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Besòs, cronología de una catástrofe ambiental

Ditecsa, la empresa responsable del vertido en el río que mató a miles de peces en 2019, acumulaba sanciones desde 2011

Carlos Garfella
Incendio en la planta química Ditecsa en 2019
Incendio en la planta química Ditecsa en 2019

El incendio se declaró a las 7.36 y en cuestión de segundos las llamas se extendieron sin control sobre 1.100 toneladas de residuos tóxicos. Los trabajadores que cubrían el turno de mañana ese 11 de diciembre de 2019 en la planta química Ditecsa de Montornès del Vallès, a 20 km de Barcelona y colindante con el río Besòs, solo tuvieron tiempo de correr para dar la voz de alarma. Ni si quiera los extintores funcionaban. A las 7.55, unas 21 toneladas de disolventes se empezaron a verter sin control en el caudal. Bastaron 20 minutos para echar por tierra 20 años de recuperación ambiental.

La industria volvió a jugársela al Besòs. El vertido, con contaminantes que superaron más de 10 veces las concentraciones permitidas, acabó con la vida de miles de peces (en el tramo más afectado murieron el 99%). El río, que en los ochenta se ganó el apodo de “cloaca a cielo abierto”, llevaba más de dos décadas de recuperación. Desde el 2000, cuando se puso en marcha el parque fluvial en el último tramo y donde la catástrofe ambiental causó el mayor daño, se han observado 250 especies de pájaros, 12 de mamíferos, 8 de reptiles, 4 anfibios y 8 de peces.

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Más de un año después del incendio, la población de peces se ha reducido un 70% hasta su desembocadura en Barcelona, según un estudio encargado por la Generalitat. “Y no se puede poner una fecha para la recuperación total de la fauna acuática en ese tramo”, explica Dolors Vinyoles, doctora en biología de la Universidad de Barcelona (UB) y jefa del equipo de biólogos responsable del estudio.

Peces muertos tras el vertido en el Bèsos.
Peces muertos tras el vertido en el Bèsos.Cristóbal Castro

Los días siguientes al incendio, el Besòs se asemejó más a ese río que la escritora Patricia Gabacho definió en los ochenta como una “criatura marginal, desvalida y castigada por la desidia”. Centenares de peces flotaban entre una visible y pestilente espuma tóxica. A tenor del reguero de irresponsabilidades que acumulaba la empresa lo extraño es que la catástrofe no se produjera antes. Desde 2011, Ditecsa había sido sancionada con cuatro multas por valor de 76.000 euros por incumplimientos en materia de seguridad. “Sabían o aceptaban que en alguna ocasión se llegaría a producir una interacción entre los residuos acumulados y se originaría un incendio que podría afectar a toda la planta”, afirma la Fiscalía de Medio Ambiente en la querella que ha presentado contra el director general, el delegado en Cataluña y al responsable de la planta de Montornés. EL PAÍS ha intentado, sin éxito, contactar con la empresa.

La denuncia ya ha sido admitida por el juzgado de instrucción 2 de Granollers (Barcelona) y con mucha probabilidad los tres directivos acabarán sentados en el banquillo acusados de un delito contra el medio ambiente y otro relativo a la protección de la fauna y flora. Ambos delitos se castigan con penas que oscilan entre los seis meses y dos años de cárcel. Un informe del pasado julio de la Agencia Catalana del Agua, competente en la gestión del agua en la comunidad autónoma, constató que, en el tramo más afectado, a escasos 300 metros de la planta, todavía persiste un foco tóxico que emana contaminantes. Y no se sabe cuándo terminará.

Uno de los peores desastres ecológicos en años

“Fue uno de los mayores desastres ecológicos de los que se recuerdan últimamente en España”, asegura el fiscal Antoni Pelegrín. En su escrito de acusación, retrata una empresa carente de las medidas más elementales de seguridad: no tenía muros elevados, ni arquetas. Tampoco una buena conexión al alcantarillado… Y una mala formación de sus empleados, que “no supieron sacar el bidón humeante y separarlo del resto de residuos tóxicos fácilmente inflamables”. Ditecsa había incrementado la producción de disolventes en los últimos años. En 2018, una inspección por sorpresa documentó que almacenaba 612 toneladas de residuos de manera incorrecta. “Era muy superior a la permitida”, explica el fiscal. Dos meses antes del accidente, otra inspección demostró que el almacenaje seguía siendo superior. “Los querellados, dentro de su responsabilidad, eran conocedores en todo momento de que en la planta había una importante acumulación de residuos y productos peligrosos muy superior a los permitidos”, incide el fiscal.

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Sobre la firma

Carlos Garfella
Es redactor de la delegación de Barcelona desde 2016. Cubre temas ambientales, con un especial interés en el Mediterráneo y los Pirineos. Es graduado en Derecho por la Universidad de las Islas Baleares, Máster en Periodismo de EL PAÍS y actualmente cursa la carrera de Filosofía por la UNED. Ha colaborado para otros medios como IB3 y Ctxt.

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