Una Diada sin los mediáticos
Las medidas para contener la pandemia limitan el contacto de los lectores con los autores más populares
Muchas cosas cambiaron en el primer Sant Jordi de la era del coronavirus. Una de ellas fue la menor presencia de personajes mediáticos. Estrellas de la farándula, de Youtube o los influencers del momento no fueron legión como en otros años. Las colas para llevarse el autógrafo de celebridades de las letras y de los medios fueron más excepcionales. Incluso personajes en boca de todos como el secretario general de salud pública de la Generalitat, Josep Maria Argimon, pasaron una jornada tranquila, sin los agobios de ediciones anteriores de la fiesta del libro.
A la una del mediodía, en paseo de Gracia, Argimon y sus compañeros de libro, Jaume Padrós, presidente del Colegio de Médicos de Barcelona, y la periodista Gemma Bruna departían tranquilamente sin que nadie les importunara. Argimon explicó que horas antes, en la librería Ona, sí tuvieron cola de lectores para llevarse su 2 metges i 1 pandèmia, pero en paseo de Gracia, la calma era total. Argimon, que se estrenaba en un Sant Jordi, celebró la jornada como un paso más hacia una futura normalidad.
Otro mediático que tenía todo el tiempo del mundo para charlar era el meteorólogo de TV3 Tomàs Molina. Más que las dedicatorias de su libro —poca demanda tenía al mediodía—, lo que ponía en valor era que la llegada del calor de primavera y el aumento de la humedad ayudarían a frenar la propagación del virus. Los televisivos chefs Javier y Sergio Torres estrenaron la jornada a las diez de la mañana en el auditorio del FNAC de la Illa. La cadena de librerías había marcado la condición de reservar cita previamente, y estableció un límite de 25 clientes por hora para llevar un libro dedicado. En el caso de los hermanos Torres no fue necesario porque no había público Para ellos, en este Sant Jordi quedó claro que la gente prefería estar al aire libre más que nunca.
Molina valoraba que las medidas sanitarias hacían más complicado el acercamiento a los autores. Había nombres como Xavier Bosch que eran la excepción: las colas para llevarse un ejemplar con su rúbrica eran como las de los tiempos previos a la pandemia. “Gracias a usted mi madre ha vuelto a leer”, le decía a Bosch una señora que fotografiaba al autor sentado frente a su madre, Enriqueta. La organización había colocado en las mesas de los escritores unos avisos indicando que estaba prohibido hacerse selfies. Bosch y su compañera de firmas, la presentadora de Telecinco Sandra Barneda, seguían a rajatabla la norma. En algunos momentos era difícil mantener la distancia, como en el caso de una mujer admiradora de Barneda, emocionada, que le transmitió que tiene “unos ojos preciosos”.
El cantante Pau Riba era más flexible con las normas sanitarias. Había seguidores que le daban la mano o se acercaban a él sin tapujos. En algunos momentos prescindía de la mascarilla porque el virus no quiere saber nada de él, según dijo Riba: “No me quiere, soy una mala pécora”. Otra anomalía era ver a los dirigentes independentistas condenados por el juicio del procés, y autores de libros de reciente publicación, moviéndose por la ciudad. Se beneficiaron de un permiso especial para participar en la jornada, lo que les permitió recibir el apoyo de ciudadanos que se acercaban a saludarles.
Los políticos no faltaron en el paseo de rigor. El vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, era solcitado para hacerse fotos mientras compraba en la parada de la nueva librería Byron el libro de Irene Solà Canto jo i la muntanya balla y los Viatges de Stefan Zweig. Salvador Illa, el líder del PSC, iba cargado con narrativa de la editorial Vegueta y con Los diez césares, el trabajo de Barry Strauss sobre el imperio romano. Illa aprovechó la presencia de EL PAÍS para advertir que no descarta acabar siendo presidente de la Generalitat. “Festina lente”, escribió el primer emperador, Augusto, “apresúrate lentamente”, un consejo que no queda claro quién sigue con más empeño, si el exministro de Sanidad o su rival Aragonès.
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