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El ballet de Barcelona sorprende con ‘El lago de los cisnes’ y ‘Tongues’ en el Teatro Condal

El bailarín Chase Johnsey realiza una delicada y emocionante interpretación como cisne blanco

Un momento de la representación de 'El lago de los cisnes'.
Un momento de la representación de 'El lago de los cisnes'.Alba Muriel

La noche del viernes el Teatro Condal de Barcelona se llenó hasta la bandera para descubrir el último montaje del Ballet de Barcelona, compañía disidente del Ballet de Cataluña, que dirigen Chase Johnsey, Carlos Renedo y Carolina Masjuan, reciente ganadora del Premio de la Crítica en la modalidad de clásico por Atura, estrenada en la Sala Versus de Barcelona en 2020. Es una compañía que se ha de seguir de cerca.

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Otro aliciente de la noche era que la primera pieza era el II acto de El Lago de los cisnes, en versión de la japonesa Anna Isii, también miembro de la compañía. La versión de Isii sobre la original de Petipa e Ivanov resulta sorprendente y atrevida. Aquí, Odette, el cisne blanco, es un hombre, concretamente uno de los directores de la formación, Chase Johnsey, con una dilatada carrera internacional como bailarín, especialmente en los Ballets Trokadero, donde los hombres interpretaban papeles de mujer del repertorio clásico. Johnsey realizó una delicada y emocionante interpretación y mostró una depurada y precisa técnica. A su lado, Heyer Lameda fue un apuesto y convincente príncipe Siegfried. También hay que mencionar al malvado Von Rothbart, interpretado por Gaspar Platini.

En cuanto a los cisnes, aquí 16, el cuerpo de baile realizó una impecable ejecución, exhibiendo una gran cohesión como grupo. Realmente sorprendió el excelente baile de esta compañía, siempre desde la perspectiva y condiciones que significa tener una compañía de clásico en este país. Evidentemente este Lago no se puede comparar al que recientemente ofreció en el Liceo el Ballet Nacional de Praga, pero sin duda el Ballet de Barcelona realizó una digna y matemática interpretación. Este II Acto de El Lago de los cisnes también se bailará en el próximo Festival Castell de Peralada. Precisamente en este incomparable marco, en 1998 Roland Petit presentó un Lago en el que los cisnes eran hombres, fumaban puros y vestían esmoquin. Inolvidable.

La segunda coreografía, con la que finalizaba la función, fue Tongues, un pieza de corte contemporáneo de Luke Prunty y David Rodríguez, dos bailarines con una brillante carrera en compañías como Béjart Ballet Lausanne y Ballet de la Ópera del Tirol, entre otras. En la actualidad residen en Lausana, dedicados a proyectos en relación con la danza, la cultura y la salud.

Tongues, bailada por 16 intérpretes e inspirada en la obra del filósofo vienés Ludwing Wittgenstein, de nuevo sorprendió por la brillante ejecución de estos bailarines. Es una pieza con un espléndido trabajo coral que también sirve para el lucimiento individual de los bailarines en dúos y solos. Las frases coreográficas son ágiles, algunas relevantes y otras sencillas. Interesante el collage musical a base de composiciones de Steve Reich, Antonio Vivaldi, Johan Hasse y Zoë Keatiing. Al final el público, puesto en pie, aplaudió con ganas.

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