El territorio de Maria Barbal, Premi d’Honor de les Lletres Catalanes
La autora de ‘Pedra de Tartera’, de 71 años, es una de las más traducidas
Si hay en la literatura catalana actual una autora asociada al retrato de una geografía, descrita con una voz muy concreta, esa es, desde hace ya casi un cuarto de siglo, Maria Barbal, forjado cuando en 1985 publicó Pedra de tartera, novela crepuscular de un mundo que languidecía ambientado en su Pallars natal. Esa capacidad de haber sabido crear “un espacio literario y una voz voz propia”, de “gran tono poético” y “siempre al servicio de la verosimilitud” es lo que le ha valido este miércoles en Barcelona ganar la 53ª edición del Premi d’Honor de les Lletres Catalanes, dotado con 20.000 euros, que convoca Òmnium Cultural. Es el segundo gran reconocimiento este 2021 de la escritora de Tremp, que, a sus 71 años, hace dos meses obtuvo el premio Pla de narrativa catalana que concede el grupo Planeta, con Tàndem. Y junto a todo ello, en enero también ingresó en la Reial Acadèmia de Bones Llletres.
“Es un gran regalo; conmigo premiáis a muchas personas”, ha dicho, emocionada, Barbal, recordando a su entorno familiar, pero también a los alumnos que tuvo en su etapa de docente. Una alegría “matizada” por “estos tiempos de crisis sanitaria y política”, lamentando la ausencia del presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, que este martes debió regresar a la cárcel tras haberle sido revocado el tercer grado, como al resto de políticos involucrados en el procés. “Se pretende encarcelar el pensamiento o, simplemente, demostrar quién tiene el poder o la fuerza”, ha dicho la escritora.
Más de 70 ediciones y una quincena de lenguas, amén de adaptaciones al teatro, avalan Pedra de tartera, una obra que ha marcado la trayectoria de Barbal: con ella debutó y le permitió ganar ya los premios Joaquim Ruyra y el Crexells. Ese inicio en la literatura tendría un fulgor que ya no la ha abandonado, en un universo que siempre “arranca de un compromiso con la realidad”, en el que ha ido creciendo el peso de “una visión crítica del mundo rural del Pallars y de la decadencia de una sociedad agraria y que ha ido trazando un recorrido por la historia del país”, en opinión del jurado.
“Aquella fue mi primera novela y la que me hizo escribir y querer ser escritora”, ha rememorado Barbal, feliz al volver la vista atrás en tanto “las palabras me han permitido conocer al ser humano, ese gran misterio”. Desde entonces, ha ido construyendo una notable y numerosa obra levantada mayormente a través de personajes con un mundo interior muy rico y casi siempre marcados por una sensación de desarraigo. La senda rural de Pedra de tartera la llevó a los cuentos de La mort de Teresa (1986) y, posteriormente, a novelas tan paradigmáticas como Mel i metzines (1990) y Càmfora (1992), con la que cosechó el premio de la Crítica, el Serra d’Or y el Nacional de Literatura de la Generalitat.
Tras el éxito de Càmfora, con los mismos mimbres, pasó a ubicar a sus personajes en territorios más urbanos, traslado geográfico que tuvo su máxima expresión en Carrer Bolivia (1999); y también amplió temáticas, como reflejaron las narraciones de Ulleres de sol (1994) o la novela Emma (2008). Son más de una docena de novelas, casi una decenas de libros de relatos y hasta una obra de teatro (L’helicòpter, 2001), que han ido jalonando la obra de una figura notable de las letras catalanas a pesar de que su educación escolar fue totalmente en castellano hasta que llegó a la Universidad de Barcelona, donde estudió Filología Románica Hispánica. “Si algún mérito he tenido, tanto yo como mi generación, es haber hecho el esfuerzo individual, en horas libres del trabajo, de empezar por lo más básico para aprender a escribir el catalán sin faltas”, rememora. “Si hacemos el catalán invisible en el día a día no servirá de nada que algunos escriban obras tan bellas”, ha asegurado en el típico mensaje que caracteriza su narrativa: formas suaves para contenidos duros o reivindicativos.
Con esa perseverancia acabó como profesora de lengua y literatura catalanas de instituto (llegó a impartir clases en la propia Òmnium Cultural, coincidiendo con otra autora de las Terres de Ponent, Maria Mercè Marçal), labor de la hoy séptima mujer galardonada con el Premi d’Honor que fue dejando paso, como razón de vivir, a la escritura. Un oficio que la ha llevado también a ser reconocida con la Creu de Sant Jordi, a lo que no es ajeno que sea una de las autoras catalanas más traducidas. Constancia, lengua y territorio que justifican, pues, ese honor de las letras.
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