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Esquiar en tiempos de covid

Las estaciones de Cataluña abrieron esta semana. Una excepción en un arranque de temporada de pistas cerradas en buena parte de Europa

Esquiadores en la estación de la Masella, que abrió las pistas el pasado lunes.
Esquiadores en la estación de la Masella, que abrió las pistas el pasado lunes.Albert Garcia (EL PAÍS)
Clara Blanchar

Los esquiadores esperan todo el año el arranque de la temporada de nieve. El invierno pasado fue muy bueno, pero la pandemia cortó la temporada en seco: se quedaron sin rematar en Semana Santa. Nueve meses después, en plena segunda ola, cuando las autoridades admiten que habrá una tercera, y aunque las estaciones abrieron el lunes, los forofos de sentir el crujir de la nieve bajo los esquís y el aire en la cara han cambiado turnos de trabajo, libranzas o han permitido que sus hijos hicieran campana en clase. Todo por las primeras bajadas del curso.

Con las estaciones de esquí de Francia, Andorra y Aragón cerradas, Cataluña ha sido durante la pasada semana el único destino esquiable del Pirineo. Y de los pocos de Europa. Francia, Alemania e Italia esperarán a después de Reyes. Suiza ha abierto y Austria lo hará a partir del 24, pero vetando a los turistas extranjeros después de que en febrero y marzo pasado una de sus estaciones, Ischgl, en el Tirol, fuera foco de contagio para esquiadores de todo el mundo: regresaron a su casa enfermos de covid esquiadores de más de 40 países. En el resto de España, ha abierto San Isidro (León) y Sierra Nevada (Granada) se estrenó el viernes.

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Como en los dibujos animados, pies en polvorosa, y esta vez con mascarilla, el lunes esquiadores de procedencias bien dispares corrieron hacia las pistas del pirineo catalán. Los aforos están limitados al 30% (la cifra exacta de esquiadores varía en función del dominio esquiable cada día), es obligatoria la mascarilla en las colas y remontes (pero no en la bajada), y hay que comprar el forfait con antelación (para controlar el aforo). Las medidas se respetan de forma muy mayoritaria. A estas alturas, ya nadie sale de casa sin mascarilla, y las distancias son fáciles de guardar cuando hay el largo de los esquís en medio.

En los bares y restaurantes las limitaciones han sido durante la semana las de cualquier establecimiento del sector: 30% de aforo en el interior y distancia de dos metros en las terrazas. Y en este caso, a mediodía, cuando más gente hay y con el sol en la cara, era más fácil observar cierto relax en el cumplimiento, como ocurre en cualquier terraza de cualquier otra zona.

Tres esquiadores con mascarilla, en un telesilla de la Masella.
Tres esquiadores con mascarilla, en un telesilla de la Masella. Albert Garcia (EL PAÍS)

En Cataluña al arranque de la temporada le ha acompañado que de lunes a jueves estuviera permitida la movilidad por toda la comunidad autónoma. La estación de Masella, la mayor de la comarca de la Cerdanya, ha registrado una muy buena afluencia de esquiadores de lunes a jueves. La mayoría, procedentes de Barcelona. El viernes hubo muchos menos porque comenzaba el confinamiento comarcal.

Aunque no pocos apuraron y subieron el jueves por la noche a sus segundas residencias, a hoteles o incluso en autocaravanas dispuestos a pasar tres días antes de volver el lunes a trabajar. En las pistas había desde escolares de la zona, hasta barceloneses, franceses (acostumbrados a cruzar la frontera de un lado a otro sin salir de la comarca), pasando por familias de Madrid e incluso catalanes que viven en Londres y han viajado para pasar las fiestas.

La semana pasada, Cataluña fue el único destino esquiable del Pirineo

“La gente tiene muchas ganas de hacer actividades al aire libre y es cierto que el del esquí es un público muy apasionado”, celebraba el pasado viernes en Masella el portavoz de la estación, Ramon Boter, que insistía en dos ideas: “Desde las estaciones apelamos a la responsabilidad individual de los visitantes, de los trabajadores de la estación y de la comarca en cumplimiento de los criterios que marca la Generalitat. Y recordamos que es muy importante comprar el forfait por internet y con antelación, porque el aforo es limitado”. El reducido aforo repercute negativamente en los números de las estaciones, pero es un regalo para los que esquían. No hay colas ni mucha gente en las pistas.

Junto a un remonte para principiantes, Marta Fleta, de la escuela de esquí de competición Canm Cerdanya, tenía el viernes como alumnos a hijos de catalanes que viven en Londres y Qatar y que cada año, antes de las fiestas de Navidad, pasan una semana esquiando en Masella. También cuenta entre sus alumnos a chavales de alguna familia de Barcelona que se ha trasladado a vivir a la segunda residencia en la zona, explicaba.

El reducido aforo ha eliminado las colas y ha vaciado las pistas

En el aparcamiento, Jacques y Gerard, jubilados del pueblo francés de Osseja, aseguraban que han subido “cada día” y se declaraban conocedores del cierre perimetral de Cataluña, pero defendían “el derecho a moverse por una comarca donde la gente no distingue si está aquí o allá”. “Esta es una frontera muy permeable”, reivindicaban mientras se cambiaban en el aparcamiento principal de la estación. En otro aparcamiento se han instalado con una autocaravana Adrián y Jonathan, de Granollers (Barcelona), veteranos practicantes de snowboard. Contaban que tienen trabajos “flexibles” y que subieron el jueves, antes del cierre perimetral, y bajarán el lunes a primera hora.

En un mix de trabajo y ocio ha podido organizar unos días de esquí la familia de Ana Ramos, de Madrid. Su marido es ingeniero y tenía que hacer un estudio de terreno en la Cerdanya, ella se dedica a las ventas en línea. Desde el martes se han alojado en un hotel con sus hijos, combinando trabajo y esquí. “Esto es un regalazo”, afirmaba Ana en una de las últimas bajadas antes de regresar a Madrid.

Una combinación que también pudo practicar Ricard, autónomo con segunda residencia en el pueblo de Alp. Subieron con la familia el jueves al terminar los niños la escuela y el viernes esquió con ellos por la mañana y trabajó por la tarde.

Nuevas restricciones

En el bar Pla de Masella, su gerente, Frank Vila, celebraba la marcha de la semana, pero lamentaba las nuevas restricciones aprobadas por la Generalitat. Con los nuevos horarios de la restauración perderá clientes que no esquían y esperan tomando el sol en el bar. Y cree que los esquiadores apurarán el forfait hasta las 15 horas e irán directos al coche para marcharse. En segundo lugar, alertaba de que al permitir solo la Generalitat la movilidad de quien se aloje en hoteles o segundas residencias, la estación perderá a los visitantes de día.

Con la boca chica, empleados del sector y también los esquiadores admiten que el cierre de estaciones en Andorra y Francia beneficia al negocio de la nieve en Cataluña. En el sector todo el mundo se conoce y una cosa es ser consciente de que el cierre de otros te beneficia, y otra alegrarse, cuando sabes que hoy les ha tocado a ellos y otro día te puede tocar a ti. Todo cuelga de un hilo y de la evolución de la pandemia. Mientras, los hoteles de la zona se adaptan día a día. Si la pasada semana han tenido buenas ocupaciones (un 70%, explica Adriana Gibert, del hotel Ca L’Eudald, de Alp), este fin de semana tienen anulaciones de personas que temen el virus.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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