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Houli se resigna y Driss pelea en el juicio del 17-A

Los dos principales acusados siguen estrategias opuestas: uno dice estar arrepentido y el otro se aleja del islam

Los acusados Mohamed Houli (izquierda), Driss Oukabir (centro) y Said Ben Iazza (derecha), en la primera sesión del juicio por el 17-A. En vídeo, Houli se muestra "arrepentido" por sus actos durante el juicio.Foto: EUROPA PRESS | Vídeo: FERNANDO VILLAR / EFE
Jesús García Bueno

Mohamed Houli y Driss Oukabir, los dos principales acusados por los atentados de Barcelona y Cambrils de agosto de 2017, están y no están. Asisten al juicio (su juicio) desde una pecera, la jaula de cristal que los expone a las miradas, como maniquíes en un escaparate. Comparten delitos y poco más: ni personalidad, ni físico, ni actitud, ni pasado, ni parentesco. Pese a que solo contestaron a sus abogados, su estrategia de defensa no podría estar más alejada.

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—Señor Houli, ¡levántese!—, brama el presidente de la sala, Félix Alfonso Guevara, tras abroncar al abogado de Driss, que no quiere sentarse junto a los fiscales. Es la primera sesión del juicio por el 17-A y Guevara pisa fuerte.

Houli, que viste un chándal Nike, se pone en pie, las manos entrelazadas, el rostro aún adolescente pese a sus 23 años, la mirada perdida en algún punto entre el suelo y su imaginación. “Siempre he mostrado mi voluntad de colaborar y mi arrepentimiento… Poco más”. Y así, el único acusado que ha dado a conocer los planes iniciales de la célula de Ripoll —un atentado con bombas en Barcelona— opta esta vez por el silencio. Su abogada intenta sacarle alguna palabra bondadosa. Está en juego una rebaja de la pena, pero el resultado no es satisfactorio. “¿Su arrepentimiento es sincero?” “Obviamente”, responde.

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Calla Houli y la Fiscalía, que pide para él 41 años de cárcel por organización terrorista, fabricación de explosivos y estragos —pero no por los 16 asesinatos del 17-A— sale a la carga. Exhibe vídeos que hasta ayer solo conocían los investigadores y hoy están al alcance de todos en YouTube. Houli es el cámara. Graba a tres miembros de la célula —Younes Abouyaqooub, el conductor de la Rambla; Mohamed Hichamy, el líder del ataque de Cambrils; y Yousseff Aalla, el primer discípulo del imán de Ripoll— en la casa ocupada en Alcanar (Tarragona), donde almacenaban explosivos.

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En el suelo, divertidos, preparan un cinturón bomba como quien juega a ser químico. “Os vais a arrepentir de haber nacido, sobre todo vosotros, mossos, malparidos”, dice Hichamy. En otro vídeo, Younes aparece con el chaleco puesto. “Te queda bien”, le dice Houli, que sobrevivió a la explosión de Alcanar ocurrida la noche del 16 de agosto, víspera de los atentados, y que obligó a la célula a improvisar. Tras ser detenido en el hospital, Houli colaboró con la policía, pero nunca de forma inequívoca: la primera vez dijo que preparaban “petardos”; la última, ya desde prisión, fabuló (los Mossos no pudieron seguir esa pista) con la existencia de un segundo grupo que, liderado por otro imán, atacaría desde Francia. Entre una cosa y otra, contó los planes para atacar, entre otros objetivos, la Sagrada Familia.

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Houli encorva la espalda y mira otra vez al suelo. Es el turno de Driss, pelo rapado, pecho orgulloso; balancea los brazos al hablar. Frente a la resignación de su compañero de banquillo, al que ni mira, Driss (31 años de edad, 36 años de petición de Fiscalía) pelea por su inocencia. Juega la baza del ateísmo: “No soy una persona religiosa ni practicante”, dice, dando a entender que su falta de fe le impide participar en un atentado en el nombre de Alá y reivindicado por el Estado Islámico.

Drogas y fiesta

Negarlo todo, salvo lo que no se puede negar. Con esa premisa, Driss se desvincula de la célula de Ripoll. Él es de otra generación, va a lo suyo, a algunos los conoce solo de vista y ni siquiera sabe quién es el imán, Abdelbaki Es Satty. Prefiere proyectar la imagen de chico malo si eso hace que no lo vean como a un yihadista: “Salía de fiesta, consumía cocaína y hachís, iba con chicas de compañía, trapicheaba...”

Driss es el único supuesto miembro del grupo de Ripoll con antecedentes. La foto de su ficha policial apareció en televisión la tarde del 17 de agosto, tras el atropello. Se le identificaba (erróneamente) como el conductor de la furgoneta de La Rambla. Dice que estaba en una plaza de Ripoll y que iba a entregarse para aclararlo todo cuando los Mossos se adelantaron y lo detuvieron.

La investigación de tres años de la Audiencia Nacional —que tras los acusados glosará, con memoria de opositor, un investigador de Mossos— señala los indicios contra él. El 13 de agosto volvió de Marruecos (él dice que fue “a desconectar”) y fue recogido en el aeropuerto de El Prat por su hermano y otro amigo de la célula. Al día siguiente, vio vídeos sobre el paraíso y sobre cómo afrontar el miedo a la muerte. El 16 de agosto acompañó a Younes Abouyaaqoub y a Mohamed Hichamy a alquilar una furgoneta porque necesitaban a alguien mayor de 23 años. Por la noche, habló por Facebook con su hermano Moussa. Le expresó sus dudas. “No estás preparado”, le dijo Moussa. Él sí lo estaba: moriría en el ataque a Cambrils. “¿Qué interés voy a tener en todo esto? ¿Que muera mi hermano?”

Tras la intensidad de Houli y Driss llega Said Ben Iazza, que apoya la espalda en la pared: los bancos de la pecera no tienen respaldo. La Fiscalía le acusa de prestar su documentación a la célula para comprar precursores de explosivos. Alega que no sabía nada y que a Younes y Yousseff los conocía como “clientes” de su tienda halal de Vinaròs (Castellón).

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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