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Laia Palau: “Los deportistas somos unos privilegiados, pero pagamos un peaje”

La capitana de la selección de baloncesto reconoce que a su nivel de entrenamiento “no es sano hacer deporte”

Laia Palau
Laia Palau, en un España-Francia.AFP7 vía Europa Press (Europa Press)
Nadia Tronchoni

Creció en el barrio de Sants, empezó a jugar en el Joventut Les Corts, se aficionó a la literatura, compartió piso con su grupo de amigos en Barcelona, casi una comuna, se dejó atraer por la ebullición cultural y por los barrios alternativos y acabó convirtiéndose en la jugadora más longeva y triunfante del baloncesto español. Pasó por Francia y por la República Checa, quiso descubrir la vida hippie de Australia, pero acabó regresando a casa tras una breve aventura, de nuevo, en el Bourges francés. Capitana del Uni Girona y de la selección, Laia Palau (Barcelona, 1979) es una mujer de récords, con carácter y discurso. Se sabe referente. Más después de los últimos Juegos.

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No hay jugadora más veterana en participar en la historia del baloncesto olímpico. Palau dejó la marca en 41 años y 319 días. Así que, aunque el transitar de Tokio no fue el más exitoso, la catalana volvió para casa sin metal al cuello pero con el corazón abrigado. Por las vivencias y los recuerdos. Y pese al último episodio que ha enmarañado el relato de un equipo que conquistó 12 medallas en la última década. Un epílogo en el que el seleccionador nacional, Lucas Mondelo, ha sido acusado por algunas exjugadoras que consideraron que sus formas eran excesivas y dañinas. Un epílogo complicado de gestionar del que Palau todavía no quiere hablar ni opinar. Está de vacaciones. Pero coge el teléfono y responde a una entrevista que se pactó antes de que se marchara a Tokio a disputar los que seguramente serán sus últimos partidos como profesional.

Pregunta. ¿El éxito es también llegar a los cuartos de unos Juegos Olímpicos?

Respuesta. Estar en unos Juegos como representante de la selección española es un éxito. Hablamos de estar entre las doce mejores selecciones del mundo. Está claro que a este equipo no le puedes pedir que se vaya de paseo a unos Juegos. Eso ya lo hicimos en su momento. A este equipo se le exige ir a competir porque puede. Luego, perdimos contra Francia. Ha sido un verano muy cruel en cuanto a resultados. Ha sido duro perder dos campeonatos en partidos de cuartos, partidos que han sido ajustados… Pero a nivel humano ha sido muy guay. El equipo ha estado ahí, ha funcionado, ha construido… y eso está bien. El balance no puede ser superpositivo, pero cuando pones en contexto quiénes somos, de dónde venimos y lo que estamos intentando hacer, para mí no ha sido un verano en balde. No se puede ganar siempre.

P. ¿Cómo se traga la derrota?

R. Con agua. Al final, la gracia de todo esto es que es la vida misma. Y lo digo yo, que he tenido siempre un mal perder tremendo; y aún lo tengo. No nos gusta perder, por eso estamos donde estamos… Se podrían haber ganado los dos partidos, tanto el de Serbia en el Eurobasket, como el de Francia. Pero lo nuestro va de esto y a veces se pierde por detalles.

P. Lidiar con la derrota ha influido en esa forma de ser suya de dudar de todo.

R. No, pero yo me cuestiono mucho, es mi manera de funcionar. No me dejo ningún cabo por atar en lo que hago, soy una controladora. Es mi manera de decir ‘estoy bien, puedo hacerlo, tengo ganas’. Plantearse todos los días esto, a veces, genera dudas. Pero de mi papel en la selección nunca he tenido ninguna duda. Tengo muy claro lo que he ido a hacer allí, llevo 20 años, le he puesto mucho amor y mucha dedicación. Y ha sido un verano malo porque esto es a las duras y a las maduras. No puedes pretender que los ciclos de éxito sean para siempre, porque en la vida nada es para siempre y en el deporte, menos todavía.

P. Pensó muchas veces que no viviría del baloncesto, que este no era su mundo. ¿Cómo resiste una hasta los 41 al tiempo que vive esa batalla interior?

R. Se trata de calibrar bien dónde están mi energía y mi compromiso. Si cada año renuevo contrato conmigo misma, esto tiene más poder.

P. ¿Cada año se plantea si quiere seguir?

R. Obviamente esto ya no es por inercia. No tengo ninguna necesidad de seguir jugando a baloncesto. Si sigo haciéndolo es porque me mola. Me lo he pasado como una enana en estos Juegos. A mí me gusta mucho el equipo, me gusta trabajar con gente, me parece apasionante descubrir qué talentos tiene cada uno, cómo nos podemos organizar.

P. ¿Se siente bien en ese papel de referente?

R. Soy capitana de la selección porque soy la mayor; la selección va por internacionalidades y si te toca, te toca. Además, tengo este carácter, me gusta la gente, me acerco, me preocupo… que es una de las cosas que tienen que hacer los capitanes: estar por el equipo, y no solo por las jugadoras, sino también por el equipo técnico, como enlace con la Federación… También me toca ser referente porque soy visible, porque tengo discurso y porque me toca representar a España. Pero la selección sin Alba Torrens, sin Marta [Xargay, una de las que criticó los métodos de Mondelo], Anna Cruz [también crítica] y toda esta generación no habría sido la misma.

P. El deporte es bueno para el común de los mortales, pero, ¿cuánto sufre el cuerpo de un deportista de élite?

R. Acaba muy machacado. A nuestros niveles, no es sano hacer deporte. Forzamos mucho la máquina. Yo he tenido mucha suerte, y he podido seguir jugando porque mi cuerpo está bien; me duele por las mañanas, soy mayor y recupero más tarde, pero no tengo ninguna lesión. Tengo compañeras que van todos los días al fisio, que viven con dolor…

P. ¿Se sufre también mentalmente?

R. Es complicado, pero te acostumbras a tolerar el dolor, a forzar. Lo nuestro va de los límites. Ser deportista de élite conlleva muchas exigencias y muchos sacrificios. Menos que irnos a trabajar a la mina, bastantes menos. Todo se mira con perspectiva. Los deportistas somos unos privilegiados, pero tenemos nuestros peajes. Y hay algunos más chungos que otros. Todo depende de cómo te adaptes tú a las cosas.

“Cuando lo deje, me espera un bache guay, es mi mundo”

Antes de que Palau tomara un avión en dirección a Tokio se hablaba de su posible retirada, que todavía no ha anunciado. Hace años ya dijo que se marchaba. Fue en 2017. Se iba a Australia, quería descubrir otra manera de hacer, pensó que allí la exigencia sería menor y que ya no estaría al nivel para ser internacional. Pero no fue así. “Suelo tener pocos errores de apreciación. En general, cuando tomo una decisión, como me lo pienso y repienso tanto, suelo no equivocarme mucho. Pero aquello fue un error. Pensaba que todo iba a ser bastante amateur. Y no fue así. Me fui preparada mentalmente para que mi cuerpo y mi cabeza dejaran el baloncesto, pero cuando me vi en las mismas pensé: para estar así de pringada me vuelvo a Europa, que es mi baloncesto, mi sitio”. Y eso hizo. Cubrió la baja por lesión de Cristina Ouviña en el Bourges y volvió a la selección.

Palau viene del barrio de Sants, sus padres son docentes y su juventud la convirtió en una persona comprometida; estudió educación social. No parece que vaya a ser una mujer muy distinta cuando ya no juegue a baloncesto. Aunque siga ligada al balón. “Me voy a quedar en el mundo del baloncesto de alguna manera, porque me gusta, me apasiona todavía. Y cuando no pueda jugar, estaré cerca. Creo que puedo aportar algo y siento que quiero poner ahí mi energía, en un mundo de mujeres. Cuando lo deje, me espera un bache guay. Pero creo que voy a poder hacer bien esta transición, aunque seguro que voy a echar un montón de cosas de menos. Este es mi mundo, no he hecho nada más que jugar a baloncesto y vivirlo como hago yo las cosas, dándole vueltas a todo. Así que me quedaré. Hasta la victoria, siempre”.

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Sobre la firma

Nadia Tronchoni
Redactora jefa de la sección de Deportes y experta en motociclismo. Ha estado en cinco Rally Dakar y le apasionan el fútbol y la política. Se inició en la radio y empezó a escribir en el diario La Razón. Es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Valencia, Máster en Fútbol en la UV y Executive Master en Marketing Digital por el IEBS.

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