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El Ayuntamiento de Barcelona compra El Molino por 6,2 millones de euros

El teatro, que reabrirá en 2022, mantendrá su espíritu canalla y se vinculará a varios sectores culturales

Toni Polo Bettonica
Teatro El Molino
El Molino cuando reabrió sus puertas en 2010.© Joan Sánchez

El Ayuntamiento de Barcelona ha anunciado este viernes la compra de El Molino, el centenario teatro del Paral·lel, por 6,2 millones de euros, según se aprobó en una comisión de Gobierno. El espacio pasará a ser un equipamiento cultural y reabrirá sus puertas durante el año que viene, después de que se haya hecho el concurso público pertinente para la dirección. “El Molino es un emblema, un símbolo que forma parte de nuestra geografía sentimental individual y colectiva y hemos hecho un esfuerzo necesario para evitar que cayera en manos privadas o en fondos buitre que rompieran la identidad cultural”, ha dicho la alcaldesa, Ada Colau. Esta compra entra dentro de la estrategia de consolidar el Paral·lel de Barcelona como eje cultural.

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El edificio, que llevaba dos años cerrado, se encuentra en perfecto estado de conservación gracias a la reforma integral que llevó a cabo la propietaria, Elvira Vázquez, justo antes de que volviera a abrir, en 2010. El Molino había quebrado en 1997 y estuvo 13 años cerrado. El hecho de no necesitar ninguna reforma (“lo entregamos con las llaves”, ha dicho Vázquez) ha permitido al Ayuntamiento quedarse con el inmueble, cuya titularidad será pública pero la gestión, privada. Los 6,2 millones de euros, en los que se tasó el edificio, no cubren la deuda de la propietaria, que revela que ha invertido unos 25 millones de euros en 21 años: “¡Hemos cogido todas las crisis!”, ha recordado. “La única deuda que queda es personal y la asumiremos los socios”. Vázquez ha revelado que no ha dejado de recibir ofertas “de rusos, de chinos, de aquí y de allá” por más dinero pero que las ha rechazado por una cuestión de principios: “No quería arriesgarme a ver El Molino convertido en un puticlub”, ha sentenciado.

El teatro se convertirá en la Casa de las Culturas, como la cercana sala Barts es la Casa de la Música. “La intención es que no se limite a un sector único, que sea un equipamiento abierto a nuevos creadores, híbrido y transdisciplinar”, ha declarado Dani Granados, delegado de Derechos Culturales del Ayuntamiento. En este sentido, Granados ha considerado El Molino como auténtico “patrimonio inmaterial” de la ciudad y que tiene una dosis importante de nostalgia que se complementará con la entrada de nuevos creadores. Por supuesto, El Molino seguirá manteniendo el espíritu canalla que lo ha caracterizado desde que abrió sus puertas, en 1899. “Y con orgullo”, ha remarcado Elvira Vázquez. “Tengo el corazón roto, pero es una buena solución”, ha expresado la empresaria, que ha repartido una simbólica pluma a los miembros del Consistorio.

Ada Colau ha insistido en la importancia de recuperar El Molino porque considera que la cultura “es fundamental para relanzar la ciudad ahora que la pandemia empieza a remitir”, ha dicho, con prudencia. “Este espacio, enmarcado en el eje del Paral·lel, es vital para relanzar a Barcelona: no nos tenemos que parecer a Broadway, somos el Paral·lel y Barcelona tiene que volver a latir con el Paral·lel”. Preguntada sobre el futuro del vecino Teatre Arnau, ha recordado que tiene un proyecto ejecutivo aprobado pero que es un caso totalmente diferente porque implica una reforma total, lo que hace que de momento no se puedan acometer las obras. “En el caso del Molino, teníamos la disponibilidad de una inversión directa que se ha podido aprobar en la comisión de Gobierno”.

Memoria viva de Barcelona

El Molino se inauguró en 1899 como el modesto café La Pajarera Catalana, donde se ofrecían, también, pequeños conciertos de tríos y cuartetos. Tras un par de años se presentaban ya espectáculos de variedades, zarzuelas de pequeño formato y se empezaba a absorber las modas de París, la capital mundial de las variétés, hasta el punto de pasarse a llamar Petit Moulin Rouge, en 1908. Dos años más tarde se sometió a una reforma a cargo de Joaquim Manuel Raspall, que le dio la forma que mantuvo hasta los años 90 del siglo pasado. En 1929, con ocasión de la Exposición Universal y bajo el mandato del empresario Antoni Astell, se colocaron las aspas del molino que le daba nombre y, tras la Guerra Civil, dejó de llamarse Moulin Rouge para ser El Molino por razones ideológicas: se españolizaba el sustantivo y se eliminaba el adjetivo, rojo, políticamente tan incorrecto en la época. De la mano y la astucia de Francisco Serrano y Vicenta Fernández, Doña Fernanda, “se convirtió en el último reducto que tenían las clases populares para huir del ambiente opresivo del régimen”, escriben Carme Tierz y Xavier Muniesa en Barcelona, ciutat de teatres. Durante décadas, el escenario de películas como El último cuplé (1957) fue la referencia de la cultura transgresora en la ciudad.

La crisis del sector en los primeros años 90 fue sumiendo el Molino en una agonía lenta que concluyó en 1997 cuando la empresa New Mills (de un nieto de la histórica Doña Fernanda) presentó quiebra voluntaria. El espacio fue adquirido por unos empresarios rusos que destrozaron el interior de la sala y tiraron valiosos documentos del viejo teatro. Ya en los 2000, la conciencia ciudadana creó la plataforma Salvem EL Molino y la empresaria Elvira Vázquez, con la sociedad Ociopuro, tomó las riendas para devolver el teatro a la ciudad. En 2010 volvió a abrir las puertas, tras unas obras que duraron un año y medio y que, aun conservando la fachada, convirtieron el edificio en un teatro moderno con todas las comodidades. La crisis, sin embargo, acechaba de cerca y la nueva andadura de El Molino fue difícil desde el primer momento.

Las aspas de la fachada dejaron de moverse en 1936, pero tras ellas ha desfilado una retahíla sin fin de artistas: la Bella Dorita, Johnson, Carmen Amaya, Lita Claver, Amparo Moreno, Susana Egea, Regina do Santos, tan larga como la lista de intelectuales que se sentaron en la platea: Federico Fellini, Giulietta Massina, Salvador Dalí, Maria Mercader, Bigas Luna… “El Molino era el Liceo del pueblo”, lo definió Merche Mar, una de sus últimas vedets.

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Sobre la firma

Toni Polo Bettonica
Es periodista de Cultura en la redacción de Cataluña y ha formado parte del equipo de Elpais.cat. Antes de llegar a EL PAÍS, trabajó en la sección de Cultura de Público en Barcelona, entre otros medios. Es fundador de la web de contenido teatral Recomana.cat. Es licenciado en Historia Contemporánea y Máster de Periodismo El País.

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