_
_
_
_
_

Marcia Haydée: "Nuestro estilo es la ausencia de estilo"

El Stuttgart Ballet inicia sus actuaciones en Madrid

La República Federal de Alemania, sus formidables tradiciones sinfónicas y operísticas no le impiden ser el Estado europeo que más dinero gasta en promocionar el ballet. Una de sus compañías, la Stuttgart Ballet, que es la que goza de mayor prestigio, actuó hace 10 años en el Teatro de la Zarzuela e inició anoche, dentro del Festival de Otoño, en el Palacio de Deportes de Madrid, cinco representaciones de La fierecilla domada, un ballet de John Cranko que los balletófilos madrileños ya conocen. Marcia Haydée, la directora de la compañía, define así su estética: "Nuestro estilo es la ausencia de estilo".

"Mientras yo sea la directora, esta formación seguirá siendo la Compañía de John Cranko", dice Marcia Haydée. Justas palabras en homenaje al hombre que en sólo 12 años -los comprendidos entre 1961, año en el que se hizo cargo del ballet del Teatro del Estado de Wüttemberg, y el 26 de junio de 1973, fecha en la que pereció en accidente- puso en pie una compañía ejemplar y elaboró unas coreografias unánimemente aplaudidas.Sus 60 componentes la convierten en una compañía de tipo medio, pero su preparación es muy buena, la Escuela de Stuttgart pasa por ser una de las mejores de Europa; y de la vitalidad de la formación habla muy claro el hecho de que John Neumeier y Jiri Kyliân, dos nombres fundamentales en el panorama de la creación coreográfica actual, han surgido de entre sus filas.

John Cranko se formó profesionalmente en el Sadler's Wells Ballet, hoy Royal Ballet británico, y en su escuela. Aunque hizo amplio uso de una sabia libertad, su obra es respetuosa con la tradición, y es una lógica evolución de ésta, como lo demuestran sus tres grandes triunfos ante el gran público, Romeo y Julieta, Eugenio Oneguin y La fierecilla domada.

A su muerte le sucedió Glen Tetley, y en 1976 asumió la dirección Marcia Haydée, una grandísima bailarina con asombrosa capacidad de comunicación tanto en el terreno dramático como en el cómico. "Soy brasileña de nacimiento, hablo español porque mi madre es argentina y porque trabajé en la Compañía del Marqués de Cuevas y en ella mucha gente se expresaba en este idioma. Comencé a bailar en Brasil, a los 15 años ingresé en la Escuela del Royal Ballet, trabajé dos años con esa compañía, después estuve durante cuatro en la del Marqués de Cuevas y llevo 20 años en el Stuttgart Ballet. No me gusta interpretar el repertorio, aunque con mi compañía he bailado La sílfide en la versión de: Peter Shaufus, Giselle, El lago de los cisnes y La bella durmiente, y aunque considero que es muy conveniente, para los bailarines con base académica, bailar el repertorio, pues es como darle vitaminas al cuerpo, las mejores vitaminas".

El verdadero reencuentro con el Stuagart Ballet se ha producido en el Liceo barcelonés, donde a lo largo de tres semanas ha sido posible hacerse idea de la situación de esta importante compañía. Su cuerpo de baile, aunque ha exhibido frecuentes desajustes es magnífico; Suzánne Hanke, VIadimir Klos, Tamas Dietrich, y sobre todo Birgit Keill, entre otros, son verdaderas figuras; la legendaria pareja formada por Marcia Haydée y Richard Cragun sigue siendo irremplazable, porque la capacidad lírica de Marcia y sus portentosos brazos siguen intactos, y porque la presencia de Richard se impone aunque el paso del tiempo le ha restado brillo a sus famosos triples "tour en l'air".

Respecto de los nuevos rumbos que ha tomado el Stuttgart Ballet bastaría con decir que en el escenario del Liceo se montó una preciosa versión de la Gaîté Parisienne, de Maurice Béjart, en la que Mark McCIain, un buen bailarín, no consiguió hacer olvidar las hazañas de Víctor Ullate; pero quizá sean más elocuentes las palabras de Marcia Haydée: "Tenemos coeografías de Hans van Manen, de Jiri Hyliân, de John Neumeier y de Maurice Béjart, Viena, Viena, sólo tú, otro inspirado en Greta Garbo que se titula Divina, y otro inspirado en Isadora Duncan y que es diferente que el que realizó para Plisetskaya".

Los coreógrafos

En nuestro tiempo interesa más el autor que el intérprete; la tentación de conocer su opinión sobre la polémica entre los coreógrados americanos y los europeos es irresistible: "Balanchine ha muerto, Anthony Tudor ya no crea, allá sólo tienen al gran Jerome Robbins. Aquí tenemos cuatro nombres de primerísima fila: Béjart, Neumeirer, Kyliân y Manen". Gustos aparte, allí se olvida de Paul Taylor y aquí de Heinz Sporerli y Kenneth Mac Millan". Y para terminar: "Estoy de acuerdo en que nuestra visita a Madrid está desaprovechada. Te puedo asegurar que nosotros no hemos impuesto La fierecilla domada, que Madrid ya conoce; sé que su programación está relacionada con problemas de escenario, pero hubiéramos podido montar Opus 1 e Initialen, que o no tienen decorados o no los precisan".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_