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El público del Liceo se rinde ante el amor del cisne y el príncipe

El Ballet Nacional Checo ofrece la elegante y humana versión de John Cranko de ‘El lago de los cisnes’

'El lago de los cisnes', por el Ballet Nacional de Praga.
'El lago de los cisnes', por el Ballet Nacional de Praga.Martin Divíšek

Mucho público acudió la noche del miércoles al Gran Teatreo del Liceo para ver El Lago de los cisnes bailado por el Ballet Nacional Checo, dirigido por Filip Barankiewicz. Fue tal la avalancha de público que hubo alguna duplicidad en las entradas, que se subsanó rápidamente. Era un público entregado hambriento de ver ballet, que aplaudió varias veces a lo largo de las dos horas y tres cuartos ―30 minutos de descanso― que duró la representación. Al final, casi 10 minutos de aplausos. Este domingo es la última oportunidad de ver este espectáculo en el que la hermosa partitura de Chaikovski es interpretada en directo por la Orquesta Sinfónica de Gran Teatro del Liceo baja la segura batuta del checo Václav Zahradník.

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Lo más interesante de la noche es que se interpretaba El lago de los cisnes bajo la versión de John Cranko (Rustenburg, Sudáfrica, 1927 - Dublín, 1973), el coreógrafo y director durante décadas del Ballet de Stuttgart, que estrenó esta obra basada en la original de Marius Petipa y Lev Ivanov con música de Chaikovski en 1963 con Marcia Haydée en el papel de Odette/Odile y Rudolf Nureyev como príncipe Siegfried.

Para Cranko, la descripción del argumento era parte esencial de la trama bailada. El retrato psicológico de sus personajes los realizaba a través de la danza misma. Los componentes del Ballet Nacional Checo no tienen la fuerza dramática que requieren los protagonistas de este Lago de los cisnes, pero la suplen con su depurada técnica y un gran dinamismo en su ejecución. Son hombres y mujeres jóvenes de cuerpos esbeltos. Ellos poseen un giro rápido y seguro y un gran salto, mientras que ellas alardean de unas seguras puntas y un movimiento de brazos unificado. En los fragmentos de los cisnes, contemplar el movimiento de la manada compuesta por 24 de ellos es hipnótico, aunque no bailen: estar paradas con su uniformado cou-de-pied basta para que el público se emocione.

El cuerpo de baile del Ballet Nacional Checo tiene un estilo unificado y destila energía, aspectos que pudo comprobar el público en cuanto se levantó el telón en la fiesta de cumpleaños del príncipe Siegfried. El baile de los muchachos y muchachas es alegre y fluido, igual que la música que Chaikovski creó para este fragmento. En las filas del cuerpo de baile figura el catalán Roger Cuadrado.

En el segundo acto, a orillas del lago, los protagonistas, el checo Patrik Holecek como Siegfried y la moldava Alina Nanu, bailaron el gran paso a dos con gran corrección pero sin alma. Ella hizo una interpretación contenida y su aleteo de brazos resultó gélido. Holecek, más emocional, logró transmitir al público el amor que le despertaba el cisne. Finalmente, en el último acto, la templanza y la contención abandonaron a los intérpretes.

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Nanu estuvo pasional como Odile en la variación del cisne negro y Holecek logró que su baile rozara el virtuosismo. Pero cuando los protagonistas logaron derretir el corazón del espectador fue al final de la obra, cuando Siegfried lucha desesperadamente para romper el hechizo del malvado Rothbart (Merek Svobodnik) sobre su amor. Los otros cisnes son los callados testigos de la tragedia final. Odette desfallece en los brazos de su amado mientras él, desconsolado, intenta que reviva. Siegfred, destrozado por la pérdida, se deja engullir por una marea negra.

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