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Vecinos del Raval okupan la antigua escuela Massana para repartir alimentos

Decenas de activistas entran en el edificio municipal para ayudar a los más necesitados con comidas y organizar cursos

En esta habitación se instalará uno de los almacenes de alimentos
En esta habitación se instalará uno de los almacenes de alimentosMASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)
Alfonso L. Congostrina

La antigua Escola Massana de Barcelona ―en la plaza de La Gardunya, justo detrás de la Boqueria― llevaba más de tres años cerrada a cal y canto. Tiene cuatro plantas repletas de caballetes de dibujo y trastos viejos, repletos de polvo, en unas céntricas dependencias municipales. La crisis originada por la pandemia del coronavirus ha motivado a varias decenas de vecinos del barrio del Raval a poner fin a al letargo en el que vivía este espacio. Días antes de Sant Joan varios activistas okuparon la antigua escuela para “convertirla en un montón de cosas, que sirva para ayudar a los vecinos que en estos momentos más lo necesitan”, asegura uno de los okupas, que prefiere mantener el anonimato.

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Los okupas son los integrantes de dos pequeñas entidades la Xarxa de Suport Mutu (red de apoyo mutuo) y el Sindicado de la Vivienda del Raval. Cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, obligó a la población a confinarse, los miembros de estos colectivos ya empezaron a intuir lo que se venía encima. “Hay muchos vecinos que trabajan en la economía sumergida y de la noche a la mañana se quedaron sin recursos. A otros les aplicaron ERTE. En abril tuvieron que pagar el alquiler sin haber cobrado. Empezó a ser una emergencia conseguir alimentos”, advierten. De esta manera se creó la Xarxa Populars d’Aliments del Raval (Red Popular de Alimentos del Raval) con un funcionamiento diferente al del banco de alimentos ya que sus miembros iban, cada mañana, en búsqueda de excedentes de mercados o de la industria alimentaria. Comenzaron a utilizar una habitación de unos 20 metros en el casal La Galera, pero pronto se quedó pequeña para almacenar kilos y kilos de alimentos recuperados.

“En abril empiezan a llegarnos vecinos derivados directamente de los servicios sociales que estaban saturados y admitían que no llegaban. Contamos más de 700 personas en el barrio que no tenían acceso a los alimentos básicos. Hoy deben ser más de 1.000. Pese a ello, cuando venía gente al casal a buscar alimentos, la Guardia Urbana llegaba incluso a identificarlos porque se estaba incumpliendo la normativa del confinamiento”, mantiene uno de los miembros de ambos colectivos. El perfil de persona que acudía en busca de ayuda solía ser siempre el mismo: “Mujer, en muchas ocasiones migrante, con hijos a su cargo, sin trabajo y sin pareja”.

Los activistas pidieron al Ayuntamiento la cesión de un espacio para ampliar el almacén de alimentos pero el Consistorio tardaba en dar una respuesta. Fueron los propios activistas los que crearon su propia respuesta y okuparon La Massana e hicieron público la nueva sede de ambas entidades el pasado Sant Joan.

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Este martes seguían las labores de limpieza y retirada de toneladas de polvo del espacio. Uno de los activistas cambiaba una de las cerraduras de un aula. En la planta baja ya hay un lugar para almacenar alimentos que es cinco veces más grande que la sala que había en La Galera. “Estamos pendientes de poder tener luz y así instalar neveras”, aseguran. También se ha puesto en marcha la Xarxa de Suport Educatiu (Red de apoyo educativo) formada por la entidad Vecinas en Red que durante el confinamiento se preocupó por suministrar tablets, libretas y bolígrafos a los escolares del barrio que no tenían recursos. De cara al verano pretenden programar actividades para los más pequeños como son la lectura de cuentos, enseñar a ir en bicicleta, artes escénicas, etc. En alguna de las antiguas aulas se instalará el Sindicado de la Vivienda del Raval, muy activo a la hora de intentar frenar los desahucios judiciales o extrajudiciales que semanalmente se ordenan en el barrio. “Este espacio debe ser un epicentro de curas, creatividad, soporte mutuo y luchas sociales”, mantiene uno de los activistas. “La supervivencia consiste en tener comida, techo, papeles y trabajo pero la vida debe ser algo más que la supervivencia”, advierte.

A solo unos metros este la antigua Massana se encuentra La Tancada. Es una parte de la misma escuela que también fue ocupada hace dos años. En aquella ocasión la ocupación fue para denunciar la Ley de Extranjería y el trato que da España a las personas migrantes. Hoy en la Tancada siguen durmiendo cerca de 40 extranjeros que continúan reivindicando sus derechos. En la nueva ocupación son muy pocos los activistas que duermen. Lo hacen “para defender” el espacio. “Nuestra intención es que no se pernocte pero ahora tenemos que estar atentos por si el Ayuntamiento quiere desalojarnos. De hecho le hemos pedido al Consistorio que nos ceda el uso del espacio durante 30 años”, mantienen.

Por su parte, el Ayuntamiento califica la ocupación como “política” y se muestra partidario a “escuchar las reivindicaciones y trabajar para llegar a acuerdos que faciliten que abandonen el espacio voluntariamente”. El Consistorio asegura que busca un espacio para la Xarxa Popular d’Aliments del Raval. Mientras, los activistas se preparan para recibir a los vecinos del Raval en la antigua Escola Massana donde, hasta hace solo unas semanas, se acumulaba el polvo sobre decenas de caballetes de dibujo.

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