el registro de nuevos operadores y las características técnicas de las naves. Él se sacó el título de piloto para drones de menos de 25 kg en 2014. “Solamente había un par de escuelas autorizadas en Madrid y Barcelona. Entonces, la autonomía de vuelo era de cinco a ocho minutos. Ahora, en el mundo de la filmación, el estándar es de unos 30-40 minutos”, pero un dron híbrido de la valenciana Quaternium superó, hace un año, las 10 horas. Y los expertos están convencidos de que, gracias a los drones, de todos los tamaños, el paisaje aeronáutico de aquí a cinco años habrá dado un giro que apenas imaginamos. Su vuelo es imparable.

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