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La contracultura de los 70 revive en el Palau Robert

Una exposición comisariada por Pepe Ribas recorre el ‘underground’ en 700 piezas

Un visitante en la exposición 'La contracultura i l'Underground a la Catalunya dels 70', en el Palau Robert de Barcelona.
Un visitante en la exposición 'La contracultura i l'Underground a la Catalunya dels 70', en el Palau Robert de Barcelona.Alejandro García (EFE)

Que los años setenta fueron revolucionarios no es ninguna novedad. A ese “movimiento de rebeldes contra el régimen franquista” le debemos la normalización de muchas conductas que hoy damos por sentado, según afirma Pepe Ribas, comisario de la exposición Underground y contracultura en la Cataluña de los 70 del Palau Robert, en Barcelona. La muestra, encargada por la Dirección General de Difusión de la Generalitat, se podrá ver hasta el 28 de noviembre.

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“Nada es como antes del 68, muchas mentalidades y libertades de hoy tienen su origen en aquella década que lo cuestionó todo”, afirma Ribas.

La muestra, con 700 objetos, conmemora la década de los 70 en territorio catalán incorporando todos aquellos elementos que conformaron la revuelta. Un ideario que bebía del movimiento hippie que llegó desde California y de las corrientes de disidencia en capitales europeas como París, Londres y Ámsterdam que tuvieron uno de sus máximos exponentes en las revueltas de Mayo del 68 en Francia.

Las comunas hippies y una nueva perspectiva social alejada del individualismo llegaron desde el Laurel Canyon de Los Ángeles hasta el Tibidabo, lugar donde se estableció una de las primeras comunas de Barcelona, aunque las Ramblas fueron el lugar de encuentro por excelencia de todos aquellos que se sentían representados por la contracultura.

El desenfado y la transgresión de las Ramblas o de la discoteca Pachá en Sitges fueron lugares emblemáticos del colectivo LGBTI, donde cualquiera podía gozar del privilegio de expresarse de forma libre. Se estrenaba Rebel Delirium, una de las primeras obras teatrales de temática homosexual, y las publicaciones del momento que esquivaban la censura tenían secciones especiales dedicadas al “amor libre”.

En la exposición, atravesando una reja, el espectador descubre la contracultura que se plasmaba en revistas como Ajoblanco y en la “música progresiva” de la Sala Zeleste o del Canet Rock. O en la Sala Villarroel. Las drogas como sacramento fueron otro de los elementos protagonistas de la década, pues permitían “abrir las puertas a una percepción de la realidad desinhibida”.

Incluso la revista Star, hacía bandera de su conocimiento sobre substancias como el LSD. “Exige la pureza del LSD o pasa de todo, baby”, titulaba un número de la publicación que se encuentra expuesto en el Palau Robert.

La conexión con “la conciencia mágica” al ingerir esta droga se combinaba con el vínculo hombre-naturaleza, que se impuso en el debate político mediante la reivindicación del paisaje natural y contra la especulación urbanística en las grandes ciudades. La lucha por el cuidado del medio ambiente se avanzó a muchas ideas actuales.

De hecho, algunas fotografías expuestas a lo largo del recorrido de la exposición parecen contemporáneas, pues además de la lucha contra el cambio climático, la reivindicación feminista ya protagonizaba manifestaciones en la década de los 70. Las Jornadas Catalanas de la Mujer, que se celebraron en Barcelona en 1976 y tenían como objetivo plantear en el debate público la “opresión y explotación de las mujeres durante la dictadura”, fueron consideradas como la eclosión del feminismo en Cataluña.

Antes de abandonar la exposición, un espejo frente al cual se sitúa el espectador apela a su conciencia: “El tiempo continuó pasando, pero el individualismo, la fragmentación y la corrupción hicieron que la historia acabe aquí”. Acto seguido, otra reja conduce hacia la salida y deja atrás aquella forma de vida suspendida en el tiempo y en la historia.

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