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Las restricciones sociales severas en Cataluña afectan ya a unos tres millones de personas

La comunidad no ha limitado la movilidad en ningún municipio, pero ha extendido las medidas de control de aforo y encuentros sociales para contener la curva epidémica

Una terraza de un bar de la calle Aragón de Barcelona
Una terraza de un bar de la calle Aragón de BarcelonaMASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)
Jessica Mouzo

Las restricciones sociales en Cataluña han venido para quedarse. Aunque la comunidad no ha limitado la movilidad en ningún territorio desde el cierre perimetral en Lleida del pasado julio, las medidas de control de aforo y reuniones sociales se han endurecido en más de una veintena de municipios para contener curva epidémica. Alrededor de tres millones de catalanes sufren estas limitaciones severas, Cataluña lleva varias semanas con la incidencia elevada, cerca de 200 casos por 100.000 habitantes en 15 días, y altibajos constantes: la curva, ya en niveles altos, no se dispara, pero tampoco termina de reducirse. Bajarla completamente abocaría a un confinamiento extremo y el Govern ha optado por equilibrar la contención del virus con mantener activa la economía.

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Como regla general, el ocio nocturno está cerrado en toda la comunidad, los bares y restaurantes no pueden abrir más allá de la una de la madrugada y los encuentros sociales, públicos o privados, de más de seis personas están prohibidos. Sin embargo, la alta transmisión del virus ha obligado a endurecer estas medidas en varios municipios catalanes. Barcelona y la primera corona metropolitana, tres municipios del Vallès, las comarcas de la Cerdanya y la Noguera, Vic, Manlleu, Girona y Salt arrastran las medidas más duras: allí se recomienda permanecer en el domicilio y evitar salidas innecesarias, hay que limitar los contactos a grupos estables (siempre menos de seis personas) y los bares y restaurantes tienen prohibido el consumo en la barra y un aforo reducido al 50% en el interior del local. La ocupación en espectáculos o espacios culturales ha de ser inferior al 70% y en zonas deportivas (como los gimnasios), del 50%. Los actos o ceremonias religiosas o fúnebres también tienen que tener la mitad del aforo disponible.

Los últimos en unirse a este grupo de grandes restricciones serán los municipios tarraconenses de Amposta, Roquetes y Tortosa. Un brote en una planta avícola de Roquetes ha dejado, al menos, 237 infectados y ha esparcido el virus por los municipios colindantes, donde residen los 218 trabajadores afectados. El Departamento de Salud ha realizado cribados en toda la planta y ha reforzado las medidas para atajar las cadenas de transmisión, pero dada la alta transmisión de la covid-19 en la zona, ha decidido reforzar las restricciones sociales.

Tortosa (20.000 habitantes) tiene una incidencia acumulada en 15 días superior a los 700 casos por 100.000 habitantes y la velocidad de transmisión del virus (la Rt, que mide a cuántas personas contagia, de media, un caso positivo) es superior a 2, muy por encima de lo que estipula la comunidad científica (por debajo de 1) para mantener a raya la curva epidémica. Amposta, por su parte, tienen una incidencia acumulada a dos semanas de cerca de 300 casos por 100.000 habitantes y la Rt. en la última semana es de 1,94. El Procicat, que es el órgano del Govern encargado de coordinar la respuesta a la pandemia, ya ha dado luz verde a las nuevas restricciones en los tres municipios tarraconenses y entrarán en vigor en cuanto se publiquen en el Diario Oficial de la Generalitat de Catalunya (DOGC).

Los expertos coinciden en que hay que evitar el confinamiento extremo a toda costa e intentar contener el virus con estas medidas intermedias. “La pobreza que ha generado esta pandemia hace que apretar el freno a lo bestia enere riesgos sociales y sanitarios enormes. Deberíamos de no tener que llegar al confinamiento total”, sostiene Joaquín López-Contreras, jefe clínico de la Unidad de Infecciosas del Hospital Sant Pau de Barcelona. E insiste: “Los números están mejor, la monitorización es más fiable, y si los indicadores nos permiten mantenernos en esta calma tensa, pues hay que intentar seguir viviendo”.

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823 personas ingresadas

Por lo pronto, la situación epidémica no compromete la situación del sistema sanitario. Hay 823 personas ingresadas en los hospitales catalanes, 164 en cuidados intensivos. Antes de la pandemia, la capacidad de las UCI en Cataluña era de 600 camas y este verano han sumado otras 300 para atender la crisis sanitaria. Además, Salud ha anunciado la construcción de cinco hospitales satélite con capacidad para 490 camas más de UCI.

Los confinamientos selectivos, por otra parte, tampoco son la panacea y funcionan en lugares muy concretos. “En grandes zonas metropolitanas es muy difícil segmentar y hacer cierres perimetrales. En el barrio de Trinitat Vella de Barcelona hubo un aumento de casos hace poco. ¿Puedes cerrarla? Es muy complicado cerrar un trozo de una urbe metropolintana”, apunta el epidemiólogo Joan Ramon Villalbí.

Mantener el status quo es lo menos malo, aseguran los expertos. “En Cataluña llevamos desde finales de julio en niveles más altos de la cuenta, pero no tan desmadrados como Madrid. Primero fue Lleida, luego Barcelona, ahora Girona y las Terres de l’Ebre. Vamos oscilando y cambiando el foco de una zona a otra. Hacemos lo suficiente para que no se desmadre más, pero no hacemos lo suficiente para bajarlo”, resume Villalbí. No hay una receta perfecta. “Cada día en Barcelona tenemos unos 300 casos al día. Hacer un seguimiento de estos casos es una labor titánica. Si tuviéramos mecanismos de seguimiento más fino, quizás atajaríamos cadenas de transmisión que se nos escapan. Pero hemos de aceptar que es una situación nueva y no tenemos respuestas absolutas para todo”, agrega el epidemiólogo.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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