La mayoría de terrazas de Barcelona incumple la obligación de reducir el aforo a la mitad
Los restauradores aseguran que no tienen clientes en el interior y que sin los cenadores no sobreviven
Desobediencia silenciosa y sin ánimo de hacer ruido sino, aseguran, de que sus negocios sobrevivan. La mayoría de los bares y restaurantes de Barcelona que tienen terraza incumplen la obligación de reducir a la mitad el aforo de sus mesas y sillas exteriores. La nueva reducción de la ocupación figuraba en el Diario Oficial de la Generalitat (DOGC) del pasado martes. Pero basta recorrer barrios para comprobar que el incumplimiento es masivo: o no se han enterado, o se pierden con tantas normas, o dicen que si quitan mesas, tendrán que cerrar.
El martes, cuando el DOGC publicó la nueva norma —junto a prórrogas de otras medidas o nuevas normativas— el sector de la restauración reaccionó airado. El Gremio de Restauración de Barcelona criticó que no haya habido diálogo con el sector, y avisó de que las terrazas son la vía de salvación para muchos negocios. “Nos obligan a desobedecer para sobrevivir”, avisaron desde el Gremio. Su director, Roger Pallarols, recuerda que la nueva prohibición se suma a anteriores, como las distancias entre mesas, la restricción en el espacio interior, el veto a los fumadores si no se pueden mantener distancias, o a la limitación horaria. “Es una medida que restringe la actividad de la restauración sin una base sólida. Entendemos que la gente haga lo que pueda para llegar a fin de mes”, añade.
Este diario pudo comprobar ayer que la desobediencia a la reducción del 50% de ocupación se decide muchas veces por parte de negocios que ni siquiera están agremiados. En plazas como la de la Virreina, de Gràcia, las tres terrazas que hay mantienen las 12 mesas que ya tenían. “Ya respetamos las distancias, rescatamos a casi todo el personal del ERTE [expediente de regulación temporal de empleo]... dentro apenas tenemos aforo, no podríamos aguantar sin la terraza”, lamenta un restaurador de la zona, que destaca cómo la administración no da tregua: “Tuvimos una inspección de trabajo durante el ERTE, es una locura”.
En el Eixample, es fácil observar bares que no plantan menos mesas, sino más que antes de la pandemia del coronavirus: porque instalan las que ya tenían antes de la crisis y las que el Ayuntamiento ha permitido instalar en la calzada, en plazas de aparcamiento. La obligación de reducir la ocupación total de las terrazas a la mitad afecta solo a las licencias previas a la pandemia, apuntan desde el Gremio.
En las anchas aceras del paseo de Sant Joan la mayoría también mantiene las mesas de siempre. “Leímos lo del aforo a la mitad en la terraza, pero nadie del entorno lo ha hecho”, justifica una camarera del paseo. “No nos quejamos porque esta calle es buena y tenemos gente, y además hacemos bocadillos y a la gente le atraen más que los platos cocinados, pero si nos quitan esto nos vamos a la calle”, señalaba ayer a la hora de comer ante la mayoría de mesas llenas.
En el Guinardó hay locales que tenían y mantienen todas las mesas. Y a los que les han concedido mesas de más en aparcamientos de coches, ahora tienen más que nunca. Pese a que es un barrio tradicional, con calles estrechas, hay locales con 12 mesas. Como La Tazza d’Or, delante del hospital de Sant Pau, donde pueden comer más de 30 peronas. Su dueña, Esther Martínez, asegura que no conocía la nueva restricción.
”Si toca, lo cumpliré, pero es un disparate. La gente dentro del local no entra porque tienen miedo del espacio cerrado, y los clientes en la terraza se han desplomado. Antes dábamos de comer a 100 personas a mediodía y mira ahora”, dice señalando a la terraza: tres mesas ocupadas que suman nueve comensales. Las vísperas de festivo, como los viernes, asegura que servían a 150 personas. “¿Sabes cuántas el fin de semana pasado? ¡26!”.
Martínez levantó el ERTE para ocho trabajadores. “Si lo llego a saber saco a cuatro del expediente. No podemos estar con esta intranquilidad, el problema no es la hostelería, son las playas llenas, los botellones... y mientras nuestra facturación ha caído un 75%”, lamenta y se muestra muy crítica con los políticos, “que siguen cobrando”. “¿Ahora qué haré?”, murmulla.
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