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Un bar para Raimon Obiols y Jordi Pujol

Can Pascual es una referencia de la Nova Esquerra de l’Eixample y de los seguidores periquitos del barrio

Cristian Segura
Can Pascual
Bar el Nou Pascual, en la calle Calabria de Barcelona.Albert Garcia

La primera vez que entré en Can Pascual como periodista me sentí coprotagonista de uno de esos thrillers de Nueva York en los que los tejemanejes del Ayuntamiento se resuelven en un reservado de Little Italy. El bar ya lo conocía como vecino: es el reducto espanyolista del barrio —“espanyolista” por el club de fútbol. Frente al televisor del establecimiento, sentado en su barra, con un gintonic y engullendo sus excelentes patatas bravas, he celebrado y sobre todo he sufrido las últimas temporadas del Espanyol, mi equipo y el de Marc Ferrer, el propietario. Pero en aquella primera ocasión que me presenté como periodista, la cosa fue diferente, porque fui conducido a las profundidades del local, a un comedor en el que, según mis fuentes, se organizaban conciliábulos secretos del Partit dels Socialistes de Catalunya, el PSC.

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El comedor de Can Pascual no tiene nada de especial: es de techo bajo e iluminación artificial, con mesas, vajillas y mantelería de estética discreta pero funcionales; a un lado, los baños y un pequeño salón privado. Nada llama la atención excepto un viejo tirador de vino a granel, el vino de la casa. En ese comedor, de un restaurante sobre todo frecuentado por familias y matrimonios jubilados del barrio, me aseguraron mis fuentes que se salvó al socialismo catalán. Las cosas no fueron así, pero la investigación me sirvió para conocer mejor a Ferrer.

Todo partió de un soplo: en Can Pascual se reunían históricos del PSC, los hermanos Font, Raimon Obiols y sus seguidores del colectivo Nou Cicle. Algunos obiolistas de peso abandonaron el barco del partido al inicio de la carrera independentista, cuando el PSC de Pere Navarro se hundió electoralmente en 2012 y tuvo que rectificar su apoyo a un referéndum de autodeterminación. El caso más relevante de exobiolista incorporado a las filas del nacionalismo catalán es el de Joan Ignasi Elena, el actual consejero de Interior. Otros se quedaron en el PSC gracias a almuerzos terapéuticos con el carismático Obiols. Pero estos ágapes y sesiones de coaching —y ahí es donde fallaron mis fuentes— se produjeron en otro restaurante, no en Can Pascual. Los cónclaves en Can Pascual eran para disfrutar de una charla entre amigos, sin presiones.

Todo esto fue en un tiempo que parece lejano, antes de la pandemia. El coronavirus lo trastocó todo. A Ferrer lo pilló con el pie cambiado: renovó de arriba abajo el bar Can Pascual un mes antes de decretarse el estado de alarma, en marzo de 2020. Ahora se llama El nou Pascual pero el barrio sigue llamándole Can Pascual. La previsión de Ferrer es que necesitará entre seis y ocho años para pagar las deudas contraídas con una inversión que desembolsó coincidiendo con una caída estrepitosa de los ingresos. Por eso los aficionados periquitos del barrio le perdonamos cuando justifica que, si coinciden un partido del Barça y uno del Espanyol, muy a su pesar tendrá que sacrificar la retransmisión de nuestro club porque más clientes le trae el rival —a escasos metros hay varias peñas blaugranas. La pela es la pela, decían los catalanes de antes, cuando el seny iba por delante de la rauxa.

Otra virtud tradicionalmente atribuida a los catalanes que demuestra Ferrer es la discreción. Frente a Can Pascual tiene el despacho ni más ni menos que el expresidente de la Generalitat Jordi Pujol. ¿Bajan a comer algún día el president o los miembros de su séquito? Ferrer ni confirma ni desmiente. La paradoja es que la némesis de Pujol, antes que Pasqual Maragall, fue Obiols. Pujol y Obiols protagonizaron duelos en la historia de la política catalana como los del doctor Moriarty y Sherlock Holmes en la literatura o Messi y Cristiano Ronaldo en el fútbol.

Pese a su distinguida clientela socialista, Can Pascual no debe su nombre al exalcalde y expresidente de la Generalitat. Pascual era uno de los dos hermanos procedentes de Castellón que fundaron el negocio en 1971, exactamente hace medio siglo. Veinticinco años después, los Ferrer lo adquirieron. En las primeras décadas, la clientela sobre todo la componían trabajadores de la construcción y de la antigua fábrica que tenía Bayer en aquella manzana. El Can Pascual del siglo XXI ha sido sobre todo un lugar para un público familiar, de almuerzo el domingo con los abuelos, con la parienta o de tomar algo con los amigos antes de la cena. Ferrer ha querido rejuvenecer el público, y lo ha conseguido, pero las caras son casi siempre las mismas: la propietaria del estanco de la esquina, el vecino que baja cada mañana a desayunar su bocadillo de jamón de Salamanca… Una tarde del pasado julio, de las seis mesas que estaban ocupadas, las seis estaban ocupadas por fijos de Can Pascual.

En un bar de costumbres, en el que los camareros llevan casi dos décadas vinculados a la casa, ¿qué queda de los orígenes? Ferrer rastrea el establecimiento, reformado por completo, convencido de que no encontrará nada de la prehistoria de los hermanos de Castellón. Pero sí, da con ello: un exprimidor de naranjas de la marca Santos. “No hay recambios y tengo que apañarme con alguna chapuza, pero funciona como el primer día”, dice orgulloso el propietario de Can Pascual.

Este electrodoméstico Santos entró en funcionamiento, según estimaciones de Ferrer, cuando Pujol y Obiols empezaban a atizarse retóricamente en el Parlament. Los dos viejos políticos llevan muchos años sin verse ni hablarse, confirmó hace unas semanas a este periodista el exlíder socialista. ¿Podría producirse el reencuentro? En terreno neutral, en una mesa en Can Pascual.

El nou Pascual

Año de fundación: 1971.

Propietario: Marc Ferrer.

Plato recomendado. Huevos estrellados al estilo Pascual: huevos fritos con salsa muselina de ajo, patatas horneadas y laminadas.

Bebida recomendada: vino blanco Galván Godello.

La mejor hora para ir: 20:30, antes de cenar.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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